⟦ Capítulo 8 ⟧

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En plena noche, en el Pabellón Luanfeng del palacio imperial, una tenue lámpara de aceite seguía encendida. Su luz titilaba en la vasta sala, apenas iluminando las sombras de sus ocupantes.

Bajo la lámpara se sentaba una joven pareja. El hombre, de rostro sereno y apariencia imponente, aparentaba unos veintisiete o veintiocho años. Vestía una túnica negra bordada con dragones dorados y sostenía un memorial en la mano, reclinado sobre una mesa larga. A su alrededor emanaba una autoridad majestuosa que no necesitaba de palabras.

La mujer, de semblante dulce, se apoyaba junto a su esposo mientras cosía bajo la luz anaranjada que caía sobre su vestido blanco, acentuando su belleza.

—Es tarde, no sigas. Dañarás tus ojos—, dijo el emperador Xie Cangming después de revisar los memoriales. Al volverse, vio el perfil de la emperatriz Ran Ruyan inclinado sobre la ropa que remendaba, y su corazón inquieto encontró alivio.

—No importa. Su Majestad está preocupado, y yo no tengo nada mejor que hacer. Así lo acompaño—, respondió Ran Ruyan con una sonrisa serena.

Ella y el emperador habían crecido juntos, compartiendo un profundo afecto mutuo desde niños. Sabía perfectamente cuán afligido estaba él en ese momento.

Xie Cangming no ocultó sus sentimientos ante ella. Sus ojos afilados escondían una pizca de desolación. —El invierno llega… y las tribus de las llanuras avanzan de nuevo hacia el sur.

Ran Ruyan dejó rápidamente su aguja e hilván, extendiendo sus delicados dedos para tomar la fría mano de Xie Cangming. Sus ojos brillantes pasaron por los memoriales que exigían fondos para el ejército y preguntó con suavidad: 

—¿Su Majestad está preocupado por la falta de plata?

Xie Cangming frunció el ceño. 

—La residencia del marqués acaba de enviar cien mil taels, lo que alivia la urgencia. Pero el matrimonio del séptimo hermano…

Al pensar en Xie Anlan, se masajeó las sienes con fastidio. 

—Bueno, bajo el poder imperial no hay cabida para los lazos familiares. Tal vez sea mejor así.

—El séptimo príncipe entenderá—, consoló Ran Ruyan, sintiendo cómo la mano de Xie Cangming apretaba la suya con más fuerza.

—Ojalá.

Finalmente, en el Pabellón Luanfeng solo resonó esa frase cargada de resignación.

 

——— ▪ ◆ ▪ ———

 

Al día siguiente, al amanecer, el mayordomo Fu abrió las puertas de la residencia del Príncipe Chen y encontró a un joven de quince o dieciséis años, vestido como sirviente, sonriéndole desde la entrada.

—Buenos días, señor mayordomo. Vine a buscar a mi joven maestro—, dijo el muchacho, su rostro enrojecido por el frío. Cada palabra suya venía acompañada de un vaho blanco, pero su actitud alegre y sus ojos risueños lo hacían simpático.

El tío Fu, inusualmente de buen humor, preguntó: 

—¿Quién es tu joven maestro?

—Mi joven señor se apellida Lu. Anoche, la gente de la mansión del marqués dijo que Su Majestad había emitido un decreto para casarlo con el Príncipe Chen. Ahora es el consorte del príncipe—, respondió el sirviente con una sonrisa radiante.

—¡Vaya! ¿Quieres decir que pasaste toda la noche afuera? ¿Por qué no llamaste a la puerta?—, exclamó el tío Fu, sorprendido, invitándolo a entrar de inmediato.

—Era tarde, no quise molestar su descanso. Además, soy joven, aguanto un poco de frío sin problema—, dijo el muchacho, observando la residencia del Príncipe Chen mientras conversaba animadamente con el tío Fu.

Con cada palabra amable, logró que el mayordomo se riera de felicidad, hasta que finalmente lo llevó a los aposentos nupciales de Xie Anlan y Lu Chengling.

Para entonces, Lu Chengling ya estaba despierto, practicando movimientos con una rama seca en el patio. Su cuerpo se deslizaba como las nubes y el agua, mientras sus pasos cortaban el viento, levantando las hojas caídas que bailaban a su alrededor.

