Capítulo 3 – KTV Mortal [3]

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Yan Jun tomaba notas a mano al lado, mientras un agente sostenía una cámara y tomaba fotos.

Leng Ning tomó el bisturí y, siguiendo la línea media del torso, hizo una incisión en la piel y el tejido subcutáneo. El corte se extendía desde el cuello hasta el abdomen, y todo el proceso fue extremadamente fluido.

Cuando la sangre comenzó a fluir por la herida, las piernas de Shu Shu se debilitaron un poco.

Di Ye le echó un vistazo.
—¿Estás bien?

—¡Estoy bien! —respondió Shu Shu con determinación, forzándose a reprimir las náuseas.

La incisión, de varias decenas de centímetros de largo, iba desde el cuello hasta el abdomen. Leng Ning, con los guantes puestos, separó con fuerza la piel y los músculos. Los órganos internos quedaron expuestos, despidiendo un vapor cálido bajo la luz de la linterna.

Un cadáver tan reciente, aún con calor corporal, era extremadamente raro. Incluso Yan Jun no pudo evitar inhalar bruscamente.

Sin embargo, Leng Ning parecía una máquina fría: ni siquiera frunció el ceño.

Esto hacía cuestionarse si realmente era un recién graduado.

Di Ye observó la mano ensangrentada separando la piel del pecho del difunto. En ese instante, la expresión meticulosa del otro le recordó profundamente a cierta persona de su pasado.

En medio de sus pensamientos, Leng Ning tomó unas pinzas para costillas y, con un crac, cortó una de ellas, rompiendo también la línea de sus recuerdos.

Parecía frágil, ¡pero tenía fuerza!

Leng Ning se movía con decisión. Cada acción denotaba seguridad. Esto no era una actuación. Ese nivel de destreza no se conseguía sin varios años de entrenamiento especializado.

Di Ye se llevó una sorpresa.

—Voy a levantar ahora el esternón del difunto.

De inmediato, el agente encargado de las fotos tomó varias imágenes seguidas.

—La superficie de ambos pulmones está lisa, con una leve congestión. El tamaño del corazón es normal. En el ventrículo derecho hay un orificio de aproximadamente un centímetro de diámetro.

Con unas pinzas, extrajo desde el corazón dañado una bala de color cobrizo.

La bala cayó en la bandeja con un clang metálico.

—Ahora procederé a aislar toda la vía aérea.

Tras una serie de movimientos, Leng Ning levantó con ambas manos ensangrentadas un tramo de tráquea separada. El extremo conectado incluía la laringe y la lengua.

Bajo la iluminación, sus manos manchadas de sangre resultaban especialmente escalofriantes. Todos a su alrededor guardaron silencio por un momento.

—La vía aérea está despejada, sin obstrucciones —dijo Leng Ning tras una breve pausa—. Preparen la sierra eléctrica para la craneotomía.

Yan Jun, al oír eso, sudó frío.

¡Así que iban a ver el cerebro!

Y efectivamente, lo siguiente fue la apertura del cráneo.

El difunto ya tenía el cabello completamente rapado, lo cual ahorró tiempo.

Leng Ning cortó desde detrás de la oreja derecha hasta detrás de la oreja izquierda, abriendo el cuero cabelludo y dejando al descubierto el cráneo.

Luego tomó la sierra eléctrica para abrir cuidadosamente el cráneo. Una vez retirado el hueso, el tejido cerebral quedó expuesto.

No se encontraron lesiones cerebrales. Leng Ning extrajo el cerebro y luego retiró la duramadre de la base del cráneo, exponiéndola por completo.

La base del cráneo no presentaba fracturas. En ambos lados, la parte petrosa del hueso temporal tampoco mostraba signos de hemorragia.

Leng Ning señaló esa parte.
—Debajo de esto está el oído interno. Si la víctima hubiera sido asfixiada, la presión en el oído interno habría cambiado, causando hemorragia en esta zona del hueso temporal. Si fue una muerte súbita, la presión no cambia, y por eso no hay sangrado.

Yan Jun se sorprendió.
—¡Entonces quiere decir que no fue asfixiado!

—¿Salieron ya los resultados del análisis de gases en sangre y el toxicológico? —preguntó Leng Ning.

He Le, aún un poco aturdido por la escena sangrienta, se quedó pasmado un momento antes de reaccionar.
—¡Sí, ya salieron!

Sacó su celular y le mostró a Leng Ning las fotos del informe recibido.

Leng Ning revisó rápidamente los resultados del análisis:
—Presión parcial de oxígeno baja, presión de dióxido de carbono elevada, pH de la sangre arterial disminuido, niveles de lactato elevados… Se detectó metanfetamina en sangre.

Di Ye frunció el ceño. Solo había entendido “metanfetamina”, el componente principal del cristal.

—Habla en español.

