Arco III
Sin Editar
La intención original de Ying Linfei era vengarse como se merecía aquel desleal embustero, pero para su sorpresa, terminó siendo empotrado con rudeza contra un árbol por He Shuqing. Ardiendo en furia y consumido por la vergüenza, un estremecimiento de placer recorrió todo su cuerpo. Al final, optó por robar la bolsa de incienso del pecho de He Shuqing, y apretando los ojos con fuerza, fingió haberse quedado dormido.
He Shuqing había dejado la bolsa a propósito, esperando que Ying Linfei la recuperara. Las pequeñas maquinaciones del príncipe regente resultaban más divertidas de lo previsto. Haciendo como si no se hubiera percatado de nada, He Shuqing usó el consolador de jade para taponar el semen que llenaba el vientre del príncipe. Ordenó a los sirvientes: “Su Alteza está agotado por el largo viaje. Dejen que descanse bien”.
He Shuqing se marchó con desenfado, sin importarle en lo más mínimo que el príncipe regente, solo y con lágrimas en las comisuras de los ojos, el rostro sonrojado, maldiciendo entre dientes mientras intentaba dominar su jadeante respiración, tuviera que esforzarse por extraer el consolador de jade que, calentado por la fricción en su interior, había generado una insoportable sensación de placer al remover sin querer su húmedo y blando orificio. Durante un tiempo, el príncipe regente desarrolló una relación de amor y odio con los árboles y los consoladores de jade…
En esta misión de auxilio por el desastre, He Shuqing se involucró personalmente en cada tarea. Su aura de noble joven, brillante como la luna y suave como el jade, le granjeó inmediatamente muchas simpatías. Los hombres admiraban a He Shuqing y lo trataban con la calidez de un hermano o un amigo cercano, mientras que las mujeres, ruborizadas y tímidas, consideraban imposible desaprobar a un hombre tan guapo y talentoso como el señor He.
Rodeado de una multitud llena de admiración, He Shuqing no dedicaba ni un ápice de su atención extra al príncipe regente.
Ying Linfei, aunque había ocultado su identidad con un disfraz, mantenía su actitud desafiante y arrogante, disfrutando especialmente poniéndole trabas a He Shuqing. Su aura intimidante hacía que la gente se apartara de su camino.
He Shuqing declinó cortésmente un sinfín de invitaciones, hasta que Ying Linfei no pudo evitar soltar con sorna: “El señor He sabe actuar de maravilla. ¿Es que ellos conocen su verdadera naturaleza?”
He Shuqing mantuvo su sonrisa: “Y ahora que Su Alteza la conoce, ¿qué impresión le causa?”
Haber logrado captar por fin la atención de He Shuqing le produjo a Ying Linfei una inexplicable satisfacción. Con una leve sonrisa en los labios, refunfuñó: “¿No temes por tu vida, habiendo osado engañar a este príncipe de tal modo?”
He Shuqing entrecerró los ojos, se acercó lentamente al príncipe regente y, con malicia en la mirada fija en el joven de temblorosas pestañas, dijo: “Su Alteza no para de lanzar amenazas cada dos por tres. ¿Seguro que no lo hace a propósito, buscando que lo vuelvan a follar?”
El corazón del príncipe regente latía como un tambor. Estalló al instante, la rabia le abrasó las entrañas y atacó: “¡Estás buscando la muerte!”
Aparte del protagonista, pocos podían aguantar más de tres rondas contra He Shuqing. Este se deleitó en una batalla intensa y gratificante con el príncipe regente, una lucha tan destructiva y placentera como un encuentro sexual.
Con gotas de sudor en la frente y los ojos brillantes e intensos, He Shuqing inmovilizó a Ying Linfei bajo su cuerpo. Su aliento era ardiente: “Devuélveme la bolsa de incienso”.
Jadeando, furioso, con el rabillo de los ojos enrojecido y seductor, Ying Linfei soltó una risa arrogante y desafiante: “Mata al pequeño emperador, y este príncipe te la devolverá tal cual”.
He Shuqing frunció ligeramente el ceño y comenzó a tantear la cintura y el pecho de Ying Linfei: “Su Alteza bromea. Le ruego que me devuelva lo que es mío”.
