Capitulo 36

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Capítulo treinta y seis

Tomando de la mano al niño, entraron a la casa. El tío Wang ya había preparado la comida; el aroma llenaba toda la habitación. El niño corrió alegremente hacia la mesa y se sentó, sus grandes ojos miraban a Mu Tian con ansias.

Al ver su expresión golosa, Mu Tian no pudo evitar reír, le acarició la cabeza y le dijo al tío Wang, que estaba de pie a un lado:
—Entonces, empecemos a comer.

El tío Wang asintió.

En la mesa, Gu Liwei tenía el rostro completamente rojo, casi con la cabeza metida en el cuenco, comiendo solo arroz sin tocar los platos. Cada vez que se cruzaba con la mirada de Mu Tian, apartaba la vista enseguida, como un pajarillo asustado. Mu Tian sabía muy bien la razón; después de todo, que lo hubiera visto en una situación tan embarazosa era algo incómodo. Sin embargo, Gu Liwei parecía más avergonzado que él mismo, lo que le resultaba casi gracioso. Sin saber qué decir, solo pudo seguir sirviéndole comida.

Pero aquello hizo que el niño se sintiera celoso. Con el ceño fruncido, comenzó a picotear el arroz con la cuchara. Todos los días Mu Tian solía servirle solo a él; ¡ese hermano era realmente molesto!

Mu Tian notó enseguida que algo andaba mal. El niño siempre tenía un excelente apetito, y nunca antes se había negado a comer. Mo Xiao no sabía ocultar sus emociones: ese puchero en su boca dejaba claro que estaba de mal humor.

—¿Qué pasa, pequeño tonto? ¿Por qué no comes? —preguntó preocupado, sin entender por qué el niño estaba triste.

Mo Xiao frunció los labios, lanzó una feroz mirada a Gu Liwei y, de repente, se abalanzó sobre Mu Tian, gritando:
—¡No! ¡No le sirvas! ¡Solo a Xiao Xiao, a Tian Tian!

Como un cachorrito protegiendo su comida, se aferró con fuerza a él.

Aunque el niño tenía cierta discapacidad intelectual, su sentido de posesión hacia Mu Tian era muy fuerte; Mu Tian lo sabía bien, pero cada vez que lo demostraba, no podía evitar sentirse feliz.

De buen humor, Mu Tian le respondió con una sonrisa:
—Sí, sí, Tian Tian es del pequeño tonto, no le serviré a nadie más. Ven, aquí está tu carne favorita.

El mal humor del niño desapareció tan rápido como había llegado, y enseguida volvió a disfrutar de la comida con entusiasmo.
Gu Liwei, al ver la escena, se sintió mucho menos incómodo; incluso comenzó a comer con más naturalidad, aunque seguía un poco avergonzado.

Comer con Mo Xiao siempre contagiaba su apetito, y sin darse cuenta, Gu Liwei comió más de lo habitual. Con su enorme apetito, bastó eso para dejar vacíos los platos que el tío Wang había preparado. Cuando quiso servirse más arroz y vio que la olla estaba vacía, se quedó petrificado, demasiado avergonzado para seguir.

Al ver cuánto comía Gu Liwei, el niño, como si fuera una competencia, también comió más de la cuenta, y terminó tumbado en el regazo de Mu Tian, con su barriguita blanca e hinchada, quejándose con suaves gemidos.

Mientras le frotaba el vientre, Mu Tian sentía una mezcla de ternura y diversión. Pensó que pronto tendría otro pequeño glotón en casa.

Después de darle medicina para la digestión, y temiendo que le doliera el estómago por la noche, Mu Tian lo llevó a dar un paseo para ayudarlo a digerir.

El entorno de la villa estaba lleno de vegetación. Era primavera, y las flores florecían por todas partes. Aunque las plantas no eran especies raras, su aroma llenaba el aire, envolviéndolos en una fragancia fresca mientras caminaban.

