Shi Yi golpeó la puerta de la habitación de Ling Yiran:
—Entremos a hablar.
Ling Yiran abrió la puerta.
Tan pronto como Shi Yi entró, cerró de golpe y dijo furioso:
—No sé qué hijo de puta ha estado difundiendo rumores sobre ti. Cuando descubra quién es, le arrancaré el cuello.
—¿Rumores sobre mí? —Ling Yiran frunció el ceño. —¿Qué está pasando exactamente?
—Fui a comprar algo y escuché a unos mensajeros fantasma hablar de ti. Dicen que no solo tienes un matrimonio fantasma, sino que tu “esposo” es un humano. Y que, para impresionarlo, mentiste diciendo que eres un alto funcionario del Inframundo, que los cazafantasmas de primer a cuarto grado son tus subordinados. Incluso juraste que durante el mes de la salida de los fantasmas llevarías un escuadrón para proteger el mundo humano—. Shi Yi, que había crecido con Ling Yiran, sabía que él jamás alardearía así. Además, si su “esposo” era humano, ¿cómo iba a revelarle su identidad? Solo alguien que no lo conociera —o que fuera idiota— creería semejantes tonterías. Pero el daño ya estaba hecho: la mayoría de los guardianes ahora lo miraban con desprecio.
Ling Yiran no necesitaba pensar mucho para saber quién estaba detrás. Sonrió con frialdad: —No hay duda: Liu Mengqi y Ma Zhong. Pero no esperaba que distorsionaran tanto los hechos solo para aislarme.
Shi Yi apretó los puños:
—Siempre nos han tenido en la mira. ¿Por qué? Hay guardianes más fuertes que nosotros. ¿Acaso piensan que somos blancos fáciles?
Ling Yiran le dio una palmada en el hombro:
—No vale la pena enojarse por él.
—¿Y qué hay de tu reputación? ¡Todos se están riendo de ti! ¿Vas a dejarlo pasar?
—¿Crees que soy de los que se quedan callados?
—Claro que no—. Shi Yi sabía que su amigo siempre tenía un as bajo la manga. Le rodeó los hombros con un brazo y sonrió.
—Cuéntame: ¿qué planeas?
Ling Yiran susurró algo en su oído.
Shi Yi estalló en carcajadas:
—¡Vaya, Ling Yiran, eres muy malo!
—¿Sigues enojado?
—Para nada. —Shi Yi seguía riéndose. —Oye, todavía no me has dicho quién es tu “esposo”.
Como Liu Mengqi ya lo sabía, no había razón para ocultárselo a su mejor amigo:
—Se llama Xing Han. Cuando haya oportunidad, te lo presentaré.
—¿Por qué esperar? ¿No podemos ir ahora?
—¿Puedes salir del Inframundo sin una misión? —Ling Yiran estaba preocupado de que Shi Yi hiciera algo malo, por lo que intentó retrasar la reunión lo más posible. Además, si él y Xing Han rompieran el matrimonio fantasma, no habría diferencia alguna si se conocían o no.
Cambió de tema y dijo:
—Hace tiempo que no veo a tu padre. Aprovechemos que aún no es hora de trabajar y visitémoslo.
—¿Seguro que quieres ver a mi padre y no comprobar si el tuyo ha regresado?— resopló Shi Yi.
—Viven pared con pared. ¿Qué diferencia hay?
Los padres de ambos residían en el Barrio de los Fantasmas Salvajes, un lugar caótico donde habitaban espíritus que murieron de forma violenta y vagaban sin descanso. El Rey Yanlo había creado esta zona para controlarlos, pero su naturaleza rebelde y su poder acumulado hacían que los guardianes evitaran intervenir salvo en casos graves.
Aunque Shi Yi y Ling Yiran habían sugerido que sus padres se mudaran tras convertirse en guardianes, estos se negaron. La discriminación hacia los “fantasmas salvajes” era fuerte, y ellos ya estaban acostumbrados a vivir allí.