“Esto no te pertenece”, replicó el príncipe regente, cuyo cuerpo sensible temblaba levemente. Conteniendo sus reacciones instintivas, soltó una risa cargada de furia: “¿No te atreves? El cariño que le tenías a esa sirvienta de palacio no vale nada. Tienes razón, ¿qué podría haber en una simple sirvienta para sentir apego? Sería mejor que el señor He buscase pronto a otra persona”.
He Shuqing no mordió el anzuelo. Con una voz dulce, dijo para irritar al príncipe: “Mi corazón no es asunto que le incumba a Su Alteza. Ella era de corazón bondadoso y no habría querido que hiciera daño a Su Majestad a cambio de la bolsa”.
“¿Corazón bondadoso? Cierto, este príncipe es despiadado. He Shuqing, estás obsesionado con una muerta. ¿Acaso tiene algún sentido?”. Ying Linfei estaba fuera de sí. Nunca había conocido a esa sirvienta de palacio, y sin embargo la envidiaba con furia por haber obtenido tan fácilmente el precioso afecto de He Shuqing.
La mirada de He Shuqing era sincera: “No es asunto de Su Alteza. ¿O es que acaso sientes celos?”
“¡Tonterías!”, exclamó Ying Linfei, con el rostro enrojecido, mientras empujaba a He Shuqing y se marchaba con un enfadado movimiento de manga. Sus celos eran divertidos, pero su arranque de furia fue intenso. Así, He Shuqing por fin logró disfrutar de unos días de tranquilidad.
Durante el viaje, He Shuqing, actuando también bajo órdenes secretas del emperador, investigó en privado para recabar pruebas de las fechorías de los funcionarios locales. Al rechazar las tentadoras ofertas de los altos cargos, era inevitable que se granjeara algunos enemigos.
He Shuqing actuaba con tal cautela que nadie encontraba oportunidad para atacarlo. Un alto funcionario particularmente corrupto lo invitó a su residencia con el pretexto de una fiesta de cumpleaños, y allí urdió un plan despiadado: drogar a He Shuqing y acusarlo de deshonrar a una mujer virtuosa.
He Shuqing fingió caer en la trampa para seguir el rastro y obtener pruebas de los crímenes del funcionario. Cuando se revelaron, causando un gran escándalo, el corrupto oficial, presa del pánico, ordenó que detuvieran a He Shuqing.
Era un hombre que lo controlaba todo en la región, y se presentó con actitud amenazante: “Será mejor que confiese su culpa, así en mi informe a la corte podré pedir clemencia para usted. De lo contrario, el señor He no saldrá con vida de aquí”.
“Se lo devuelvo, esas palabras”, respondió He Shuqing con una sonrisa amable y encantadora, propia de un joven elegante que solo supiera recitar poemas.
Ying Linfei, que en un principio observaba la escena entre la multitud, divisó una flecha silenciosa dirigiéndose a traición hacia el corazón de He Shuqing.
Un golpe de inquietud sacudió a Ying Linfei. Una enorme aprensión lo invadió. Sin pensarlo, se lanzó hacia adelante y empujó con fuerza a He Shuqing para apartarlo. Su propio brazo fue rozado por la flecha envenenada, dejando un feo surco sangrante y la carne al descubierto.
He Shuqing, que podría haber esquivado la flecha, no contó con la velocidad inusitada del príncipe regente. Frunció el ceño al ver a Ying Linfei, con los dedos temblorosos, goteando sangre: “¿Por qué lo ha hecho?”
“¿Estás solo y no temes a la muerte?”, le espetó Ying Linfei, furioso y angustiado, examinándolo de arriba abajo. Solo se tranquilizó al comprobar que He Shuqing estaba ileso. Se sujetó el doloroso codo y, sin dudarlo, se volvió y cortó los tendones de las manos y los pies del asesino. La sangre salpicó, y el grito de agonía del hombre desgarró el cielo.
La multitud estaba atónita. El príncipe regente se acercó al consternado funcionario, con una sonrisa cruel y siniestra: “¿Quién demonios te ha dado permiso para tocarlo?”
El alto funcionario, con las piernas temblorosas, contuvo a duras penas su miedo y replicó con severidad: “¡Qué insolencia! ¿Quién es usted para hablarme así?”
Ying Linfei, con una sonrisa fría, desenvainó su espada: “Soy quien te hará desear estar muerto”.