—El fallecido consumió drogas antes de morir, pero la cantidad no fue suficiente para causarle la muerte. La causa de muerte fue hipoxia —respondió Leng Ning.

Di Ye reflexionó:
—¿Hipoxia? Si no fue asfixiado, ¿podría tratarse de una depresión respiratoria causada por la droga?

—Buena pregunta —Leng Ning lo miró de reojo.

Bajo las gafas protectoras, los ojos de Leng Ning se curvaron levemente, y por un momento, Di Ye se quedó absorto.

—Sin enfermedades preexistentes, con función cardiopulmonar normal, sin signos de asfixia mecánica, ni obstrucciones en la tráquea. Aunque consumió droga, la dosis no era letal… ¿por qué entonces la hipoxia? ¿Se debió a una parálisis de los músculos respiratorios?

Di Ye entrecerró los ojos.
—¿Me lo estás preguntando a mí?

La mirada de Leng Ning se posó nuevamente en la marca arqueada en el rostro del cadáver, como si hablara para sí:
—La causa de muerte es bastante interesante.

Dejó el bisturí en la bandeja metálica.
—Si la hipoxia fue producto de una parálisis respiratoria inducida por la droga, tendría sentido. Cada cuerpo reacciona de forma distinta… Pero esa marca en la cara lo cambia todo. Esa huella delata el método que usó el asesino.

Di Ye alzó las cejas. Él también había notado la marca antes, pero no le había parecido importante.

—¿Qué tiene de especial esa marca? —Yan Jun se acercó a mirar—. Parece la marca que dejan las mascarillas tipo N95.

Lo dijo dudando; no veía la relación con la muerte.

—Si esa marca no se puede explicar adecuadamente, la muerte podría clasificarse como un accidente. Y ahí radica la astucia del asesino —dijo Leng Ning con semblante serio, que luego se tornó frío otra vez. —Planeó esto con mucho tiempo, buscando confundir la escena. Pero ante la verdad, solo hay una respuesta.

Todos los presentes lo miraban, esperando la conclusión.

—Existe un método de asesinato extremadamente raro: intoxicación por dióxido de carbono.

Al oír esto, todos se quedaron pensativos.

La primera reacción de Shu Shu fue:

 —¿También se puede morir por dióxido de carbono?

Ella había oído de suicidios por monóxido de carbono (como con carbón encendido), pero nunca por CO₂.

Yan Jun fue el primero en hablar:
—Cuando los músculos respiratorios se paralizan, el dióxido de carbono se acumula en el cuerpo. ¿No es lo mismo que dijo Di Ye?

—No es lo mismo —respondió Leng Ning—. Este hombre murió por hipoxia en un entorno con alta concentración de CO₂. Si el nivel es suficientemente alto, puede causar la muerte en cuestión de minutos.

Di Ye, mientras frotaba su barbilla con los nudillos, reflexionó:
—¿Entonces crees que el asesino usó dióxido de carbono en altas concentraciones para matarlo?

—Al estar expuesto a ese ambiente, el cuerpo sufre rápidamente los efectos de la hipoxia. La respiración se vuelve más profunda y rápida. Los síntomas incluyen mareo, náuseas, vómitos, palpitaciones, zumbido en los oídos… y finalmente paro cardíaco.

Yan Jun objetó:
—Pero si el cuarto tenía tanto CO₂, ¿por qué el camarero que entró no se vio afectado? El cuarto es grande. Para que se acumule una cantidad letal, haría falta mucho tiempo y muchísimo gas. ¿De dónde lo habría sacado?

—No hace falta tanto —respondió Leng Ning—. Solo se necesita un cilindro presurizado de dióxido de carbono y una mascarilla con válvula.

Los ojos de Di Ye se iluminaron:
—¡Entonces esa marca en la cara la dejó la mascarilla de suministro de gas!

—El asesino planeó esto con antelación. Para que fuera fácil de transportar, seguramente usó un cilindro pequeño, similar a uno de oxígeno. Con presión, puede contener suficiente gas.

Leng Ning dibujó rápidamente un esquema en una hoja: un cilindro conectado a una mascarilla.

Di Ye lo tomó, y con una mirada entendió todo.
—He Le, lleva a un equipo al lugar del crimen. Busquen ese cilindro por todos lados. Revisen otra vez los movimientos de todas las personas que entraron al reservado.

—¡Entendido, jefe!— He Le salió de inmediato con un grupo de agentes.

De pronto, Di Ye frunció el ceño.
—Tengo una duda —dijo, señalando la bala cobriza en la bandeja metálica—. Si murió por intoxicación con dióxido de carbono, ¿por qué le dispararon?

Leng Ning, mientras guardaba sus instrumentos, respondió sin dudar:
—Si yo fuera el asesino, no me habría molestado en dispararle. De no ser por la marca que reveló el método, este crimen habría sido casi perfecto. No había necesidad de añadir un disparo.

