—Tiantian~— El niño, recostado en los brazos de Mu Tian, lo llamaba con total dependencia. Su rostro estaba tan arrugado por el dolor que parecía un pequeño panecillo; estaba pálido como una hoja, y el sudor había empapado su suave cabello negro, que caía en mechones sobre su frente.
—Tiantian, el bebé fue malo—. Con los labios fruncidos, el niño lo miraba con algo de resentimiento, aferrándose con fuerza a las manos de Mu Tian. Hoy el bebé no había sido nada bueno, le dolía mucho el vientre por su culpa.
Mu Tian estaba desesperado. Al verlo así, deseó poder tomar el dolor en su lugar; prefería sufrir él antes que quedarse mirando cómo el niño sufría.
Llenó su rostro de besos y lo consoló con voz suave:
—Pequeño tonto, aguanta un poco más. El bebé ya está por salir, cuando salga todo estará bien.
El niño parpadeó, el sudor le cayó a los ojos y le causó molestia.
—¿El bebé va a salir?— Cuando el dolor cedió un poco, logró respirar y acarició su vientre con curiosidad.
Mu Tian tomó su mano y asintió:
—Sí, porque el bebé ya creció y tiene que salir.
Aun así, el niño seguía con cara de agravio, y enseguida una nueva oleada de dolor lo hizo apretar la mano de Mu Tian con todas sus fuerzas, llorando con voz temblorosa:
—Tiantian, el bebé fue malo.
Mu Tian ya tenía la frente cubierta de sudor y lo consolaba una y otra vez:
—El bebé fue malo, cuando salga le voy a dar unas palmadas. Pequeño tonto, aguanta un poco más.
Luego gritó al médico junto a ellos:
—¿Todavía no está? ¡El pequeño tonto lleva más de una hora con dolor!
Jiang Yisheng no pudo evitar reír:
—¿Solo una hora? Hay gente que sufre todo un día y una noche sin poder dar a luz.
Con eso quiso decir: esto no es nada.
Al oírlo, Mu Tian se quedó pálido. Si el niño iba a seguir sufriendo por horas, ya se arrepentía. Si hubiera sabido que sería así, no habría permitido este embarazo. No podía soportar verlo sufrir tanto.
—¿No se puede hacer una cesárea? ¿Por qué tienen que esperar?— preguntó Gu Liwei, algo desconcertado. —¿No era un hombre? ¿Acaso puede dar a luz igual que una mujer? ¿Y una cesárea tarda tanto?
Las palabras lo dejaron helado a Jiang Yisheng.
Mu Tian también se alarmó. No había pensado en eso, pero al escuchar a Gu Liwei, notó que algo no encajaba. Su rostro, habitualmente sereno, se tornó furioso mientras miraba al médico:
—Jiang Yisheng, ¿no me digas que trataste al pequeño tonto como si fuera un experimento tuyo?
Como amigo suyo, sabía bien lo obsesionado que estaba con la medicina, y si se tratara de otro paciente no lo habría sorprendido… pero si se atrevía a usar a su pequeño tonto como sujeto de prueba, jamás se lo perdonaría.
El médico se tensó y soltó una risa forzada, bajando la mirada ante la mirada amenazante de Mu Tian:
—Yo solo tenía curiosidad… quería saber si un hombre daba a luz igual que una mujer..—. Su voz se fue apagando ante el creciente enfado de Mu Tian.
—Además… el parto natural es mejor para el bebé.. —murmuró, intentando justificarse.
Mu Tian inhaló profundamente, temiendo perder el control y golpearlo. Pero el parto de su pequeño dependía de él; no podía arriesgarse.
Con una risa helada y la voz llena de frialdad, dijo:
—Jiang Yisheng, confié en ti al dejar al pequeño tonto en tus manos. Jamás imaginé que harías esto. Eres todo un buen amigo, ¿eh?