Los guardias se abalanzaron. He Shuqing puso una mano en el hombro de Ying Linfei: “Estás herido. Déjamelo a mí”.
El ánimo violento de Ying Linfei recuperó a duras penas la calma. Aunque en un principio quiso negarse, no pudo sino ceder ante la mirada de He Shuqing.
La técnica mortal de He Shuqing era despiadada y decisiva, derribando a un grupo de expertos contratados por una fortuna. Su figura ágil y su mirada gélida formaban un contraste radical con su rostro, exquisitamente hermoso y de apariencia inofensiva. Los presentes se quedaron atónitos: el señor He no solo era diestro en versos y poesía, sino que también blandía la espada con destreza.
Al día siguiente, apareció el temible príncipe regente de la dinastía Pei, tan cruel y despiadado como se rumoreaba. Usando métodos brutales y torturas, obligó al corrupto y poderoso oficial a confesar hasta la más mínima fechoría cometida desde los tres años.
El príncipe regente no tenía intención alguna de perdonar al oficial; lo mantuvo al borde de la muerte, torturándolo hasta dejarlo casi irreconocible. El veneno, suficiente para matar en el acto, no tuvo efecto en Ying Linfei. “Los males siempre perduran”, pensaron algunos.
De inmediato, el terror hacia Ying Linfei se extendió. Su infame reputación como el príncipe regente de Pei quedó profundamente grabada en los reinos vecinos.
Esa misma noche, He Shuqing se preguntó: “¿Por qué el príncipe regente se interpuso ante la flecha?”. En la trama original, el protagonista era un tipo despiadado que usaba a cualquiera como escudo sin pestañear. Él había engañado así al regente, burlándose de él cruelmente. Habiendo asumido el papel de villano, He Shuqing lo tenía todo planeado. Pero el príncipe regente no seguía el guion, era impredecible hasta el extremo. He Shuqing, sabiendo muy bien la respuesta, preguntó a propósito: “¿No era que me deseabas la muerte?”
Ying Linfei estaba aún más enfadado consigo mismo. He Shuqing desdeñaba fingir; su naturaleza era simplemente perversa. Y aun así, Ying Linfei había sentido miedo de que resultara herido, una furia violenta al pensar en su seguridad. Aquel leve pánico lo irritaba; se negaba a admitir que, incontrolablemente, aún se preocupaba por el mismo He Shuqing que lo había traicionado.
En apariencia, Ying Linfei permaneció impasible, elevando ligeramente la barbilla. “Ya lo he dicho: si has de morir, será por mi mano.”
He Shuqing esbozó una sonrisa burlona. El príncipe regente no cambiaba, siempre terco y testarudo. “Me alegra oírlo. Recuerde, Alteza, que somos enemigos. Yo no tendré piedad.”
Ying Linfei, entre la ira y algo más, preguntó a medias en serio, a medias en broma: “En este mundo abundan los que apuñalan por la espalda, y yo no soy una excepción. ¿Por qué no seguiste mintiéndome? ¿Por qué me lo contaste?”
He Shuqing, alzando una ceja, respondió con una frase diseñada para herir: “No esperaba que Alteza entregara su corazón tan rápido. Su dolor es mi alegría.”
El rostro de Ying Linfei palideció de rabia, pero soltó una carcajada forzada. “¡He Shuqing, He Shuqing! Te tienes en demasiada estima.” El dolor sordo en su brazo no se comparaba con la agonía que le atravesaba el corazón y la mente. “¿Mi corazón? De haberlo tenido, no habría vivido hasta hoy. No eres más que una pieza en mi tablero, un pasatiempo para mis momentos de ocio.”
La sonrisa de He Shuqing no se desvaneció. “Que su Alteza tenga cuidado. No soy una pieza cualquiera.”
Los ojos de Ying Linfei se enfriaron al instante. Era la ruptura total. El leal y silencioso guardián He de antaño jamás regresaría.
…
A partir de entonces, He Shuqing se situó firmemente en el bando opuesto, evitando por completo al príncipe regente. Ascendió rápidamente en el cargo gracias a sus méritos, acumulando logros hasta regresar a la capital. Bajo la guía de He Shuqing, el joven emperador progresó a simple vista, madurando hasta volverse un rival a la altura del regente.
Como quien mejor conocía al protagonista original, He Shuqing era aún más incisivo que el emperador, golpeando al príncipe regente sin la menor clemencia.
