⟦ Capítulo 12 ⟧

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Cuando Xie Anlan regresó a la mansión, el cielo ya se había oscurecido y la cena estaba servida en el salón principal.

Durante la comida, Lu Chengling mencionó discretamente el asunto de los libros obsequiados por el Emperador.

Xie Anlan dejó sus palillos, su expresión se quedó en blanco por un largo momento antes de reaccionar, se había casado ayer y hoy debería haber llevado a Lu Chengling al palacio para una audiencia imperial…

No era de extrañar que lo hubiera olvidado. Después de todo, esa ceremonia nupcial casi teatral de ayer realmente no le había importado.

Al reflexionar más profundamente, no solo había descuidado el matrimonio, sino que tampoco se había integrado verdaderamente a esta era, siguiendo aún con su mentalidad moderna.

O tal vez su subconsciente se resistía y rechazaba, pensando siempre que viajar en el tiempo era simplemente cambiar de lugar para vivir, que mientras él estuviera bien, todo estaría bien.

Por eso le importaba tanto ganar dinero. Como hombre moderno, tenía arraigado el concepto de que con dinero, podría vivir bien en cualquier parte.

Pero había olvidado que su identidad en este tiempo no era la de un hombre común, sino la de un príncipe. Aunque este príncipe actualmente estuviera en una mala situación, aparte de ser pobre y tener mala reputación, su estatus seguía siendo noble.

En esta dinastía donde el poder imperial era supremo, para alguien de alto rango, la pobreza realmente no era gran cosa.

Por ejemplo, si hoy hubiera ido al palacio con Lu Chengling, la Emperatriz Viuda, la Emperatriz y el mismo Emperador seguramente le habrían dado obsequios.

¿No habría sido eso mejor que el agotador trabajo de hoy para ganar dinero?

Cometió un error de mil millones en un instante.

Xie Anlan: —…

Cuando Xie Anlan terminó de reflexionar, en la mesa solo quedaba él. Lu Chengling ya había desaparecido sin dejar rastro.

Después de buscar en el dormitorio sin encontrar señal de él, Xie Anlan no tuvo más remedio que llamar al mayordomo Fu y preguntar. 

—¿Sabes a dónde ha ido Lu… la Princesa Consorte?

El mayordomo Fu sonrió. 

—Cuando Su Alteza no estaba en la mansión esta mañana, la Princesa Consorte y Chuyi prepararon su propio patio. Probablemente ya se hayan mudado allí.

Al escuchar esto, Xie Anlan se giró para ir a buscar a Lu Chengling, sin notar la sonrisa significativa del mayordomo Fu a sus espaldas.

Aunque la mansión del Príncipe Chen estaba en decadencia, en la estructura vacía aún podía verse el esplendor pasado.

Xie Anlan dio vueltas por el patio trasero, buscando durante un buen rato hasta encontrar el patio donde vivía Lu Chengling. Calculó que casualmente era el más alejado de su propio dormitorio…

Como aún no había sirvientes en la mansión, no había nadie vigilando fuera del patio, por lo que Xie Anlan entró con toda tranquilidad.

Dentro de la habitación solo había una vela encendida, creando una luz tenue que dificultaba ver con claridad. Tampoco se escuchaba ningún ruido, sin saber si estaba dormido o no.

Xie Anlan sacó algo de su pecho, lo colocó en el suelo frente a la puerta, golpeó suavemente la puerta sin molestar y se marchó.

Lu Chuyi todavía estaba ayudando a Lu Chengling a ordenar la ropa de cama cuando escuchó el sonido. Curioso, abrió la puerta. No vio a nadie, pero en el suelo frente a la puerta había un pequeño frasco de porcelana blanca que, bajo la luz de la luna, parecía translúcido y cristalino.

—¿Qué ocurre?—. Lu Chengling, de pie bajo la luz de las velas mientras hacía inventario de los escasos suministros, preguntó suavemente al ver a Lu Chuyi paralizado junto a la puerta.

—Nada, no sé quién nos ha dejado un frasco de porcelana—. Lu Chuyi recogió el frasco, cerró la puerta con un gesto casual y se lo pasó a Lu Chengling.

Lu Chengling lo tomó, destapó el frasco y lo acercó a su nariz para olerlo ligeramente, mientras en sus ojos brillaba un destello de sorpresa. 

—Es un polvo medicinal de la Farmacia Qingnang.

Giró el frasco varias veces y, efectivamente, vio en el fondo el distintivo característico de Qingnang.

