Capítulo 2

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Por la noche, en los cuartes del oeste, a cien li fuera de la capital.

Zhong He, Comandante del Cuartel Ruifeng, salió en persona a saludar a su grupo. Xiao Xun se adelantó para saludarle. Antes de que terminara de saludarle, Zhong He ya le había echado a un lado.

Saltó impaciente hacia el carruaje y se agachó para hacerle una reverencia. “¡Este subordinado, Comandante del Cuartel Ruifeng Zhong He, presenta sus respetos al General Fu!”. El Cuartel Ruifeng ocupaba el primer lugar entre los cinco cuarteles principales de la capital. Zhong He era un oficial de tercera clase, ya una posición muy alta, pero su actitud hacia el marqués de Jingning era respetuosa en extremo.

Una mano envuelta en vendas empujó para abrir las cortinas. Un denso olor medicinal salió lentamente. Fu Shen no llevaba armadura. Sólo se había cubierto con una túnica. Tenía el pecho y los brazos cubiertos de vendas, y una manta, que le llegaba hasta los pies, le cubría las piernas. Tenía la cara pálida, los labios descoloridos y el pelo suelto. Parecía vivir de un solo aliento, tan frágil que un viento lo derribaría.

Fu Shen asintió en señal de saludo. “Comandante Zhong, confío en que has estado bien desde la última vez que nos separamos, me cuesta moverme y no puedo levantarme a saludarles”.

Zhong He ya había oído que había sido gravemente herido y que no podía caminar, pero no había esperado que sus heridas fueran tan graves. Originalmente, no había dado crédito especialmente a los rumores de que “Fu Shen está realmente lisiado”, pero viéndolo con sus propios ojos, no había lugar para la incredulidad. Con la apariencia actual de Fu Shen, por no hablar de la recuperación de su condición original, parecía que incluso vivir de forma estable durante algunos años representaba un problema.

La visión de Zhong He se oscureció. Se sentía helado de pies a cabeza. En su dolor, incluso la forma de dirigirse a él cambió. “Jingyuan, tus heridas… Tú…”

Fu Shen oyó que su voz se apagaba con un temblor, y que el borde de sus ojos se enrojecía, como si Fu Shen no sólo hubiera sido herido, sino que estuviera a punto de abandonar este mundo mortal al momento siguiente. Las comisuras de los labios de Fu Shen se movieron. Con un suspiro, dijo: “Gracias por su solicitud, Comandante Zhong. Realmente sólo tengo las piernas heridas. No es mortal. Ah, Chong- shan, ve a por un pañuelo, ayuda al Comandante Zhong a secarse esas lágrimas”.

Zhong He había servido en el ejército de Yuanzhou en sus primeros años y había conocido a Fu Tingzhong y Fu Tingxin. Realmente estaba a medio camino de ser el mayor de la familia de Fu Shen. Desafortunadamente, desde que asumió el control sobre la caballería de Beiyan, Fu Shen había estado siempre holgazaneando en el norte, poco dispuesto a volver. Sus intercambios con viejos amigos de la generación de su padre habían disminuido por grados.

Pero ahora, gravemente herido, delgado y pálido, su aspecto hizo que Zhong He, de repente, dejara de lado su posición y recordará sólo al muchacho de espíritu alegre que en años anteriores siempre había ido detrás de Fu Tingxin en el ejército. Considerando además que estaba solo en el mundo, con sus padres muertos y sin hijos que lo cuidaran, sin siquiera un amante a su lado que lo ayudara, con una discapacidad que era improbable que sanara pronto, Zhong He sintió tristeza . “Todo se debe a nuestra incompetencia. No pudimos evitar que fueras al campo de batalla en ese entonces, lo que ha provocado el desastre actual. ¿Cómo me enfrentaré a tu padre y a tu tío en el inframundo?”