Di Ye lo miró en silencio, reflexionando profundamente.

Leng Ning tenía razón: el asesino no tenía necesidad de dispararle después.
Eso solo podía significar una cosa: quien disparó no fue el asesino original.
Entonces, ¿quién decidió disparar después de que la víctima ya estaba muerta?

Media hora más tarde, el celular de Di Ye sonó. Era He Le.

—Jefe, encontramos un cilindro y una mascarilla en el cuarto de limpieza junto a las escaleras. ¡Tal como él dijo!

—Este tipo es increíble… —comentó Yan Jun con admiración—. Si no hubiéramos encontrado pruebas, ni yo habría creído en su teoría. ¿Tú crees que eso es talento?

—No es solo talento —respondió Di Ye, mirando la espalda de Leng Ning—. ¿Viste los callos en sus dedos índice y pulgar? Son de tanto sostener un bisturí. Este tipo no es común.

He Le colgó y abrió la válvula del cilindro. Inmediatamente, un chorro de gas salió a presión.

Se acercó a olerlo: no tenía olor.
Pero su instinto le decía que eso no era oxígeno.

Se apresuró a llevar el cilindro al laboratorio.

Sin embargo, surgió un problema:

—Ya pasaron de las dos de la mañana. Con suerte, tendremos resultados para mañana en la mañana.

—Despiértenlos. Háganlos venir a analizar esto —ordenó Di Ye, ya marcando en su celular.

Pero una voz fría y calmada lo interrumpió desde atrás:

—¿Les molestaría prestarme el laboratorio un momento?

El laboratorio estaba helado, lleno de frascos y aparatos.
Leng Ning estaba sentado frente a una mesa, concentrado, observando atentamente el reactivo cromógeno.

Di Ye lo miraba mientras manipulaba frascos y líquidos cuyo propósito desconocía.

—No pensé que fueras tan responsable —comentó de repente.

—No pienses demasiado. Solo quiero saber el resultado antes.

Di Ye chasqueó la lengua, se cruzó de brazos y se apoyó en el borde de la mesa. Sus largas piernas se cruzaron con soltura.

—¿Eso fue humildad?

Leng Ning no respondió.

La espera se hizo un poco aburrida. Di Ye comenzó a pasearse por el laboratorio, mirando los aparatos y el trabajo de Leng Ning.

Leng Ning no parecía impaciente. Siempre actuaba con calma, ordenado, sin titubeos.

Di Ye también notó otro detalle:
Cuando le preguntabas algo, respondía de forma muy correcta. Pero si no quería contestar, simplemente guardaba silencio.
No importaba cuánto insistieras.

Diez minutos después, el resultado estaba listo.

—El reactivo cambió de color. Hay una alta concentración de dióxido de carbono en este cilindro.

Yan Jun extendió una mano amistosa hacia Leng Ning:

—Lo siento si antes fui grosero. ¡Ojalá podamos seguir colaborando!

Leng Ning no estrechó su mano. En cambio, le puso en la palma el informe forense firmado:

—Cada campo tiene lo suyo. Lo que tú entiendes, quizás yo no. Si pude ayudarles, ya está bien.

Yan Jun se quedó congelado unos segundos.

¡Él solo quería darle la mano, no que le pasaran el informe!

—Jajaja… sí, claro… tienes razón… —dijo con una sonrisa rígida.

Leng Ning se dio media vuelta.

—Si no necesitan nada más, me retiro.

—Te acompaño —dijo Di Ye, fumando junto a la ventana—. El auto está abajo.

Leng Ning lo miró.

—No hace falta. Tomaré un taxi.

Di Ye apagó el cigarro y se acercó.
Sacó su cartera, extrajo algunos billetes y los metió en la mano de Leng Ning.

—Compra algo de comer. Cerca del río Longchuan hay hoteles. Come, descansa un poco y después ve a la escena del crimen. Si Lao Zheng te presiona, dile que fue orden mía.

Leng Ning esbozó una ligera sonrisa.
—No es necesario. Descansaré en el auto un rato. Gracias por el gesto.

Dobló los billetes y se los devolvió, colocándolos con suavidad en el bolsillo del pecho de Di Ye.

—¿Así que al capitán Di le gusta dar propinas?

Di Ye:
—¿Eh? ¡No! ¡Eso no es…!

—Ding——
El ascensor llegó.

Leng Ning entró sin esperar a que Di Ye terminara de hablar.

Al ver que Di Ye seguía parado en la entrada, levantó la mano para mantener abierta la puerta.

—¿Vas a bajar?

Di Ye guardó la billetera en el bolsillo y pensó:
¿Para qué me esfuerzo en explicarle…?

Leng Ning:
—¿Hmm?

—Olvídalo —suspiró Di Ye—. Te acompaño.


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