Los ojos de Lu Chuyi brillaron. 

—¡Seguro que el Príncipe vio hoy las heridas que el ganso te hizo en la mano y te lo compró especialmente!.

Lu Chengling alzó su mano derecha, desenrolló el vendaje colocado descuidadamente y contempló las alarmantes cicatrices. Con indiferencia, dijo:

—Son solo unas pequeñas heridas, no merecen la buena medicina de Qingnang. Guárdalo, mañana se lo devolveremos al Príncipe.

—¡No! No hay razón para devolver un regalo. Además, ahora eres la Princesa Consorte, ¿no es natural que el Príncipe te dé obsequios y se preocupe por ti?—. Lu Chuyi, con rápidos reflejos, arrebató la medicina y aplicó el polvo en las heridas de Lu Chengling.

—No es lo mismo. Este título de Princesa Consorte no es más que…— No era más que un nombre vacío.

Antes de terminar de hablar, interrumpió abruptamente sus palabras. Negó con la cabeza y guardó silencio.

—Joven maestro, no pienses demasiado. ¿Acaso prestar dinero, pagar las deudas del Príncipe y sufrir heridas no merecen un frasco de medicina de diez taels?—. Lu Chuyi, tras aplicar la medicina y ver a su señor callado, intentó consolarlo.

—Mmm—. Lu Chengling respondió con la mirada baja.

Esa noche, Xie Anlan, con preocupaciones en su corazón, no durmió bien y se despertó temprano. Más tarde fue al patio de Lu Chengling para discutir algunos asuntos.

Pensaba que aún estaría durmiendo y que tendría que esperarlo un rato, pero grande fue su sorpresa al ver, nada más entrar en el patio, a un joven grácil blandiendo una rama seca bajo un árbol amarillento.

Elegante como cisne asustado, grácil como dragón serpenteante.

Estas dos frases aparecieron instantáneamente en la mente de Xie Anlan. Aunque originalmente describían a una mujer, no sintió ninguna incongruencia. Solo que aquella rama torcida resultaba algo desagradable a la vista.

—Si pudiera cambiarse por una espada sería mejor— pensó Xie Anlan, sin saber cómo se le escapó el comentario.

Al escuchar su voz, Lu Chengling detuvo sus movimientos y respondió jadeando levemente. —Solo son unos movimientos al azar, no es necesario una espada. Su Alteza es muy considerado.

—Ah— Xie Anlan no insistió en el tema. Para romper el silencio, señaló el vendaje en la mano izquierda de Lu Chengling. 

—Eh… ¿tu herida ha mejorado?

Lu Chengling siguió la mirada de Xie Anlan hacia su mano derecha y sonrió. 

—Debo agradecer a Su Alteza por la medicina que envió. Tras una noche, las heridas ya han formado costras.

—No me lo agradezcas. Considéralo como pago de intereses por el préstamo— Xie Anlan agitó la mano, rehusándose a aceptar el agradecimiento.

—Bien— Lu Chengling no insistió, aceptando su respuesta.

Xie Anlan respiró aliviado y expuso su propósito. 

—Ayer no fuimos al palacio y quiero que me acompañes…

—Su Alteza, espere un momento y permita que Chengling cambie su vestimenta—. Como si leyera sus pensamientos, Lu Chengling supo qué hacer antes de que Xie Anlan terminara de explicar.

Xie Anlan paseó tranquilamente por el patio. Para poco después, escuchar el tintineo de joyas, alzar la vista y quedar atónito, la figura ante él no parecía humano, sino un inmortal caído al mundo mortal.

—Su Alteza, esto es para usted—. Como si no notara su reacción, Lu Chengling sostuvo un atuendo similar al que llevaba puesto.

—¿De dónde salió?— recuperándose de su asombro, Xie Anlan miró perplejo la ropa.

—Debe haber sido preparado por el Ministerio de Ritos. Lo encontré en uno de los baúles de la dote— explicó Lu Chengling.

—Ya veo— Xie Anlan no cuestionó más y tomó la ropa para cambiarse.

Cuando terminó de vestirse, el cielo estaba completamente iluminado. Ató su cabello largo descuidadamente y ansioso, tomó a Lu Chengling para salir de la residencia.

Apenas cruzaron la puerta, vieron un carruaje esperando frente a la mansión, con Lu Chuyi junto a los caballos.

—¿Lo preparaste tú?— Ya dentro del carruaje, Xie Anlan aún se sentía como en un sueño. Esta sensación de que todo estaba resuelto sin su intervención le producía una extraña inquietud.