“Comandante Zhong.” Fu Shen, dolorido, se apoyó en la pared del carruaje. “No mencionemos acontecimientos que ya han pasado. Estoy bien, no hay necesidad que te aflijas demasiado”.

De principio a fin, se había negado a llamarle “tío”. Zhong He estaba por una parte abatido, y por otra sentía que Fu Shen era realmente duro de corazón. Ya era tarde, y el grupo de Fu Shen tenía prisa por entrar en la capital, así que los dos se despidieron. Los jinetes de Beiyan cambiaron de caballo y continuaron su galope hacia la capital, apenas entraron en la ciudad antes de que se cerraran las puertas.

La última vez que Fu Shen había vuelto, había sido hacía tres meses. La capital no había cambiado de como era antes: había luces, animación y bullicio por todas partes. Los soldados de Beiyan que viajaban con él, sin embargo, iban muy poco a la capital. Miraban constantemente a su alrededor mientras caminaban, y su avance se ralentizaba poco a poco. La visión de ellos caminando por la calle era realmente, demasiado llamativa. Fu Shen se lo pensó, luego le hizo una seña a Xiao Xun y le ordenó en voz baja: “Llévame de vuelta a la mansión ahora, luego llévalos a dar un paseo. No te prostituyas, no juegues, no causes problemas, y anota los gastos en mi cuenta. Anda.”

Xiao Xun se opuso sin siquiera pensarlo. “¡Cómo podríamos!”

“Haz lo que te digo.” La energía de Fu Shen parecía estar disminuyendo. Su voz era muy baja. Pero hablaba tan insolentemente que a uno le picaban las manos para darle una paliza.

“Xiao Chongshan, si sigues revoloteando a mi alrededor, destruirás mi reputación-si no puedo casarme, serás tú quien actúe de hijo filial junto a mi cama en el futuro.”

“Yo… “

Xiao Xun no podía ganar contra este general canalla. Todo lo que pudo hacer fue dar un tímido asentimiento.Atravesando un pequeño callejón, llegaron a una calle ordenada.

Esta zona estaba llena de mansiones de personas meritorias y adineradas. Todo pabellones elevados y vívida pintura cinabrio, de porte imponente, más tranquilas que las casas de la gente corriente.

La mansión del marqués de Jingning estaba situada en la esquina noreste. El viejo criado que cuidaba la casa, bajó el umbral y dio la bienvenida al carruaje a través de la puerta. Los criados esperaban en el patio. Al ver salir a su amo a lomos de su subalterno, todos se callaron y permanecieron vacilantes, sin atreverse a dar un paso al frente.

Fu Shen, se había mudado de la Mansión del Duque de Ying para vivir aparte pronto, cuando fue nombrado marqués. No le importaba nada esta gran casa. Los criados eran todos débiles y su madrastra Madam había reunido sirvientes de su casa y los había enviado allí para que él los utilizara; de esto hacía ya cuatro o cinco años.

Fu Shen se ausentaba a menudo, y no había afecto entre él y los criados. Cada vez que conseguía volver a casa para una breve estancia, éstos se quedaban como ratones al ver un gato, agazapados en la cocina trasera y en las dependencias de los criados. A menos que fuera inevitable no salían para obstruirle la vista.

Por suerte, aunque los criados le temían, no habían descuidado las tareas domésticas. Xiao Xun cargó a Fu a la espalda hasta el dormitorio, pidió agua caliente a los criados, le quitó la túnica exterior y le limpió las manos y la cara, y le ayudó a sentarse en la cama.

Una vez arreglado, Fu Shen instruyó a Xiao Xun. “Ponte a trabajar. Haz que te dejen una puerta abierta esta noche. Hay habitaciones laterales por todo el patio trasero, duerme donde quieras. Perdóname por ser un anfitrión poco atento”.

Al ver una expresión de cansancio que apenas podía ocultarse en su rostro, Xiao Xun no dijo nada más. Se marchó con tacto.

