Capitulo 57

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Capítulo cincuenta y siete

Cuando Mu Tian recibió la llamada del hospital, estaba almorzando con el niño. Últimamente, el pequeño se había encargado completamente de prepararle las comidas. Después de comer, Mu Tian planeaba acostarse un rato con él y luego continuar con el trabajo. Durante ese tiempo, el niño podía jugar en la computadora desde el sofá, en un lugar donde él pudiera verlo; y por la tarde regresarían juntos a casa.

Llevaban un tiempo con esa rutina, hasta que la llamada del hospital interrumpió sus planes. El niño tenía talento para la cocina: sus platos eran deliciosos. Tras contestar, Mu Tian solo se detuvo un momento, luego siguió comiendo como si nada.

Que Situ Yu y Huo Ran hubieran terminado así no era ninguna sorpresa para él. Pensar en esos dos ya no le provocaba emoción alguna. Aunque en su vida anterior lo habían matado, nunca pensó en vengarse asesinándolos.

Un perro te muerde… ¿y tú le devuelves la mordida?

No valía la pena ensuciarse las manos por ellos. Cada uno había perdido lo que más valoraba: eso bastaba.

Después de comer, el teléfono volvió a sonar. Mu Tian lo miró y lo cerró sin responder. No tenía intención de involucrarse más con ellos; todo vínculo debía terminar ahí.

Pero el teléfono insistía una y otra vez. Mu Tian pensó en apagarlo, aunque temía perder alguna llamada importante. Finalmente, suspiró y respondió.

—Aunque sea por ese seis por ciento de acciones, A-Tian, ven a verme una última vez… —dijo la voz al otro lado.

Mu Tian llevó al niño al hospital. Situ Yu estaba en una habitación individual, sentado en la cama mirando por la ventana, completamente solo. Su silueta se veía especialmente desolada.

Al oír pasos, Situ Yu giró la cabeza; al ver al niño junto a Mu Tian, la sonrisa que había esbozado se congeló de golpe.

Mu Tian no se preocupó por su reacción. Hizo que el niño se sentara en una silla y dijo con calma:
—¿Para qué querías verme?

Situ Yu observó la ternura con que él trataba al niño; en sus ojos se asomó una chispa de envidia. Pero al recordar que esa dulzura había sido suya en el pasado, su mirada se tornó amarga y sus dedos se crisparon sobre la sábana.

Él mismo había soltado esa felicidad, ¿a quién podía culpar?

Miró nuevamente hacia la ventana. Pensó en aquel sueño y sus ojos se nublaron. Murmuró:
—A-Tian, ¿sabes? Soñé que morías… y que yo te mataba.

Las palabras lo sacudieron como un rayo. Mu Tian lo miró, incrédulo.

Situ Yu esbozó una sonrisa amarga ante esa expresión:
—Debe sonar absurdo, ¿verdad?

Pero el sueño había sido tan real. Recordaba perfectamente la sensación de cubrirle el rostro con la manta y el miedo que lo invadió en ese instante, como si realmente hubiera ocurrido.

—En el sueño, hasta antes de que te matara, tú siempre fuiste muy bueno conmigo… —dijo, con un brillo extraño entre envidia y tristeza.

Mu Tian soltó una risa fría.
—Por mucho que haya sido bueno contigo, igual me mataste, ¿no?

Situ Yu se quedó callado, incómodo.

Mu Tian no tenía ganas de seguir escuchando. Aquello solo lo irritaba más.

—¿Y después? Después de matarme, ¿tu vida fue tan miserable como parece? —preguntó con desdén.

—Sigues siendo igual de perspicaz… —Situ Yu sonrió con amargura—. Después de tu muerte, Huo Ran pensó que le habías dejado todo: la empresa, la fortuna… pero no. Solo le dejaste efectivo. Se enfureció, me culpó y me trató con desprecio. A su alrededor comenzaron a aparecer otros hombres, más y más… 

Su mirada se tornó enloquecida, llena de odio.
—Así que lo maté. Y después… me suicidé.

Mu Tian se quedó helado. Nunca imaginó que las cosas habrían terminado así. Lo que había hecho por el bien de Situ Yu, terminó destruyéndolos a ambos, cerrando el ciclo de venganza sin que él mismo moviera un dedo.

La codicia humana… siempre devora más de lo que puede tragar.

Mu Tian negó con la cabeza. Miró a Situ Yu sentado allí, todavía vivo, y pensó: esta nueva vida no solo me salvó a mí, también lo salvó a él.

Con todo resuelto, se puso de pie:
—Ya te vi. No te molestaré más. —Tomó la mano del niño y se dirigió a la puerta.

Cuando estaba por salir, Situ Yu dijo en voz baja:
—Pienso irme de aquí.