Al ver que realmente estaba furioso, Jiang Yisheng se apresuró a decir:
—No fue mi intención. ¡Empecemos de inmediato! Enfermera Zhang, prepárenlo todo.
Mu Tian lo miró con dureza:
—Espero que no me decepciones.
El médico tragó saliva. No había querido lastimar a Mo Xiao, solo se había dejado llevar por su pasión por la medicina. Ahora comprendía que había ido demasiado lejos.
Está perdido… Mu Tian me va a matar, pensó con pavor.
Mu Tian quiso entrar a la sala de operaciones, pero el médico lo detuvo con firmeza:
—Si entras ahora, solo vas a estorbar. Estás demasiado alterado.
—¡Pero si no me ve, se asustará!— insistió Mu Tian. El niño le apretaba la mano con fuerza, y él se negó a soltarla. —No causaré problemas. ¿No confías en mí?
Sus ojos se entrecerraron con un brillo gélido, y su tono fue más una amenaza que una súplica.
Al final, Jiang Yisheng cedió. Ya lo había enfurecido bastante; si no lo dejaba entrar, seguro terminaría despellejado.
Antes de la anestesia, Mu Tian besó la frente del niño y le susurró:
—Pequeño tonto, cierra los ojos. Cuando los abras, todo habrá pasado.
Una hora más tarde, el bebé de Mu Tian y Mo Xiao nació: un robusto niño de seis jin y ocho liang, justo a la medianoche.
Cuando se escuchó su fuerte llanto, Mu Tian apretó la mano del pequeño con los suyos sudorosos, lleno de emoción.
Dos horas después, Mo Xiao recobró la conciencia. Mu Tian, que no se había apartado de su lado, fue el primero en notar que despertaba.
—Tiantian~—murmuró el niño con voz débil y confusa, pareciendo una pequeña ardilla perdida. Era tan tierno que daba ganas de reír.
Mu Tian le humedeció los labios con un hisopo y lo besó suavemente.
—Pequeño tonto, ¿te duele algo más?
El niño frunció el ceño y, con gesto lastimero, señaló su vientre.
—Barriguita… duele.
Luego recordó algo y frunció los labios, quejándose:
—El bebé fue malo… me dolió mucho.
Mu Tian, al ver que no sabía que el bebé ya había nacido, sonrió.
—El bebé ya salió de tu barriguita.
El niño se sorprendió y miró de inmediato su vientre. Antes redondo, ahora estaba plano.
—¿El bebé… ya no está?— exclamó con pánico, aferrándose a la mano de Mu Tian.
Mu Tian le acarició el cabello y lo tranquilizó:
—Tiantian te dijo que el bebé ya salió. Ahora está dormidito, igual que tú cuando te da sueño.
El niño frunció los labios y replicó:
—Xiaoxiao no duerme tanto.
Mu Tian se rió y le despeinó el cabello.
—Todavía es temprano. Duerme un poco más, pequeño tonto. Cuando despiertes, podrás verlo.
—¡El bebé! ¡El bebé!— El niño repitió entusiasmado, y cerró obedientemente los ojos.
—Xiaoxiao va a dormir ahora… así cuando despierte, verá al bebé.
Luego volvió a abrir los ojos de pronto y murmuró:
—Tiantian, tú también duerme.
Intentó moverse para dejarle espacio, pero Mu Tian, temeroso de que abriera la herida, lo detuvo enseguida, frunciendo el ceño. El niño, notando su molestia, lo miró con sus ojos húmedos y le habló en tono suplicante:
—Tiantian~ bésame, bésame~—
Mu Tian estaba completamente derrotado por él. Nunca habría imaginado que algún día alguien lo tendría tan completamente a su merced. Al ver la expresión del niño, ya no quedaba en él ni una pizca de enojo, solo una profunda ternura y felicidad.
Mu Tian le dio un beso en los labios fruncidos y, con una sonrisa resignada, le revolvió el cabello.
—De verdad no sé quién te enseñó esto. Cada vez que te enfadas, pides un beso.
