El cuarto encuentro después de la ruptura ocurrió en un terreno baldío sin construcción, donde en miles de metros cuadrados no se veía ni un solo ladrillo o teja. Yue Yue se aseguró de pararse sobre una losa de concreto firme, verificando que no hubiera ningún lugar donde pudiera esconderse un ladrillo. Cuando todo estuvo listo, Wu Qiqiong apareció frente a ella.
Esta vez, el estado emocional de Wu Qiqiong era muy diferente al de antes.
Había venido preparado psicológicamente. Aunque el hermoso rostro de Yue Yue aún le revolvía el corazón, ya no sentía ese impulso de morir por ella. Si Yue Yue insistía en romper otra vez, lo más probable era que Wu Qiqiong apretara los dientes y asintiera.
—Renuncié a mi trabajo en la empresa estatal. Voy a emprender mi propio negocio.
Un acto revolucionario que cambiaba por completo su imagen pero que, en lugar de ganarle la admiración de la diosa, le valió una furiosa reprimenda.
—¿Estás mal de la cabeza? ¡Ese trabajo no es fácil de conseguir y lo dejaste! ¿Crees que con tu nivel de inteligencia puedes empezar tu propio negocio? ¡Vas a perderlo todo! ¡Deja de hacer tonterías y vuelve a tu empresa ahora mismo! ¡No serás más que un oficinista mediocre toda tu vida! ¡Fuera de ahí no podrías ni mantenerte a ti mismo!
Al escuchar esas palabras, Wu Qiqiong perdió toda esperanza.
Con las manos en los bolsillos, erguido, su mirada ya no tenía la ternura ni la obsesión de antes. A lo sumo, conservaba un poco de paciencia y terquedad.
—Dame una respuesta clara, ¿terminamos o no?
Yue Yue se sorprendió, era la primera vez que escuchaba a Wu Qiqiong hablarle así.
Se paró en alto, acercándose a Wu Qiqiong mientras balanceaba las caderas, lo registró de pies a cabeza e incluso lo obligó a quitarse los zapatos y los calcetines. Solo después de confirmar que no escondía ningún ladrillo, sus ojos de melocotón brillaron con astucia.
—¡Sí, terminamos! ¡No creo que seas capaz de nada!
No sabía si era alérgico a la palabra “terminar”, pero el último hilo de cordura en la mente de Wu Qiqiong, se rompió.
Tomó su teléfono, marcó un número y, al contestar, pronunció tres palabras:
—Puedes proceder.
Entonces, Yue Yue vio con sus propios ojos cómo una motocicleta eléctrica se acercaba a ellos. Al llegar frente a la pareja, frenó de golpe y un joven de pelo corto al rape le lanzó a Wu Qiqiong un ladrillo que llevaba en la cesta de la motocicleta.
Wu Qiqiong la atrapó con firmeza, le dio una palmada en el hombro al muchacho y dijo: —¡Gracias, hermano!
El joven giró la moto y se alejó a toda velocidad.
En un movimiento rápido, Wu Qiqiong se golpeó la cabeza con el ladrillo. Pero no parecía un intento de suicidio, sino más bien una acrobacia. Solo le salió un poco de sangre, y ni siquiera se molestó en taparse la herida. Tiró el ladrillo y se fue sin más.
Yue Yue se quedó paralizada, como un pollo de madera.
Al llegar a la clínica de Jiang Xiaoshuai, Wu Qiqiong dudó. ¿Debería entrar? ¿Me regañará?
Pero, para su sorpresa, Jiang Xiaoshuai lo vio y, con un entusiasmo inesperado, salió corriendo a recibirlo y lo ayudó a entrar.
—¡Hacía tanto que no venías que, pensé que te había pasado algo!
¿Por qué eso sonaba tan raro?
La verdad era que Wu Qiqiong no había ido en un buen tiempo. Después de renunciar a su trabajo, dejó de visitar a Jiang Xiaoshuai para curarse y sanó sus heridas por su cuenta. Esta vez, había ido más por costumbre, como si el ritual no estuviera completo si no pasaba por allí después de golpearse la cabeza.
—Ponme poca medicina esta vez. Renuncié a mi trabajo y estoy un poco corto de dinero .
Jiang Xiaoshuai lo miró con una mezcla de exasperación y lástima:
—¿En serio renunciaste por ella?
—No fue solo por ella.
Al ver la derrota en la cara de Wu Qiqiong, Jiang Xiaoshuai no tuvo corazón para frotar sal en la herida. Y tras desinfectarle la rascada con solución salina, se acercó a examinarla con atención.
—Esta vez ni siquiera necesitas medicina. Déjala sanar sola; en dos o tres días estará bien.
Wu Qiqiong miró a Jiang Xiaoshuai desconcertado:
—Oye, ¿qué pasa con mi cabeza? Esta vez me golpeé con más fuerza que nunca, pero ni me duele ni me mareo.
Jiang Xiaoshuai agarró la mano de Wu Qiqiong y la aplastó contra su frente.
—¡Tócate tú mismo, idiota! ¡Tu cabeza ya es más dura que un ladrillo!
Wu Qiqiong soltó un par de risitas.
Jiang Xiaoshuai notó que la sonrisa de Wu Qiqiong era extrañamente reconfortante de ver.
—De verdad espero que tu corazón sea como tu cabeza; que su periodo de recuperación sea cada vez más corto, que su resistencia a los golpes sea cada vez mayor, hasta endurecerse por completo, hasta que nada pueda romperlo.
Wu Qiqiong se dio cuenta de que, incluso cuando Jiang Xiaoshuai hablaba al azar, cada frase suya lo conmovía profundamente.
—Xiaoshuai, ¿soy un idiota? ¿Tengo un coeficiente intelectual muy bajo?
—No es tu coeficiente intelectual lo bajo, es tu inteligencia emocional.
Wu Qiqiong volvió a preguntar:
—Entonces, ¿por qué tú eres tan inteligente? ¿Cómo ves todo tan claro?
Jiang Xiaoshuai se sacudió la manga con aire despreocupado, haciendo que su bata blanca ondeara como un remolino.
—Porque me han jodido demasiadas veces, ¿sabes?
—¿A ti también te han jodido?— Wu Qiqiong no podía dar crédito a sus oídos.
—Mucho más que a ti—, Jiang Xiaoshuai esbozó una media sonrisa.
El consultorio quedó sumido en un denso silencio.
—¡¡¡Maestro, acepta el saludo de este discípulo!!!
De pronto, Wu Qiqiong se lanzó frente a Jiang Xiaoshuai y gritó sin previo aviso, asustándolo tanto que retrocedió tres pasos y casi cae de culo en el bote de basura.
—¡Oye, maldito, no puedes ser tan repentino! ¡Casi me haces mear del susto! ¿Qué diablos estás haciendo ahora? —Jiang Xiaoshuai se sujetaba el pecho, con las pupilas contraídas por el shock.
Wu Qiqiong, con expresión piadosa, dijo:
—No quiero que sigan abusando de mí. Cuando por fin se calmó, Jiang Xiaoshuai le dijo a Wu Qiqiong una frase que alguna vez dijo Li Ka-shing, y que él siempre había tomado como un principio de vida, un recordatorio constante.
—Un huevo, si se rompe desde fuera, es alimento. Si se rompe desde dentro, es vida. La vida es igual; si te rompes por la presión externa, serás comida para otros. Pero si te rompes desde dentro, descubrirás que tu crecimiento es como un renacimiento.