—Me parece bien —respondió Mu Tian sin volverse.

Situ Yu lo vio marcharse, sintiendo una punzada de vacío. ¿Qué estaba esperando aún?

Aunque no entendía por qué había tenido ese sueño, para Mu Tian fue una liberación. Siempre le había pesado no saber qué había pasado después de su muerte, y ahora al menos tenía una respuesta.

Al relajarse, sin embargo, comenzó a tener fiebre. No fue grave, pero el niño se puso nervioso, caminando sin parar como un pollito inquieto. Al final, Mu Tian lo abrazó para mantenerlo quieto.

—Tian Tian… —el niño estaba rígido entre sus brazos, con las manos sin saber dónde ponerlas, el rostro hecho un nudo de preocupación, como si temiera romper algo de porcelana.

Mu Tian, entre enternecido y divertido, le pellizcó suavemente las mejillas.
—Tian Tian solo tiene un pequeño resfriado. Si mi pequeño tonto me sonríe, seguro me curo enseguida.

(¿Acaso su sonrisa es medicina milagrosa?) pensó Luo Junran, rodando los ojos.

—Cariño, mejor dejémoslos solos. Nuestras luces de “bombillas” brillan demasiado —bromeó mientras empujaba a Gu Liwei hacia la puerta, despidiéndose de Mu Tian con un gesto.

Mu Tian no les hizo caso. Acurrucó al niño, le acarició el cabello y dijo sonriendo:
—No te preocupes, pequeño tonto. Solo necesito dormir un poco. Quédate conmigo, ¿sí?

El niño asintió con la cabeza apoyada sobre su pecho, su cabello suave rozándole la piel y haciéndole cosquillas.

—Si mi pequeño tonto me da un beso, seguro me curo más rápido —susurró Mu Tian.

El niño se incorporó enseguida y le besó la barbilla:
—¡Xiaoxiao da un beso, la enfermedad se va volando! —murmuró.

Mu Tian lo abrazó con fuerza, ya con los ojos cerrados.
—Mi pequeño tonto… tan bueno —murmuró antes de dormirse.

El niño bostezó, acurrucado contra él.

Él también tenía sueño.

Cuando los suaves ronquidos del pequeño llenaron la habitación, Mu Tian abrió los ojos, lo miró y sonrió. Lo cubrió bien con la manta antes de volver a dormir.

Durmieron hasta entrada la noche.

—¡Grrr! 

En la oscuridad, un sonido de tripas rompió el silencio.

—Bebé, pórtate bien, no despiertes a Tian Tian —susurró el niño, acariciándose el vientre con cara de pena. Tenía hambre.

—Bebé, tranquilo, cuando Tian Tian despierte comeremos algo rico —se consoló a sí mismo. Pero solo de pensarlo, se le hizo agua la boca.

De repente, Mu Tian, aún con los ojos cerrados, soltó una risa baja. ¿Podía haber algo más adorable? Claramente no era “el bebé” el que hacía ruido… ¡era su estómago!

El niño abrió mucho los ojos.
—¿Tian Tian, despertaste? ¿Ya estás bien? —Le tocó la frente, imitando lo que había visto hacer al “hermano de blanco” en el hospital, sin entender muy bien por qué.

Mu Tian lo miró y no pudo evitar sonreír. En realidad acababa de despertar: con el ruido del estómago del pequeño, ¿quién podría seguir durmiendo?

El niño parpadeó y dijo con total seriedad:
—Tian Tian, Xiaoxiao tiene hambre. ¡Y el bebé también!

Mu Tian rió y le tocó el vientre. Estaba redondito, no parecía vacío.

¿Y si de verdad… hubiera un bebé allí?

Se rió de sí mismo. ¡Qué tontería!

Se levantó y lo llevó a cenar.

El niño, hambriento, se comió seis tazones de arroz y una sopa de pollo antes de quedar satisfecho.

—Mu-ge, últimamente Xiaoxiao come muchísimo. ¿Está bien eso? —preguntó Gu Liwei con preocupación, mirando su vientre.

—El menos indicado para decir eso eres tú —replicó Mu Tian, pues Gu Liwei comía más que nadie. Pero aun así, estaba algo preocupado.

¿Y si comer tanto de repente le hacía mal?

Después de dormir, se sentía mucho mejor, con el cuerpo liviano y despejado.

Tras cenar, salió con el niño a caminar por el jardín. Los pollitos y conejos del pequeño ya estaban en su nido.

Era verano, y las estrellas brillaban con fuerza. En la ciudad no se veían tantas.

Después del paseo, el niño empezó a sentirse somnoliento.

Últimamente no solo comía más, también se cansaba con facilidad.

Justo como una persona embarazada… pensó Mu Tian, con una mueca.

Definitivamente estaba imaginando demasiado.

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