Todos creían que He Shuqing era la mejor arma de Su Majestad, y el príncipe regente veía al joven emperador como un enemigo a muerte. Solo Ying Hongyu sabía que su “hermano Shuqing” no pertenecía a nadie. Él mismo seguía incapaz de resistirse, perdido en las profundidades de aquellos ojos fascinantes.
El príncipe regente, cuya vida estuvo marcada por ascensos y caídas, vio a su mayor némesis en el guardián que él mismo había criado. La persona que una vez compartió su lecho, ahora le enfrentaba con la espada.
He Shuqing ganó la lealtad de los allegados del regente, tomándolo por sorpresa. En un ataque repentino, los crímenes de Ying Linfei —haber asesinado a tres soberanos— salieron a la luz. Traicionado por todos, en una sola noche, todos se volvieron sus enemigos.
Ying Linfei, el una vez omnipotente príncipe regente, cayó en desgracia y fue reducido a un prisionero común, condenado a la ejecución.
El joven emperador visitó a Ying Linfei en su celda: “Mataste a mi padre y a mis hermanos. ¿Imaginabas este final? He esperado este día durante mucho tiempo.”
Incluso derrotado y acorralado, Ying Linfei conservaba su arrogancia desafiante, sin rastro de la desesperación esperada. “El vencedor es el rey, el perdedor un bandido. Lo acepto.”
Alzó la mirada, con una sonrisa burlona. “¿Y He Shuqing? Le debo mi situación actual. ¿No viene a ver el fruto de su obra?”
El emperador negó con la cabeza. “No quiere verte.”
Ying Linfei soltó una risotada. “Dile a He Shuqing que si viene, le devolveré su bolsita de aromas.”
Habiendo vengado la muerte de su familia, Ying Hongyu, con su enemigo derrotado, no podía celebrar. El derramamiento de sangre entre hermanos, el palacio manchado de rojo, también llevaba su huella.
Al salir de la prisión, el joven emperador transmitió el mensaje. Hizo una pausa: “Querido He, ¿irás?” Podía ver que el arrogante Ying Linfei había desarrollado sentimientos genuinos, y había perdido por completo. De pronto, Ying Hongyu sintió un poco de inquietud, miedo… miedo de que su hermano Shūqīng pudiera ablandarse.
He Shuqing sonrió levemente. “Un hombre que va a morir… no hay problema en verlo una vez más.”
…
La celda era sofocante y oscura, iluminada solo por tenues velas. La figura esbelta y serena de He Shuqing irrumpió como un rayo de luz en la nieve de la mañana, iluminando la estancia. Con el rostro impasible y una voz clara, preguntó: “¿Dónde está la bolsita?”
Ying Linfei clavó la mirada en el rostro del joven, estudiando cada centímetro, como si quisiera llevar esta obsesión a la próxima vida. Se acercó con la espalda recta, haciendo sonar las cinco cadenas que lo sujetaban, deteniéndose a una distancia infranqueable. “¿Aparte de la bolsita, no tienes nada más que decirme?”, preguntó con una risa fría. El otrora favorito del cielo, ahora en la ruina, aún desprendía su aura de poder implacable.
He Shuqing negó con frialdad. “Si Su Alteza tiene algún último deseo, puede expresarlo.”
La mirada de Ying Linfei ardía, cargada de un amor y un odio intensos. “Esto es lo que querías. He perdido. ¿Eso te complace?”
He Shuqing, al otro lado de los barrotes, lo miró directamente. “En la apuesta entre Su Majestad y el príncipe regente, fue usted quien perdió.”
Ying Linfei esbozó una sonrisa sarcástica. “Ying Hongyu no es nada. ¿Por qué le sirves con tanta lealtad? La única persona que me ha derrotado eres tú. La única persona a la que quiero matar… también eres tú.”
En ese momento de máxima tensión, al borde de la muerte, He Shuqing esbozó lentamente una sonrisa. La lúgubre y opresiva celda pareció iluminarse notablemente con su risa.
Ying Linfei estuvo a punto de perder la concentración, hechizado, con el corazón acelerándose. Una sonrisa fría y arrogante se dibujó en sus labios: “Qué ridiculez. Este príncipe nunca suplica clemencia”.