La píldora de esta tarde tenía un poderoso efecto soporífero. Con el fin de hacer frente a la multitud en el cuartel de la capital, Fu Shen había resistido, sin dormir en el camino. Ahora, por fin, ya no podía aguantar más. Prácticamente tan pronto como Xiao Xun había cerrado la puerta y se había marchado, cayó de lleno en un sueño vertiginoso.

El viejo criado escuchó un rato junto a la ventana con los oídos aguzados, hasta que oyó respiraciones largas y uniformes procedentes del interior, momento en el que, de puntillas y aferrado a la pared, salió del patio interior e hizo que la cocinera preparara unas gachas y unos bocadillos fáciles de digerir y los mantuviera calientes en el fogón para cuando su amo despertara.

Fu Shen había viajado ligero y había entrado abiertamente en la capital. Las noticias llegaron rápidamente al palacio y a oídos de los cortesanos. Pero en ese momento no debía haber nadie que viniera a hacerle una visita, así que el viejo sirviente, después de despedir a Xiao Xun y a los demás, cerró la puerta principal, dejando sólo abierta una puerta lateral. Pero cuando Fu Shen llevaba dormido menos de dos horas, de repente, unos golpes urgentes y contundentes llegaron desde el exterior de la mansión del Marqués de Jingning.

El portero no se atrevió a despreciar a quienquiera que fuera. Se apresuró a entrar para informar de su presencia. El viejo criado, el único en la casa que podía tomar una decisión, llegó a toda prisa, arrastrando sus poco ágiles piernas. Se asomó y se quedó estupefacto ante la multitud que había fuera, hombres vestidos de negro con espadas colgando de la cintura a horcajadas sobre grandes caballos. Tembló de terror. “Podría… podría atreverme a preguntar, caballeros…”

La multitud se separó automáticamente y la atravesó un hombre alto, que detuvo su caballo a la luz de la sombra del alero. Al instante, el estampado de nubes de su vestimenta azul oscuro, centelleó como el agua que fluye; los caballos celestiales bordados en plata en la espalda de su túnica exterior agitaron las alas como si estuvieran listos para emprender el vuelo. La luz de la luna y de los faroles iluminaban un bello rostro de ojos sonrientes y labios finos.

“No hay que asustarse, abuelo”. Asintió cortésmente con la cabeza a modo de saludo, pero su tono y sus maneras eran indudablemente orgullosos y auto importantes. “El Investigador Imperial Yan Xiaohan de la Guardia Feilong, actuando bajo las órdenes de Su Majestad, viene a propósito para traer a un médico de renombre para examinar las heridas del Marqués de Jingning. Por favor, anuncie mi llegada”.

El viejo sirviente no podía distinguir los colores de las túnicas oficiales, pero había pasado décadas como sirviente en dos residencias nobles. Estaba muy familiarizado con el nombre “Yan Xiaohan”. Su corazón dio un vuelco. Se detuvo y dijo: “Bueno, mi amo ha tenido un largo viaje y está herido. Ya se ha ido a dormir. Su Señoría, ¿por qué no…?”

La Guardia Feilong siempre había sido perentoria en sus acciones, como bien sabían la corte y los comunes, raros eran los que se atrevían a interponerse en su camino. Yan Xiaohan dirigió al sirviente una mirada altiva desde lo alto. La mano que sujetaba las riendas estaba pálida y demacrada. Tenía la manga remangada, lo que dejaba ver un pequeño trozo de muñequera de hierro forjado helado. Con una sonrisa que no era tal, preguntó: “¿Qué, tienes mucho miedo de que vea a tu señor marqués, abuelo?”.

Tenía razón.