El niño, que aún estaba un poco molesto, se alegró enseguida al ver las flores. Saltando y riendo, corrió hacia adelante y se agachó a tocar los pétalos con cuidado, como si fueran tesoros preciosos.

El sol poniente bañaba su figura con una luz dorada y cálida. Con su sonrisa pura y despreocupada, el niño parecía parte de un cuadro inmóvil.

Al contemplarlo, Mu Tian sintió una profunda paz en su corazón, como si todas las preocupaciones del mundo se hubieran desvanecido, dejándolo liviano y sereno.

Cuando regresaron, el sol ya se había puesto. El niño, cansado, se negó a caminar, agachándose en el suelo y levantando su carita del tamaño de una palma para mirar a Mu Tian con ojos suplicantes.

Mu Tian, al verlo así, no pudo resistirse. Se dio la vuelta, se agachó y suspiró, pensando que ya se había convertido en otro “Rey You de Zhou”*.

Los ojos del niño brillaron como dos perlas, y felizmente se lanzó a su espalda, rodeándole el cuello con sus brazos y apoyando la cabeza en su hombro. Su aliento cálido rozaba su oreja.

—¡Xiao Xiao quiere mucho a Tian Tian! —dijo con una voz dulce.

¿Sabes realmente qué es querer?

Mu Tian lo cargó y caminó paso a paso de regreso a casa. Las piernitas del niño se balanceaban a sus costados, y su risa clara, como campanillas, resonaba cerca de su oído. En ese momento, Mu Tian sintió que podría llevarlo así para siempre.

A la mañana siguiente, cuando Mo Xiao despertó, no vio a su Tian Tian y se sintió muy disgustado. Bajó de la cama descalzo, pero el suelo estaba cubierto por una alfombra mullida y cálida que Mu Tian había puesto, así que sus pies no sintieron el frío.

Bajó las escaleras. La casa estaba tranquila, solo había algunos sirvientes.

—¡El joven amo ya despertó! —dijo el tío Wang, acercándose con una sonrisa amable—. Vamos a lavarnos la carita, y luego desayunamos, ¿sí?

Mo Xiao miró a su alrededor con confusión y preguntó con voz triste:
—¿Dónde está Tian Tian?

El tío Wang, que sabía perfectamente quién era “Tian Tian”, respondió enseguida:
—Tian Tian fue a trabajar.

El niño sabía lo que significaba “trabajar”. Su hermano también trabajaba y casi nunca estaba en casa. Con el tiempo, en su mente, trabajar se convirtió en algo aburrido y molesto.

—Tian Tian dijo que cuando regrese te traerá un regalo —añadió el tío Wang al ver su cara triste.

—¿De verdad? —preguntó Mo Xiao, con los ojitos brillando.

—¡Claro que sí! —respondió el tío Wang, encantado de ser llamado “abuelo” por una criatura tan adorable.

Aun sabiendo que recibiría un regalo, Mo Xiao no estaba contento. Después del desayuno, se sentó en la puerta a contar hormigas, levantando la cabeza de vez en cuando, esperando ver aparecer a quien tanto anhelaba. Cada vez que comprobaba que no era así, bajaba la cabeza decepcionado.

El tío Wang, de pie detrás de él, suspiró conmovido.
—Ay… qué penita me da este niño…

—Joven amo, ¿qué tal si viene conmigo a cocinar? —propuso, incapaz de soportar su expresión triste.

—¿Cocinar? —preguntó el niño, con cara de duda.

—Sí —asintió el tío Wang—. Cocinamos para el señorito, para Tian Tian. Así, cuando regrese, estará muy contento.

“Tian Tian… cocinar… contento…”

Los ojos de Mo Xiao se iluminaron. Se levantó feliz y, tirando de la mano del tío Wang, corrió hacia dentro gritando:
—¡Abuelo! ¡Cocinar! ¡Tian Tian! ¡Contento!

*Nota: El “Rey You de Zhou” fue un monarca famoso por su debilidad hacia su amada concubina, dispuesto a hacer cualquier cosa por complacerla.

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