Cuando despertó por la mañana, el canto de los pajaritos resonaba afuera. Mu Tian apretó un poco los brazos y, al sentir el calor que llenaba su abrazo, se quedó un momento atónito antes de que una sonrisa extremadamente suave se extendiera por su rostro.
De verdad había regresado. Esa persona estaba aquí, justo en sus brazos.
Con delicadeza, besó la frente del niño dormido.
—Buenos días, mi pequeño tonto.
—¡Joven maestro!
El tío Wang se acercó y preguntó:
—¿Desea desayunar ahora o…?
Mu Tian pensó un momento. Aún era temprano, así que decidió esperar a que el niño despertara:
—Esperaré a que Xiaoxiao se despierte, desayunaremos juntos.
El tío Wang asintió con una sonrisa de alivio.
—Joven maestro, por fin ha traído de vuelta al joven amo. Temía que, de seguir así, realmente se convirtiera usted en ese que ‘se marchita por amor’.
Al final, su tono se volvió burlón.
Mu Tian se quedó sin palabras, sonriendo con impotencia.
—Tío Wang, ¿cuándo aprendió a bromear así?
—¿No fue usted quien me dijo que leer más hacía bien?—contestó el tío Wang con una sonrisa.
Mu Tian enmudeció. El tío Wang también se había vuelto pícaro.
Cuando lo vio dirigirse a la sala de entrenamiento, el tío Wang recordó algo de pronto y exclamó:
—Ah, joven maestro, anoche el joven amo Gu regresó.
—¿Xiao Wei volvió?
Mu Tian se sorprendió. ¿Gu Liwei no estaba con Luo Junran? Conociendo lo posesivo que era ese tipo, si ya lo tenía con él, ¿cómo lo dejaría regresar?
El tío Wang asintió, preocupado.
—Alrededor de las once de la noche. Joven maestro, me pareció que el joven amo Gu no se veía bien, ¿habrá pasado algo?
Mu Tian cambió el rumbo, subiendo las escaleras.
—Iré a verlo.
La habitación de Gu Liwei estaba en el segundo piso, segunda puerta a la izquierda. Era una habitación orientada al sol, normalmente luminosa cuando el clima estaba despejado. Pero al entrar, Mu Tian se encontró con las cortinas cerradas y la habitación completamente a oscuras. En medio de esa penumbra, distinguió una figura sentada en el suelo.
—¡Xiao Wei! —lo llamó.
—¿Mu ge?— La voz de Gu Liwei sonó con sorpresa, pero también con un matiz de tristeza.
Mu Tian caminó hasta la ventana y, de un tirón, abrió las cortinas. La luz del sol se derramó en la habitación, disipando la oscuridad.
Entonces lo vio claramente: Gu Liwei estaba sentado en el suelo, apoyado contra la cama, cubriéndose los ojos ante la repentina luz. Su piel, blanca hasta casi transparente, le daba un aire de fragilidad, como si fuera a disolverse en el aire en cualquier momento.
—¿Por qué estás en el suelo?—preguntó Mu Tian mientras lo ayudaba a levantarse. Al tocar su piel descubierta, se sorprendió por el frío que emanaba; debía de haber estado allí un buen rato. Por suerte era verano, y la temperatura no era baja. Aun así, no pudo evitar preocuparse.
Desde pequeño, el cuerpo de Gu Liwei nunca había sido fuerte. Mu Tian recordaba perfectamente haberlo visto una vez acurrucado bajo una manta, tan pequeño y frágil, que aquel día decidió que lo protegería.
Al tocar su frente, confirmó su sospecha: ardía en fiebre.
Lo alzó en brazos y lo depositó en la cama, cubriéndolo bien con la manta. Estaba por salir a llamar al médico cuando el joven lo sujetó del brazo.
—Mu… ge..—. Su rostro estaba pálido, y aquella expresión delicada y vulnerable lo hacía parecer aún más digno de compasión.
Mu Tian apretó su mano.
—Xiao Wei, ¿qué pasa? ¿Quieres algo?
Gu Liwei abrió los ojos con esfuerzo, mostrando una débil sonrisa.
—Así que el karma sí existe… Mu ge, tenías razón: enamorarse de la persona equivocada realmente trae castigo.
¿Desde cuándo su hermano menor mostraba un rostro tan frágil?
La ira le subió a la cabeza.
—¿Fue Fu Rong? ¿Fue él?
Gu Liwei negó con la cabeza.
—No, ya no tengo nada que ver con él.
—Entonces fue Luo Junran—. La voz de Mu Tian se endureció. Desde que Gu Liwei había sido expulsado de su familia, todos sus amigos lo habían abandonado. Aparte de Fu Rong, solo Luo Junran seguía en contacto con él.
Gu Liwei volvió a negar, riendo con suavidad.
—¿Por qué piensas eso? Apenas nos hemos visto dos o tres veces. No hay nada entre nosotros.
¿Nada? Entonces, ¿quién fue el que te dijo ayer que quería estar contigo toda la vida?