El niño sonrió ampliamente, luego dio unas palmaditas en el espacio vacío a su lado, con los ojos brillando como estrellas.
—Tiantian, duerme.
Mu Tian dudó un poco. Le preocupaba aplastarle la herida si dormían juntos, pero ante esa mirada llena de expectativa, terminó cediendo.
Mientras no se durmiera profundamente, no pasaría nada.
Con cuidado, levantó la manta y se metió en la cama, colocándolo suavemente sobre su pecho, evitando tocar la zona herida.
El niño se durmió muy rápido. En la oscuridad, Mu Tian sentía el suave aliento cálido del pequeño sobre su pecho, y su corazón se llenó de una paz tibia.
Afuera, los copos de nieve caían silenciosamente del cielo. Mu Tian miró por la ventana, algo perdido en sus pensamientos.
Recordó que ese día era Año Nuevo. Justo un año atrás, él había regresado de la muerte a este mundo, y ahora tenía a su pequeño tonto… y también a su bebé.
Pensando en eso, sus labios se curvaron inconscientemente en una sonrisa. Sentía su cuerpo envuelto en una calidez reconfortante, como si flotara en agua tibia. Lentamente, cerró los ojos y se durmió.
A la mañana siguiente.
—¡Ah, míralo, qué lindo es!— La madre de Mu sostenía al bebé con expresión de pura alegría. Ella y la madre de Mo lo acunaban sin querer soltarlo. Era el primer nieto de la tercera generación; no había forma de que no lo consintieran hasta el extremo.
La habitación del hospital estaba prácticamente llena. Los seis hermanos de la familia Mo habían llegado, ni uno menos, junto con los padres de ambas familias. La habitación, que era bastante grande, ahora parecía estrecha, pero a nadie le importaba: todos querían ver al bebé.
—Tiantian~— El niño aún no había visto a su bebé, y estaba tan impaciente que tiraba de la ropa de Mu Tian sin parar.
Mu Tian le acarició la cabeza y se acercó a las madres.
—Mamá, pásenme al bebé. El pequeño tonto todavía no lo ha visto.
Aunque a la madre de Mu le costó separarse del pequeño, finalmente se lo entregó a su padre.
Mu Tian se sentó junto a Mo Xiao y acercó al bebé para que lo viera bien. Al ver a aquel pequeño arrugado como un monito, el niño frunció los labios y dijo con voz seria:
—El bebé es feo.
Y hasta arrugó la nariz con gesto de desagrado.
Decir que su nieto era feo, aunque fuera el propio padre del niño, ¡era demasiado!
La madre de Mu reaccionó de inmediato:
—Todos los recién nacidos son así. En unos días, cuando se le estire la carita, será gordito y precioso.
La madre de Mo añadió enseguida:
—Claro que sí. Este niño se parece a Xiao Xiao, seguro será otro joven guapo.
Mo Yan la contradijo al instante:
—Mamá, Xiao Xiao es adorable, no guapo. ¡No confundas ‘adorable’ con ‘guapo’! Eh, Mu Tian, pásame al bebé, quiero cargarlo.
Ahora que la relación entre Mu Tian y Mo Xiao ya era un hecho, y viendo cómo trataba a su hermano menor, la actitud de Mo Yan hacia él se había suavizado bastante.
—¡Oye, con cuidado, con cuidado!— gritó la madre de Mo al verlo moverse torpemente. Su corazón se le subió a la garganta.
Con mucho cuidado, Mo Yan tomó al bebé de los brazos de Mu Tian, pero al no saber cómo sostenerlo bien, terminó pasándoselo a Mo Yu.
Mu Tian los observó, viendo a los seis hermanos Mo rodear al pequeño con fascinación, y bajó la cabeza para besar suavemente a Mo Xiao.
Con esa escena delante, solo pudo pensar que debía tener cuidado… porque, con esa familia, su hijo seguramente acabaría convertido en un pequeño consentido.