“Boca dura”. He Shuqing, cuyos ojos brillaban como estrellas, dio una orden al carcelero sin siquiera volver la cabeza: “Trae el tablero de go. Que nadie entre”.
Ying Linfei frunció el ceño al ver la mesa de go colocada en ese espacio reducido. El tablero cuadrado, inmaculado, con las piedras blancas y negras, lisas y redondeadas. No pudo evitar una mezcla de risa y exasperación: “¿Tienes tanto tiempo libre como para jugar al go?”
He Shuqing se desprendió de la espada que llevaba en el cinturón y entró solo en la celda: “Una última apuesta”.
Ying Linfei volcó el tablero de un golpe, agarró el cuello de He Shuqing y lo empujó contra la pared. Su mirada estaba enrojecida, hablaba entre dientes: “De verdad debería haberte matado entonces. Así no… no…”. Así no habría echado raíces tan profundas, incapaz de liberarse. Lo odiaba hasta el extremo, y solo deseaba arrastrar a He Shuqing a la muerte con él.
“El príncipe regente también dice esas tonterías”. He Shuqing separó la muñeca temblorosa de Ying Linfei, su mirada era fría y profunda: “Ya es demasiado tarde para lamentarlo”.
“Todavía no es tarde”. La sonrisa de Ying Linfei era despiadada, entretejida de amor y odio, y mordió los labios finos de He Shuqing con una desesperación final, desgarrándolos y mordisqueándolos como si quisiera devorar a la persona frente a él. Sujetó la cintura delgada y la nuca de He Shuqing, sus labios húmedos y suaves, sus lenguas, inseparables.
Los labios de He Shuqing le dolían ligeramente, un tenue regusto a sangre se expandía. Las emociones intensas de Ying Linfei estallaron, su aliento caliente se volvió pesado, y su lengua húmeda irrumpió en su boca. ¿Era aquel beso dominante más amor, o más odio?
La lengua de He Shuqing empujó la suavidad invasora dentro de su boca. Ying Linfei, como si hubiera recibido un estímulo, se enredó con ferocidad en una lucha mortal. He Shuqing empujó a Ying Linfei para separarse, se pasó el dorso de la mano por sus enrojecidos labios, y en su pulgar quedó una mancha carmesí: “¿Qué estás haciendo?”
Las cadenas de hierro se movieron, chocando entre sí con un sonido metálico. Ying Linfei, con la lengua ágil, se lamió la comisura de los labios, su mirada cargada de un erotismo palpable: “Este es mi último deseo, ¿ni siquiera puedes concedérmelo?”
“Loco”. He Shuqing lo conocía demasiado bien; claramente estaba guardando alguna jugada bajo la manga, y aún así pretendía mostrarse débil.
Ying Linfei sonrió con arrogancia: “¿Tienes miedo?”
He Shuqing lo desdeñó por completo: “Sí. Tal vez a mitad del acto, me claves una daga”.
La sonrisa de Ying Linfei se desvaneció por un instante. Sacó de su moño una lámina afilada como una hoja de sauce y la arrojó lejos, extendiendo las manos con gesto desafiante: “Puedes registrarme”.
He Shuqing giró y se marchó: “No me interesa”.
Ying Linfei se desabrochó parcialmente la ropa, mostrando las suaves y oscuras cadenas de hierro en sus delgadas muñecas: “¿No quieres saber dónde está la bolsita de aromas?”. Odiaba que He Shuqing le importara tan solo una pequeña bolsita. Después de robarla, se sintió agitado e inquieto, así que simplemente la escondió. Sin darse cuenta de que solo era para que He Shuqing se la pidiera, para poder intercambiar algunas palabras más con él.
He Shuqing lo miró como si estuviera loco. Empujó a Ying Linfei sobre la mesa: “Eres un condenado a muerte, ¿con qué derecho pones condiciones?”
“No tengo nada que perder, no como el señor He, que tiene afectos tan exclusivos”. Ying Linfei no admitiría que estaba hechizado. Se sentó sobre la mesa, enredó sus piernas alrededor de la cintura de He Shuqing, y sus dedos se deslizaron dentro de la túnica de He Shuqing, acariciando con provocación el pecho y la espalda baja del joven. La mirada de Ying Linfei destilaba pura seducción. Mordió con fuerza el hombro de He Shuqing, sus miembros entrelazados. “A menos que me folles hasta la muerte, no pienses salir de aquí”.