—¡Joven maestro!—, gritó el sirviente, emocionado al verlo.

—Chuyi, has llegado— Lu Chengling dejó la rama y asintió con una sonrisa hacia Lu Chuyi.

Al ver que el joven era efectivamente un sirviente del consorte, el mayordomo Fu no hizo más preguntas y se retiró para ocuparse de sus asuntos.

—Joven maestro… ah, no, ahora debería llamarlo princesa consorte—, bromeó Chuyi con una sonrisa juguetona.

—Mejor dejémoslos como antes—, respondió Lu Chengling, recordando las palabras de Xie Anlan la noche anterior y negando con la cabeza el nuevo título.

—Como ordene— Chuyi dejó de inmediato su actitud despreocupada y adoptó una expresión más discreta.

—¿Qué pasó en la mansión del marqués después de que me fui?—, preguntó Lu Chengling, sentándose en un bloque de piedra en el patio después de quitar las hojas caídas.

—Cuando la marquesa descubrió que la prima mayor había conspirado contra el joven maestro, estalló en furia. Fue al palacio y, al regresar, envió a la prima mayor de inmediato al Templo Baishui en Qingzhou, diciendo que rezara por el marqués durante cinco años—, explicó Chuyi con detalle.

—¿Cinco años?— Lu Chengling se sorprendió. —No pensé que mi tía fuera tan severa. A los veintitrés años, a la prima mayor le será difícil encontrar un buen matrimonio. ¿Acaso ella aceptará esto?

—Quién sabe— Los ojos de Chuyi brillaron con suspicacia. Tenía la sensación de que la prima mayor no sería una persona dócil.

—Ah, ¿mi tía mencionó algo sobre mí?—, preguntó Lu Chengling, bajando la mirada como si no le importara.

—La marquesa no dejó ningún mensaje para el joven maestro—, negó Chuyi con desánimo.

—Entiendo— La voz de Lu Chengling sonó apagada. Una brisa pasó, depositando una hoja sobre su hombro, y su figura delgada pareció aún más solitaria.

—Joven maestro, en realidad, casarse con la mansión del Príncipe Chen no es tan malo—, dijo Chuyi, cambiando de tema al notar su melancolía. —Anoche investigué por la capital. Aunque el príncipe tiene fama de ser un adicto al juego que malgastó su fortuna, precisamente por eso, aparte de un mayordomo y un contador enfermo, no hay nadie más en la residencia. ¡El joven maestro puede tomar el control de la mansión desde el primer día!

—Además, ¿no ha querido expandir los negocios en la ruta del noroeste? Con el título de princesa consorte del Príncipe Chen, no solo podemos ampliarlos, sino también vender mercancías directamente en la capital.

—En cuanto a su adicción al juego, es fácil: abrimos una casa de apuestas en la ciudad y lo mantenemos entretenido.

—Y ahora que el joven maestro es consorte, puede usar aquellos objetos del almacén que antes no cumplían con los reglamentos. En resumen, los beneficios superan las desventajas.

Chuyi sabía que era un hecho irrevocable que con el decreto imperial, su maestro ya era la princesa consorte del Príncipe Chen. Así que lo único que podía hacer era convertir esta residencia que todos evitaban, en un lugar ventajoso para él.

Lu Chengling negó con la cabeza. 

—Tus cálculos son astutos, pero el Príncipe Chen no es alguien que puede ser manipulado. Deja esas ideas y quédate tranquilo en la residencia.

Tras su breve interacción de la noche anterior, Lu Chengling estaba seguro: Xie Anlan no era para nada el hombre simple que aparentaba ser. Si alguien intentaba aprovecharse de él basándose en los rumores, acabaría siendo devorado sin dejar rastro.

Chuyi se quedó atónito. ¿Acaso todo lo que había escuchado sobre el príncipe era una fachada?

¡Entonces el Príncipe Chen era mucho más astuto de lo que parecía!

—Así que no subestimes a nadie. Si hasta tú puedes pensar en esas artimañas, ¿cómo sabes que otros no las habrán considerado también?

