× Capítulo 13 | El tipo de las serpientes ×

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—Guo Zi, tu Gran Cabeza Plana ha vuelto, gritó alguien desde afuera.

Guo Chengyu observó su reflejo en el espejo. Tenía el pelo corto al rape, rostro anguloso, barba oscura y espesa, ojos rasgados con venas rojizas en el blanco que siempre lo hacían parecer cansado, aunque así los tuviera desde nacido. Su boca de labios firmes y mentón ligeramente puntiagudo le daban un aire hostil a primera vista, pero en realidad era de risa fácil.

Al salir, vio en el suelo el terrario de vidrio donde se enroscaba su mascota, criada fuera durante días. El llamado Gran Cabeza Plana no era sino una cobra real. A Guo Chengyu le encantaba jugar con serpientes, aunque nunca las criaba personalmente. En su tiempo libre, buscaba buenos ejemplares, los traía y encontraba quien los cuidara; una vez listos, los sacaba a pasear.

—Parece un poco más gorda— comentó Guo Chengyu, agachándose para mirarla.

La cobra real en el terrario era imponente, de cuerpo robusto y completamente negra. Como un señor, se reclinaba contra la pared de cristal, mirando con altivez a quien la observaba desde fuera, su lengua bífida desplegando un aura carmesí de letalidad.

—Tsk… esa mirada, ¡qué coqueta es esta bastarda!— dijo Guo Chengyu, volviéndose hacia Li Wang.

—Ya casi es hora, vamos. No hagamos esperar a los demás— le recordó Li Wang.

—Suban al segundo maestro al auto—. Guo Chengyu agitó una mano. 

Dos hombres que estaban cerca se acercaron y, con sumo cuidado, llevaron el terrario al vehículo.

Durante el trayecto, Li Wang preguntó: 

—¿Quieres que pasemos a recoger a Xiao Long también?

El rostro de Guo Chengyu se ensombreció. 

—¿Para qué?

—¿No dijiste que esta vez no sería por dinero?

Guo Chengyu torció la comisura de su labio. 

—Busca una ya lista y llévala.

El auto avanzó hacia las afueras de Beijing, acercándose a la humilde residencia de Chi Cheng. Este último también era una figura entre los jóvenes ricos de la capital, conocido en el círculo como el “Tipo de las Serpientes”. No hacía nada más que quedarse en esas casas de un piso, ocupándose de sus serpientes. A veces criaba palomas o ratas de bambú para alimentarlas, viviendo como un viejo funcionario retirado.

Chi Cheng y Guo Chengyu eran diferentes. A Guo Chengyu le gustaba jugar con serpientes, pero no criarlas; las que compraba usualmente las dejaba al cuidado de otros, y solo las manipulaba en su tiempo libre. Chi Cheng, en cambio, era un verdadero compañero de serpientes, no solo las alimentaba y entrenaba personalmente, sino que además las llevaba consigo a todas partes, incluso las ponía junto a su almohada al dormir.

Cada festivo, Guo Chengyu iba allí para peleas de serpientes, la mayoría de las veces apostando dinero.

Cuando Guo Chengyu llegó, Chi Cheng estaba en la habitación provocando a una víbora verde de bambú con una rama. Le dio un beso matutino a la serpiente venenosa y luego volvió la mirada hacia él, una arruga marcada apareciendo en la comisura de sus ojos.

Los rasgos de Guo Chengyu eran delicados, con un aura intrigante y siniestra que lo hacía impenetrable; los de Chi Cheng, en cambio, eran toscos y pronunciados, con cejas gruesas y una mirada siempre sombría. Se conocían desde hacía más de diez años, y sus padres eran buenos amigos, por lo que, a ojos de los demás, su relación era inquebrantable.

En realidad, ninguno toleraba al otro.

Frente a las casas de un solo piso había un foso especialmente diseñado para las peleas de serpientes, cubierto con una malla de alambre. Chi Cheng sacó personalmente a su campeona, una pitón de más de sesenta kilos que, al igual que su dueño, era de complexión robusta y mirada penetrante. Dos reyes de las serpientes que nunca se habrían encontrado en la naturaleza finalmente tendrían su duelo decisivo.

Además de Guo Chengyu y Chi Cheng, había varios espectadores alrededor, algunos habían llegado en el auto de Guo Chengyu, otros eran gente cercana a Chi Cheng. Formaron un círculo para presenciar la emocionante competencia.

La cobra real era de temperamento feroz, ágil en sus movimientos y con un veneno extremadamente letal; la pitón, en cambio, era gruesa, musculosa y de una fuerza asombrosa. Cuando estas dos serpientes se enfrentarán, sería una batalla brutal.

Después de un rato de observación, la cobra real lanzó el primer ataque. Con la velocidad de un relámpago, se abalanzó hacia la pitón, que por poco no logra esquivarla. Sus cuerpos se enroscaron en un torbellino, y la pitón, aprovechando su peso, sometió a la cobra real, iniciando una violenta lucha de giros y golpes.

Guo Chengyu, con los brazos cruzados y una colilla de cigarrillo entre los labios, observaba el espectáculo con visible deleite.

Chi Cheng permanecía en silencio, sus ojos como un estanque de agua muerta, sin revelar emoción alguna.

—¡Ay, carajo!— gritó repentinamente alguien del grupo de espectadores detrás de Chi Cheng.

La pitón había sido atacada. La cobra real le había clavado los colmillos, casi en su punto vital. Por suerte, los dientes de la cobra eran cortos, y la piel de la pitón, gruesa y resistente, además de contar con antídotos naturales en su cuerpo, evitando una muerte instantánea por el veneno. Tras la mordida, la pitón entró en furia, contraatacando con ferocidad y hundiendo sus fauces en la cobra real, dislocando sus vértebras…

La sonrisa en el rostro de Guo Chengyu seguía siendo impenetrable, entre luces y sombras.

Chi Cheng, impasible, deslizó la mano en su bolsillo. Allí, una mascota serpentina del grosor de un meñique se retorcía en gestos de coquetería. El contacto con su cuerpo fresco le provocó a Chi Cheng una profunda sensación de placidez.

Traducido por 21Rb_BINGQIU
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