Esto no era ningún secreto en la capital. El Comandante del Cuerpo Izquierdo de Shenwu, el Investigador Imperial Yan Xiaohan, de la Guardia Feilong, era el ministro con más autoridad que la capital había visto en los últimos años. También era el lacayo de la corte, a quien todos deseaban evitar: los ojos y oídos del emperador. Peor aún, él y el marqués de Jingning eran naturalmente opuestos. Llevaban mucho tiempo enfrentados, un par de enemigos jurados inquebrantables. Se decía que cada vez que se encontraban, estallaba una pelea; ni siquiera el emperador podía detenerlos. Este mismo año, hace tres meses, en la corte matutina, debido a las opiniones divergentes sobre el envío por la corte de observadores del ejército a todos los puntos, se habían pasado una hora burlándose el uno del otro, sin palabrotas, delante de todos los ministros, y casi habían llegado a las manos allí mismo. El emperador se había enfadado tanto que había golpeado su tintero y les había descontado medio año de sueldo a cada uno, y luego había perseguido rápidamente a Fu Shen hasta la frontera norte antes de dejarlo ir definitivamente.

Las fortunas suben y bajan. Ahora Fu Shen había vuelto herido a la capital, mientras que Yan Xiaohan seguía siendo de alto rango y poderoso. Él albergará resentimiento privado, ¡cómo podría su Señor Marqués soportarlo en su condición!

El viejo criado estaba ansioso. Había terror en su rostro. “No me atrevería. Es sólo que nuestro Señor Marqués realmente no puede soportar ninguna emoción. Espero que Su Señoría sea indulgente”.

Mientras hablaban, Yan Xiaohan había inspeccionado la Mansión del Marqués de Jingning. El patio estaba ordenado y desolado. Se veían señales del cuidado de los sirvientes, pero aún así parecía desierto. Dio un suspiro velado. Cediendo, dijo: “No estoy aquí para causarle problemas… Olvídelo, no hace falta que me anuncie, entraré a echarle un vistazo y luego me iré”.

Por muy tenaz que fuera el viejo criado, los débiles no pueden dominar a los fuertes; tuvo que ceder. Enarbolando un farol, se adelantó como guía. Yan Xiaohan dejó a los guardias Feilong que le acompañaban en la explanada para no dar lugar a malentendidos con su reunión de fuerzas, y sólo llevó consigo, al patio interior, a un joven apacible y con aspecto de erudito.

La enorme mansión estaba absolutamente vacía. En el patio, crecían algunos árboles. Si no se barriera durante el día, las hojas caídas cubrirían los escalones. Era como si el sombrío ambiente otoñal de toda capital hubiera caído en este patio. Ahora estaba tenebroso. Los demás patios estaban silenciosos y vacíos, completamente a oscuras.

Sólo en las ventanas del edificio principal aparecía un pálido resplandor, que le daba un aspecto bastante lúgubre. Yan Xiaohan pudo contenerse, pero el joven que caminaba a su lado ya sacudía la cabeza repetidamente. En voz baja, preguntó: “Con la alta cuna y el gran mérito del Marqués de Jingning, ¿cómo podría ser esta su casa…?”.

El viejo criado lo sintió profundamente. Suspiró una y otra vez. “El señor marqués está siempre fuera defendiendo la frontera. No vuelve a casa en años, y no hay ninguna dama virtuosa en la casa que presida las tareas domésticas y administre el hogar. Sólo quedamos nosotros, viejos desgraciados. No podemos aliviar las cargas del Señor Marqués. ..”

Mientras hablaba, alargó la mano para abrir la puerta del salón principal para los invitados y les pidió a ambos que vinieran a sentarse. Encendió todas las lámparas y ordenó que sirvieran té. “Esperen aquí un momento, caballeros, voy a hablar con el señor marqués”.

Apenas hubo hablado, un ruido sordo se oyó de repente en la habitación interior oeste, como si algo pesado hubiera caído desde lo alto. La mano del viejo sirviente tembló. Antes de que pudiera reaccionar, el Investigador Imperial de la Guardia Feilong, que había estado a su lado, se movió como el viento. En un abrir y cerrar de ojos, estaba dentro de la habitación interior.


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