“Qué, el príncipe regente sí que tiene tiempo libre”. El hombro de He Shuqing sintió un dolor punzante, como el mordisco de un gato. Inmovilizó a Ying Linfei sobre la mesa, dejándolo con la ropa desordenada
Los delgados dedos de He Shuqing apretaron el ano del joven, que no había sido tocado durante mucho tiempo, y se vieron apretados por la pared interior, apenas podían moverse. Frotó repetidamente la sensible y suave carne, haciendo que el hombre que tenía entre sus brazos respirara con más fuerza, y el transparente fluido obsceno rebosó y mojó sus dedos.
“Ah…” Ying Linfei agarró el brazo de He Shuqing, su cintura se ablandó y los dedos que entraban y salían de su cuerpo agitaron los fluidos. Se mordió el labio inferior, y el agujero comenzó a expandirse y contraerse, y comenzó a sentirse fuertemente insatisfecho, “Ah… no es suficiente, más profundo… más grande…”
He Shuqing soltó una risita e introdujo los dedos en el estrecho y húmedo agujero como si lo estuviera embistiendo: “Su Alteza es tan lascivo. No has jugado solo estos días”.
“Hmm…” El cuerpo de Ying Linfei se tensó. Relajó la respiración y levantó la cintura para recibir la penetración de los dedos. “Ah… No…” No es que no echara de menos el olor de He Shuqing. Todavía se sentiría avergonzado y enfadado cuando sacara el cálido consolador de jade en sus sueños a medianoche, pero sin He Shuqing, no podría conmoverse del todo.
He Shuqing lo mantuvo deliberadamente en vilo. Sacó los dedos mojados, cogió un trozo de ajedrez blanco, liso y limpio, y lo introdujo lentamente en la abertura del rosado y tierno agujero.
“Hmm… ¿qué es esto?” El confundido Ying Linfei bajó la cabeza, y una pieza de ajedrez blanca ligeramente fría se introdujo en su ano, una extraña sensación de invasión extranjera. Su espalda estaba tensa y la suave carne de la entrada de su ano se tensaba debido a la estimulación. No pudo evitar suplicar: “Ah… no hagas esto… sácalo… Te quiero…”
Sabía que He Shuqing le estaba tomando el pelo a propósito, pero una vez que se encendió el deseo, la mente de Ying Linfei se quedó en blanco. Solo quería que el pene del joven lo penetrara ferozmente y lo llenara de una vez.
“Shh…” He Shuqing agarró la muñeca de Ying Linfei y sonrió feliz: “Te follaré tantas veces como la cantidad de piezas de ajedrez que te comas “.
“Ah…” Los ojos de Ying Linfei se iluminaron, le picaba el corazón, mordió con saña los labios de He Shuqing, “No me mientas”. Tras una larga sequía, por fin llegó la lluvia. El aliento encantador y sensual de He Shuqing lo tentaba todo el tiempo. La ira y el deseo le hicieron esperar la unidad de cuerpo y alma con He Shuqing. Tenía un fuerte deseo de conquistarse mutuamente y de mancharse con las huellas del otro.
“Créeme o no”. Mientras los intestinos calientes resistían el apretón, He Shuqing introdujo una a una las piezas de ajedrez blancas y negras, teñidas de la temperatura y el aliento del deseo.
“Hmm…” Ying Linfei se frotó las piernas. La pieza de ajedrez que entró en su pasaje era pesada, como si fuera a llenarlo. Jadeó avergonzado.
He Shuqing sonrió burlonamente y se detuvo: “Seis, ¿es suficiente?”
Las piezas del pasaje de Ying Linfei se frotaban contra la delicada pared interior de la otra, apretando y estimulando los puntos sensibles, y el indecible placer se extendía. Abrazó con fuerza a He Shuqing, todo su cuerpo estaba húmedo, su piel rosada por la lujuria, y era particularmente delicioso. Jadeó provocativamente: “Mm… ah ja… ¿cuántas veces puedes hacerlo?”
He Shuqing se inclinó cerca del oído de Ying Linfei, su cálido aliento tentador: “Te follaré hasta que… pidas clemencia”.
Ying Linfei sintió una sensación de ardor en la punta de la oreja, su respiración se volvió desordenada y su agujero sufrió espasmos salvajes: “Bien… no pares”.