Mu Tian entrecerró los ojos y tomó su mano derecha, observando cómo apretaba inconscientemente el pulgar contra el índice.
—¿Sabes, Xiao Wei? Desde pequeño no sabes mentir. Siempre que mientes, aprietas así los dedos.
Gu Liwei se sobresaltó e intentó apartar la mano, pero Mu Tian no la soltó.
—Mu ge… quiero dormir —murmuró escondiendo el rostro en la almohada.
—Duerme después de desayunar. Voy a traerte algo.
Cuando la puerta se cerró, Gu Liwei se quedó inmóvil, mirando el techo con los ojos vacíos.
—¿De verdad te enamoraste de ese descarado?—susurró para sí mismo.
Mientras tanto, Mu Tian bajó y pidió que prepararan el desayuno de Gu Liwei, además de llamar al médico. Como el doctor vivía cerca, llegó en menos de diez minutos.
Tras revisarlo, dijo:
—Tiene 39.3 grados, una simple fiebre. Con medicina bastará; si lo prefieren, puede ponerse suero.
Después de escuchar las indicaciones, Mu Tian esperó a que se marchara, ordenó llevar el desayuno y las medicinas arriba.
—¡Tian Tian~!
Una vocecita se asomó por la puerta.
Mu Tian, que estaba por despertar a Gu Liwei, se sobresaltó al oírlo.
—¿Cuándo despertaste? —preguntó sonriendo mientras abría la puerta y lo tomaba en brazos, acariciando su cabello suave.
El niño lo abrazó por la cintura, escondiéndose contra su pecho. Sus ojos se curvaron en forma de luna mientras se quejaba:
—¡Desperté y no vi a Tian Tian!
Mu Tian le despeinó el cabello.
—Porque Tian Tian se levantó antes, tonto.
El niño apretó el puño con seriedad.
—¡La próxima vez Xiaoxiao también se levantará antes! ¡Más temprano que Tian Tian!
Aunque lo pensó un momento, parecía conflictuado… también le gustaba dormir.
Mu Tian soltó una risita, le tomó la mano y apoyó su frente contra la del pequeño.
—Pero, ¿qué haré? Me encanta verte dormir, así que sigue durmiendo un poco más, ¿sí?
El niño sintió el calor en su rostro y el corazón comenzó a latirle más rápido.
¿Otra vez enfermo? Ya estaba acostumbrado.
—¿Qué le pasa al hermano Xiao Wei?—preguntó mirando la cama.
Mu Tian lo llevó hasta allí.
—Está enfermo, así que el pequeño tonto no debe molestarlo.
El niño se cubrió la boca y asintió con seriedad.
—Mu ge, estoy bien.
Gu Liwei ya se había despertado cuando el pequeño entró.
—¡Hermano Xiao Wei, estás despierto!—exclamó el niño, mirando curioso—. Tian Tian dijo que estabas enfermo. ¡Tienes que tomar medicina amarga!— y frunció el ceño con repulsión.
Gu Liwei le acarició la cabeza con ternura, sonriendo.
—Estoy bien, solo tengo que tomar medicina.
—Antes, cuando mi hermano se enfermaba, Xiaoxiao lo curaba con un beso—dijo el niño, y sin pensarlo se inclinó y le dio un beso en la mejilla—. ¡Xiaoxiao te besa, el dolor se va! ¡No más medicina amarga!
Gu Liwei se quedó inmóvil unos segundos, luego sintió la nariz arder.
Es cierto… cuando uno está enfermo, se vuelve más sensible.
—Qué poderoso, Xiaoxiao. Ya me siento mejor —dijo sonriendo ante los ojos brillantes del pequeño.
El niño se giró hacia Mu Tian, con una mirada que decía claramente: ¿Ves? ¡Merezco una recompensa!
El leve celo que sintió Mu Tian se disolvió al ver esa expresión; su corazón se ablandó de inmediato. Aun así, entrecerró los ojos: esa costumbre de besar a cualquiera no era buena.
Tras dejarle el desayuno y las medicinas a Gu Liwei, le dijo:
—Come algo y luego toma la medicina.
Al ver al niño mirando con deseo el desayuno, Mu Tian lo alzó y lo sentó en su regazo.
—Hoy el tío Wang hizo tu comida favorita.
Los ojos del pequeño se iluminaron al instante.
Gu Liwei, viendo la escena, no pudo evitar sentir una punzada de envidia.
—Mu ge, estoy bien. Comeré y tomaré la medicina. Ve a desayunar con Xiaoxiao.
Mu Tian miró al niño, que lo observaba con ojitos suplicantes, y finalmente cedió.
—Está bien. Cuando termines, deja los platos; luego vendrán a recogerlos.
Gu Liwei asintió con una sonrisa.
Mu Tian, atento al niño, no notó la mirada de anhelo y tristeza que Gu Liwei les dirigió mientras salían.
Si algún día alguien me trata como Mu ge trata a Xiaoxiao, pensó, seré la persona más feliz del mundo.
Y al pensar eso, volvió a recordar a Luo Junran.
¿No dijiste que estarías conmigo toda la vida?