—Fue solo coincidencia. Por casualidad, Chuyi salió a hacer unos recados esta mañana y trajo de paso un carruaje— Lu Chengling negó con la cabeza y, señalando el cabello de Xie Anlan, cambiando de tema. 

—Su Alteza, ¿permite que Chengling le recoja el cabello de nuevo?

Xie Anlan miró hacia abajo los mechones que aún caían sobre sus hombros y dijo con algo de vergüenza. 

—Entonces te molestaré.

Lu Chengling sonrió sin hablar, quitó con naturalidad la cinta del cabello de Xie Anlan y con dedos suaves y movimientos pausados, peinó mechón por mechón. Luego sacó de su manga la horquilla de jade que solía llevar en su propio cabello y la usó para recoger el de Xie Anlan.

—Su Alteza, listo.

Con los vaivenes del carruaje y las manos de Lu Chengling moviéndose entre sus cabellos como un masaje, Xie Anlan sintió un alivio inmediato en su cuero cabelludo, lastimado por días de peinados descuidados. Estaba tan cómodo que casi se quedó dormido.

Al oír la voz de Lu Chengling, alzó la vista aturdido.

—¿Hemos llegado?

—No…— Lu Chengling iba a negar con la cabeza cuando quedó paralizado ante el rostro ahora visible de Xie Anlan.

—Su Alteza debería recogerse el cabello más a menudo.

En el pasado, Xie Anlan siempre lo ataba descuidadamente, con mechones sueltos cubriendo medio rostro, lo que le daba un aspecto desaliñado.

Ahora, con el cabello recogido, su perfil angular quedaba al descubierto, mostrando claramente sus facciones: cejas como espadas, ojos estrellados, una presencia tan noble como el jade y el oro. Era evidentemente un joven noble, apuesto y distinguido.

—Me gustaría, pero soy torpe con las manos— Xie Anlan extendió las palmas con un gesto desvergonzado.

—Entonces, cuando Su Alteza lo necesite, puede recurrir a Chengling— Lu Chengling sonrió.

—Bien— Xie Anlan aceptó de inmediato. Ya tenía tantas deudas con Lu Chengling que una más no importaría.

Sentado fuera del carruaje, Lu Chuyi, que había escuchado sin querer, frunció los labios con desdén.

¡Qué coincidencia ni qué nada! Claramente había sido su joven maestro quien, al amanecer, le había ordenado que después de sus diligencias comprara un carruaje para el regreso al palacio. A esa hora ni siquiera habían abierto los establecimientos de caballos, y solo tras mucha insistencia logró adquirirlo. ¡Y ahora su señor lo describía con tanta superficialidad!

Apenas habían pasado dos días desde la boda, y ya está regalando dinero, regalando carruajes, ¡y ahora hasta haciendo personalmente labores de sirviente! En el futuro probablemente quedaría completamente atrapado por el príncipe. ¿Qué podía hacer entonces?

Mientras Xie Anlan y Lu Chengling se apresuraban hacia el palacio, la entrada de la Mansión del Marqués de Weiyuan bullía de actividad.

La normalmente impecable entrada principal ahora mostraba un montón de tierra podrida y tejas rotas apiladas grotescamente, haciendo que los transeúntes se volvieran a mirar y señalaran entre murmullos. El mayordomo, alarmado, informó inmediatamente a la señora de la mansión.

Fang Ru, al ver el montón de objetos, comprendió al instante que era obra de Lu Chengling. Todos esos artículos eran parte de la dote que ella misma había preparado para Fu Yunwan. Pero ¿qué podía hacer? El cálculo de la mansión del Marqués para enviar al primo como regalo de bodas ya se había difundido por toda la ciudad tras un día de rumores. Era natural que tomaran represalias, ¡y además ella misma había sido quien lo subió al palanquín nupcial! Ni saltando al río Yan podría limpiar esta mancha.

—Límpienlo todo—, ordenó Fang Ru conteniendo su furia. 

El mayordomo rápidamente reunió a varios sirvientes para limpiar.

Con rostro sombrío, Fang Ru regresó a las habitaciones interiores y dijo a sus acompañantes.

 —Dispongan que Fu Yunwan me envíe cien copias manuscritas de sutras budistas cada mes. Si tanto decía que no quería casarse y deseaba quedarse a servirme, ¡pues que demuestre cuán sincera es su piedad filial!


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