He Shuqing siguió metiendo piezas de ajedrez en el agujero hasta llenarlo. Ying Linfei temblaba por todo el cuerpo, lloraba con los ojos cerrados y, terco, se negaba a detenerse.
“No puedes comer más.” He Shuqing amablemente recordó: “Trece”.
Ying Linfei jadeó y preguntó provocativamente: “¿Ya no puedes hacerlo?” He Shuqing soltó una risita: “Si sigues así, te follaré hasta la muerte”.
El corazón de Ying Linfei latía como un tambor, sus oídos estaban muy enrojecidos, y podía sentir claramente cómo las piezas de ajedrez se tocaban en el pasaje. Frotó el cuello de He Shuqing: “Bien, veamos quién pide clemencia primero, ¿tú o yo?”
He Shuqing sacudió la cabeza y sonrió: “No alardees, realmente no hay más espacio”. Admiró las mejillas sonrojadas de Ying Linfei y la mirada desafiante de su rostro, mientras recogía lentamente las piezas de ajedrez una a una.
Ying Linfei estaba inconsciente e instintivamente apretó la mano de He Shuqing, jadeando por la nariz: “¿Qué estás haciendo…?” Consiguió retenerlos con gran dificultad, y He Shuqing no pudo faltar a su palabra.
He Shuqing levantó ligeramente la comisura de los labios y dijo enérgicamente: “Abre las piernas, te follaré”.
“Mm… date prisa…” La cara de Ying Linfei estaba caliente, y ablandó su cuerpo para dejar que He Shuqing jugara con él. Su cuerpo estaba acalorado por los estragos de su agujero. Podía oír el sonido de las piezas de ajedrez al chocar, el gorgoteo de las piezas al salir de su ano y el agua desbordante que goteaba sobre la mesa. Ying Linfei apartó el rostro ruborizado y solo sus labios dejaron escapar de vez en cuando un ambiguo jadeo: “Ah…”
“¿Por qué tanta prisa? ¿No está disfrutando tu agujero del placer?”. Quedaban dos piezas de ajedrez en el pasaje. He Shuqing levantó los tobillos de Ying Linfei y se los puso sobre los hombros, dejando que el joven levantara las caderas en alto, lo que le hacía parecer especialmente lascivo.
He Shuqing metió su pene duro y caliente hasta el fondo. Esta posición le permitía penetrar con especial profundidad, y el trozo redondeado de su pene también golpeaba la carne más blanda en la parte más profunda. El húmedo conducto apretó ávidamente el feroz pene que hacía tiempo que no se veía, chupándolo con ardor, y los dos respiraron juntos con placer, sus cuerpos inseparables.
He Shuqing no esperó a que Ying Linfei recuperara el aliento y empezó a follárselo con fuerza, haciendo crujir la mesa que tenía debajo.
“Ah…” El gigante caliente se introdujo con fuerza en el ano, llenando el vacío que Ying Linfei había sentido durante mucho tiempo. Las apretadas y crudas paredes de carne húmeda y caliente sujetaban la parte superior del pene invasor, envolvían con fuerza y besaban la sensible uretra, lo que era a la vez doloroso y placentero.
Su garganta se inclinó hacia atrás, su empeine se arqueó y no pudo evitar suspirar con satisfacción. El choque de las piezas de ajedrez en su bajo vientre le hizo sentirse feliz y sorprendido a la vez: “Ah… todavía hay… algunos que no has sacado…”
“Es demasiado profundo. No lo aguantaré más”. He Shuqing fingió que no le importaba y abrió a la fuerza las nalgas de Ying Linfei. Empujó con fuerza, haciendo que el joven jadeara y llorara. No tuvo tiempo de preocuparse por la pieza de ajedrez de su cuerpo y fue incapaz de resistir el feroz ataque.
He Shuqing se inclinó sobre Ying Linfei, rasgando su ropa para revelar su hermoso pecho. Sus dos pezones rosados se erizaron debido a la estimulación, y una amplia zona de piel brilló de un rosa seductor. He Shuqing casi dobló el cuerpo de Ying Linfei, empujando sus caderas con fiereza e introduciéndolas salvajemente en su pequeño agujero. La fricción caliente y el fluido lujurioso que brotaba empaparon su horrible pene, penetrándolo más libre y profundamente, y su escroto chocó con la delicada piel de sus nalgas enrojecidas: “Mira, tu agujero es muy goloso, ¿qué tal si se rompe?”
