No disponible.
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Así estuvieron los dos, sentados juntos comiendo uno tras otro.
La lata de tofu seco se vació y el teléfono de Chi Cheng sonó. Wu Suowei aguzó el oído para escuchar, y apenas la otra persona habló, reconoció la voz de Yue Yue.
—¿Trabajas horas extra hoy?— preguntó Yue Yue.
Chi Cheng respondió:
—No hay horas extra.
—Entonces en un rato iré a buscarte.
Chi Cheng: —Yo…
Antes de que pudiera terminar la frase, Wu Suowei fingió levantarse para irse, pero su pie tropezó inexplicablemente con una pequeña piedra, lanzándose sobre Chi Cheng. Todo su peso cayó sobre el brazo que sostenía el teléfono, y con un golpe de su frente, el móvil salió volando de la mano.
—¡Ay!
Wu Suowei cayó sobre el colchón humano, haciendo muecas y quejándose.
¿Acaso Chi Cheng no entendía las intenciones de Wu Suowei? Sonrió discretamente, recogió el teléfono del suelo de cemento. La tapa trasera se había desprendido, pero por suerte la pantalla estaba intacta. Chi Cheng volvió a colocar la batería, lo encendió sin problemas, demostrando que el aparato era de excelente calidad y no tenía ningún daño.
Al ver que Chi Cheng iba a devolver la llamada, Wu Suowei, que acababa de erguirse, de pronto se inclinó de nuevo, estrellando la cabeza contra el hueco del brazo de Chi Cheng.
—No sé qué le pasa a mi cabeza, de repente me siento muy mareado, jojojo, demasiado mareado, no veo nada… seguro fue por el golpe de tu rodilla…
Chi Cheng sabía que Wu Suowei fingía, pero aun así dejó que esta torpe excusa lo venciera.
Dejó el teléfono a un lado, ignorando sus vibraciones y timbre. Puso su mano grande sobre la frente de Wu Suowei y la masajeó con paciencia. La pomada estaba en su bolsillo, la había llevado deliberadamente al salir de la oficina. Aplicó un poco en la frente y la frotó meticulosamente para acelerar la absorción.
Las manos ladronas de Wu Suowei volvieron a acercarse a los pantalones de Chi Cheng. Sacó un clip que había preparado de antemano y unió las perneras de sus pantalones.
—¡Listo!
Chi Cheng acarició con nostalgia la amplia y lisa frente de Wu Suowei, indicándole que podía sentarse.
Wu Suowei fingió estar muerto, sin moverse en lo absoluto.
Chi Cheng lo miró desde arriba, observando su expresión tonta y descarada, y sintió el impulso de desnudarlo, colgarlo en la cama y follarlo día y noche. ¿Quién te hizo tan adorable, tan digno de cariño?
Al sentir la sombra sobre su cabeza, Wu Suowei rápidamente cubrió su boca con la mano. Efectivamente, Chi Cheng mordió el dorso de su mano; de haber sido en los labios, habría sangrado.
Wu Suowei lanzó una mirada filosa hacia él.
Chi Cheng soltó una risa malévola e hizo ademán de levantarse para irse, cuando de repente sintió un tirón en su pantalón. Al mirar hacia abajo, ese frágil clip brilló de tal manera que casi lo dejó ciego. Bajo el cielo y sobre la tierra, solo el pequeño Caperucito Wu tendría la audacia de intentar atrapar al gran lobo feroz con un simple clip.
—¿Cómo se enganchó?— Chi Cheng fingió intentar quitarlo.
—¡No te muevas!— Wu Suowei lo reprendió con voz autoritaria. —¡Estos pantalones cuestan decenas de miles yuanes! Si los rompes, me los pagas.
Había visto estafadores, pero nunca a alguien tan descarado para estafar.
Wu Suowei se puso de pie y miró sus pantalones con preocupación: —Tsk, tsk… esto es grave. ¡Un clip tan grande! Si lo arranco a la fuerza, ¡quedará un agujero enorme! Bueno, mejor dejémoslo así por ahora. Luego buscaremos una tienda de ropa y que un sastre profesional nos lo quite. Sí, así lo haremos.
Actuando por su cuenta, pasó el brazo de Chi Cheng sobre su hombro y caminaron juntos, hombro con hombro.
—Tengo hambre— dijo Chi Cheng. —Mi novia dijo que…
—¡Te invito a comer!— Lo interrumpió inmediatamente con generosidad.
Los ojos de Chi Cheng dejaron asomar un brillo risueño: —¿Qué me invitas a comer?
—¡Ma—la—tang!