 

——— ▪ ◆ ▪ ———

 

Cuando Xie Anlan despertó, la luz del día ya entraba por la ventana y la persona con quien había compartido la cama la noche anterior había desaparecido. Bostezó, parpadeó para despejarse y recordó que hoy debía encontrar la manera de ganar dinero para comprar las medicinas de Lu Chengling. Con esfuerzo, se liberó del cálido abrazo de las mantas.

Al abrir la puerta, el viento frío lo golpeó y, de repente, recordó que tenía un sistema de intercambio similar a un ‘Taobao’.

Cerrando rápidamente la puerta, abrió el sistema y seleccionó un artículo al azar para comprar.

Como era de esperar, apareció el mensaje: ‘Saldo insuficiente’, pero esta vez, debajo, había una nueva notificación:

【Saldo actual: -1111.】

Xie Anlan se quedó perplejo. 

—¿Cómo pasó de ‘saldo insuficiente’ a directamente tener saldo negativo?

Después de investigar un rato, se dio cuenta de que el sistema no hablaba ni ofrecía explicaciones. Todo dependía de su propia intuición. Decidió no obsesionarse con el saldo negativo y fue a la cocina, donde tomó dos bollos fríos. Masticándolos lentamente, se dirigió al salón principal.

Antes de entrar, un delicioso aroma a carne lo envolvió. Al cruzar el umbral, vio a Lu Chengling a quien había asumido tan pobre como él, sentado frente a un tazón de congee de cordero, comiendo con calma, mientras un sirviente lo atendía.

Xie Anlan miró los bollos duros e insípidos en su mano y, de repente, perdió el apetito.

—Alteza, mi sirviente recuperó la bolsa de dinero que dejé en la residencia del marqués—, explicó Lu Chengling con amabilidad.

—Ah.— Hubiera preferido que no lo explicara.

Creía que ambos estaban en la misma situación difícil, pero resulta que el único pobre era él.

Esa sensación era realmente…

Xie Anlan masticó mecánicamente los bollos, recordando los manjares que solía disfrutar en el pasado.

Mentalmente repetía. No lo veas, no lo veas, no lo veas.

—Su Alteza, ¿le importaría ayudarme a terminar esto?—, Lu Chengling, al ver que Xie Anlan seguía cabizbajo masticando su frío bollo sin siquiera mirar el tazón de carne y congee que tenía frente a él, terminó su propia porción en tres bocados y empujó el cuenco grande con lo restante hacia él.

—¿Oh? ¿Ya estás lleno?—, preguntó Xie Anlan, sorprendido. Lu Chengling apenas había tomado un tazón pequeño, menos que lo que comería un gato.

—Sí. Hoy no tengo mucho apetito, quizás por el veneno que aún no se ha eliminado del todo— Se frotó el estómago, fingiendo incomodidad.

—Entonces… no seré cortés— Xie Anlan no tuvo reparos. Sin importarle que fuera lo que sobró, tomó el tazón y comenzó a comer con gusto.

El primer bocado de ese congee salado, fragante y aún tibio casi lo hizo llorar de emoción.

Llevaba tres días sin probar algo caliente, y mucho menos un plato tan sabroso. Sintió que su estómago, adormecido durante días, volvía a la vida.

Al ver que Xie Anlan devoraba el congee, Lu Chengling se levantó para retirarse, pero se detuvo. —Por cierto, Alteza, ya envié a Chuyi a comprar las hierbas que recetó el médico ayer. No hace falta que se moleste en ir.

Xie Anlan, con la boca llena, sintió una oleada de gratitud.

¡Qué compañero tan considerado!

Mientras tanto, Chuyi, detrás de Lu Chengling, abrió los ojos desmesuradamente, asombrado de cómo su maestro que nunca mentía, acababa de hacerlo sin inmutarse.

¿Sin apetito? ¡Su señor solía comer dos tazones enteros de congee!

¿Comprar medicinas? ¡Lo único que había comprado hoy era el congee!

—Alteza, disfrute su comida— Lu Chengling, incómodo bajo la mirada escrutadora de Chuyi, se puso de pie para irse.

—Espera—— Xie Anlan terminó el último sorbo, eructó y lo detuvo.

—¿Alteza necesita algo más?

—Ya que no te falta dinero… ¿me prestarías un poco más de plata?—, preguntó sin vergüenza.

Lu Chengling: —…


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