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El caldero de bronce cayó al suelo, como si una pesada maza golpeara con fuerza el pecho de las personas en el patio. Una clara oleada de energía explosiva brotó abruptamente del caldero. La poderosa fuerza hizo que los espectadores primero fueran lanzados hacia arriba, volando hacia atrás y chocando contra las paredes. Luego cayeron al suelo y rodaron directamente hasta amontonarse en una esquina.
Chen Xiao, al igual que los demás empleados, fue lanzado por la onda expansiva sin tiempo de reaccionar. Sin embargo, ellos tuvieron más suerte: cayeron sobre un amortiguador humano. Ya fuera contra la pared o en el suelo, el impacto fue menos severo y no sufrieron heridas.
Los que estaban más cerca o en los límites del área no tuvieron tanta suerte. Golpeados, aplastados, estrellados contra muros o arrojados al suelo, todos resultaron lesionados en mayor o menor medida.
El caldero de bronce, tras aquella explosión de energía, recuperó su aparente calma, permaneciendo erguido en su lugar. Los patrones *Duobao* aún brillaban levemente, como si retuvieran algo de poder. De cerca, se podía notar una ligera vibración en el metal, acompañada de un zumbido inaudible para el oído humano.
Recuperado del susto, Chen Xiao, temiendo un segundo estallido, ignoró sus dolores y se apresuró a inspeccionar el caldero. Al confirmar que seguía inerte, por fin respiró aliviado.
El patio era un caos. Los heridos gemían, y al ver semejante escenario desastroso, Chen Xiao sintió un agudo remordimiento. Todo era culpa suya. Había subestimado la naturaleza de este mundo, aplicando su conocimiento previo sin precaución. Jamás imaginó que el caldero fuera tan poderoso, provocando este accidente evitable.
Pero no había tiempo para lamentarse. Lo urgente era ayudar a los afectados. Algunos, igual que él, habían salido casi ilesos pero estaban paralizados por el shock. Chen Xiao los organizó para que asistieran a los demás, evaluaran las lesiones y enviaran a los sirvientes no heridos a buscar médicos.
Al ayudar a Pang HeMu a levantarse entre el gentío, Chen Xiao preguntó:
—Patrón, ¿está bien?
Pang Hemu estaba aturdido, con la mirada perdida. Tras unos segundos, reaccionó:
—Xiao Han… ¿qué pasó?
Chen Xiao bajó la voz, asegurándose de que nadie los escuchara:
—Fue mi error. No anticipé que el campo energético del caldero sería tan intenso. La colisión con el nuestro causó esto.
Pang Hemu lo miró incrédulo:
—¿Fue… el caldero *Duobao*?
Chen Xiao asintió, esperando un reproche. En cambio, los ojos de Pang Hemu se iluminaron con frenético entusiasmo:
—¡Es real! ¡Una auténtica reliquia inmortal! ¡Es VERDADERA! —Su voz estalló en éxtasis, atrayendo la atención de todos.
Los heridos, olvidando sus quejas, se agolparon alrededor:
—¿Qué dijo? —preguntaban los escépticos.
—¡Es el caldero! ¡Vimos la explosión! —afirmaban otros—. ¡Es un artefacto sagrado, una reliquia perdida!
—¡Una reliquia inmortal! —exclamaba un anciano, emocionado—. ¡Es un honor presenciar tal tesoro!
Aunque magullados, nadie tenía heridas graves. El asombro por el poder del caldero eclipsó todo dolor.
—No puede ser… —murmuró el dueño de Sheng Hui, pálido, con un brazo fracturado. Sabía que su estrategia había fracasado.
Antes, hubiera podido convencer a la gente de que el caldero era falso. Pero ahora, ante testigos del fenómeno, sus mentiras eran inútiles. El prestigio de *Pabellón Buscando Inmortales en Nieve* eclipsaría a su tienda. Su plan para difamarlos lo había convertido en el hazmerreír.
Mientras la multitud admiraba el caldero, una voz resonó desde el cielo:
—¿Quién ha estado luchando aquí?
Todos miraron arriba. Un hombre de cabello y barba grises, vestido de guerrero, descendió con autoridad.
—¿Quién ha provocado esa perturbación? —repitió.
Pang HeMu, reconociéndolo como un inmortal al servicio del alcalde, se adelantó tembloroso:
—Honorable Inmortal, soy Pang Hemu, dueño de este lugar.
El hombre frunció el ceño:
—El alcalde sintió la vibración. Pensó que alguien violó la prohibición de pelear en la ciudad. ¿Qué ocurrió?
Pang Hemu explicó rápidamente lo sucedido. El inmortal pareció sorprenderse:
—¿Un caldero?
Se acercó al artefacto. La multitud se abrió, revelando la pieza. Chen Xiao, discreto entre la gente, lo estudió. Era el cuarto inmortal que veía, pero muy diferente a los de *Chongxuan*. Su aura era menos imponente que la de Xi Yunting.
—Un caldero de alquimia de grado medio —murmuró el hombre—. Lástima que sus runas estén rotas. Es inservible.
Volviéndose a Pang Hemu, advirtió:
—Este objeto atrae peligro. Los malintencionados te matarían por él. Te daré lingzhū a cambio.
Antes de que Pang Hemu pudiera protestar, el inmortal lanzó una bolsa de monedas espirituales, levantó el caldero con facilidad y desapareció en el cielo.
Aunque compensado, el dolor de Pang Hemu era palpable. Sabía que era lo correcto: poseer el caldero lo habría convertido en blanco.
Los presentes, en cambio, estaban extasiados. Ser testigos de tal evento los convertiría en narradores de una leyenda. La fama de Pang Hemu y su tienda crecería por todo Dai.
Mientras, el dueño de Sheng Hui se escabulló, olvidado por todos.
En la mansión del alcalde, el inmortal informó de lo sucedido.
—Bien hecho —asintió el alcalde, dirigiéndose a su invitado, Xi Yunting—. Estos artefactos no deben estar en manos mortales. Hoy fue solo un susto.
Xi Yunting, al oír el nombre *Pabellón Buscando Inmortales en Nieve*, sonrió levemente.
*Así que ahí estaba…*, pensó, tomando un sorbo de vino espiritual.