“Mmm…” Ying Linfei tenía los ojos empañados por las lágrimas y las piernas abiertas. Podía ver claramente su ano rosado estirado y abierto en un agujero redondo, y el grueso y largo pene palpitaba, saliendo rápidamente y hundiéndose por completo, salpicando una lasciva espuma blanca en el lugar del coito, y cada vez que empujaba, le temblaba todo el cuerpo y casi se caía de la mesa. Era incapaz de agarrarse al borde de la mesa, y todo su cuerpo estaba caliente de vergüenza, como un prisionero castigado severamente por el malvado He Shuqing. El sonido de la cadena de hierro al chocar resonó, y él soportó la penetración de la gigantesca espada una y otra vez, y el placer desbordante lo envolvió.
En la fría celda, se desarrollaba el sexo desconocido y excitante. Ying Linfei se apoyó contra la fresca y lisa mesa, su agujero estaba hinchado y lleno, y su abdomen ligeramente abultado. Era adicto al calor del contacto de la piel de He Shuqing, se tragaba sus gemidos de piedad, su pecho subía y bajaba ligeramente, y sus labios rojos se entreabrían ligeramente: “Ah… Fóllame si te atreves…” Contrajo provocativamente su ano, y la densa y suave carne de sus intestinos envolvió con fuerza su feroz pene, succionando salvajemente y estimulando la uretra hasta casi expulsar un espeso chorro de semen.
“Tu boca es tan deshonesta que es demasiado tarde para que pidas clemencia”. La respiración de He Shuqing se hundió, con el cuero cabelludo entumecido por el placer. Retorció con fuerza el pequeño pezón de Ying Linfei, levantó una de sus piernas y empujó lateralmente hasta el fondo, acelerando y profundizando el impacto en la húmeda y caliente pared interior, follando para abrir las capas de suave carne, haciendo el ruido del agua durante el profundo y superficial coito, y follando a Ying Linfei como un martillo pilón hasta el orgasmo.
“Mmm… cómetelo…” A Ying Linfei le dolían y le picaban los sensibles pezones, y las explícitas palabras lo estimularon hasta la vergüenza. Subió a los brazos de He Shuqing, empapado y hecho un desastre. El ano de Ying Linfei chorreaba líquido, sus ojos estaban enrojecidos, todo su cuerpo se crispaba y se olvidó de respirar de placer.
He Shuqing pellizcó la cintura de Ying Linfei, dejándole marcas rojas. Bajó la cabeza para chupar y mordisquear los pezones del joven, que estaban rojos e hinchados. Los pezones estaban cubiertos de una humedad transparente, tentadora y fácil de intimidar. Apretó a Ying Linfei contra la pared y se lo folló varias veces, sin soltarlo hasta que sollozó y pidió clemencia. Se folló el agujero de Ying Linfei con su esperma caliente, y todo su cuerpo estaba cubierto con rastros de estragos.
Ying Linfei realmente quería seguir en contacto con He Shuqing y apuñalarlo cuando estaba obsesionado con la lujuria. Pero al final fue a él a quien follaron tan fuerte que quedó aturdido, con los ojos empañados por las lágrimas, sollozando y diciendo con fiereza: “Aunque muera, te llevaré conmigo”.
He Shuqing acababa de follarlo aún con más fiereza, y su semen hizo que el abdomen de Ying Linfei se abultara ligeramente. Su agujero tuvo espasmos salvajes durante el orgasmo, chupando el pene caliente, ansiando más semen.
Ying Linfei se desmayó de placer, su cara enrojecida, su respiración agitada, todo su cuerpo húmedo y tembloroso, su pene ya no podía eyacular debido a los repetidos orgasmos, de su ano, que no podía cerrarse, manaba fluidos sexuales, y un líquido blanco se desbordaba de ella mientras se retorcía, con un aspecto extremadamente lascivo.
He Shuqing dejó al sustituto del falso protagonista y, tras limpiar el cuerpo de Ying Linfei, lo envolvió en una manta. Ordenó al sistema que trasladara al joven inconsciente a una residencia segura a miles de kilómetros de distancia.
He Shuqing soltó una risita.