La casa de dos pisos pertenecía originalmente al padre de Ling Yiran, pero este la dividió para alojar al padre de Shi Yi.
—¡Papá, llegué! —gritó Shi Yi al entrar.
Ling Yiran miró por la ventana de la casa contigua. Silencio. No había rastro de su padre. Suspiró:
—Sigue sin regresar.
—¿Shi Yi? —Una voz enérgica salió de la casa.
—¿No trabajas esta noche?
—Ling Yiran quería verte. Cenaremos y nos iremos.
El padre de Shi Yi, Shi Qi, salió y vio a Ling Yiran mirando fijamente la casa vacía:
—Deja de buscar. Tu padre no ha vuelto.
Ling Yiran frunció el ceño:
—Si no ha regresado, ¿quién se llevó el dinero que dejé dentro?
—Quizá te robaron algunos fantasmas salvajes— Shi Qi respondió.
—Tu padre debe haber encontrado al amor de su vida reencarnado y te abandonó.
N/T: media mentira no es.
Ling Yiran sudó frío:
—Tío Qi, no bromees.
—No es broma. Tú mismo lo conociste.
—¿Yo? —Ling Yiran parpadeó, sorprendido.
—Cuando eras pequeño, tu padre te llevaba a verlo.
—¿En mi infancia…? —Ling Yiran trató de recordar. Había una vaga imagen de un hombre, pero los detalles se le escapaban. Si Shi Qi no lo hubiera mencionado, no habría tenido ninguna impresión, y mucho menos recordaría la apariencia de la otra persona:
—¿Era un hombre? ¿A mi padre le gustaban los hombres?
Shi Qi se rió: —¿Un guardián del Inframundo preocupado por el género? Después de reencarnar, podrías terminar como un cerdo.
Shi Yi soltó una carcajada.
—¿De qué te ríes? —preguntó Shi Qi.
—Me imagino al padre de Ling Yiran enamorado de un cerdo. ¡Quizá tengas hermanos porcinos, Yiran!
Ling Yiran: —…
Shi Qi también se rio: —Aunque, con su carácter, si su amante reencarnara como cerdo, lo mataría para que volviera al ciclo de la reencarnación.
Ling Yiran se masajeó las sienes: —Tío Qi, si ves a mi padre, avísame. Necesito hablar con él.
—Claro. Ahora, entren a cenar. Pronto comenzará su turno.
Después de la cena, los amigos partieron a cumplir sus misiones y regresaron al amanecer.
Ling Yiran, tras reportarse, fue directamente a la casa de los Ling en el mundo humano.
—Xiao Qin, ¿dónde están los calzoncillos que te pedí?
Ling Qin, que estaba medio dormido, se despertó al instante:
—¡En el armario!
Sacó un paquete enorme y se lo entregó:
— Aquí hay 366 calzoncillos. Todos de diferentes diseños. Así el Coronel Xing podría usar uno nuevo cada día. ¡Ah, y los he bendecido!
Ling Yiran palideció:
—¿Bendeciste… sus calzoncillos?
—Sí. Quería pedirle al abuelo que lo hiciera, pero temí que me golpeara.
—Si lo hubieras hecho, yo te habría golpeado—. Ling Yiran abrió la bolsa. Todos eran amarillos. Al tomar uno, su expresión se oscureció: era solo una tira delgada con flecos. —¿Esto cuenta como ropa interior?
Ling Qin sonrió con entusiasmo:
—¡Es lencería! Transparente, tipo tanga, perfecta para resaltar las nalgas del Coronel. Si la usa, lucirá provocativo pero…
Ling Yiran le tapó la boca con el “calzoncillo”:
—Quédate con ellos.
No podía regalarle eso a Xing Han. Ni siquiera en privado.
Ling Qin, decepcionado, murmuró:
—Podría usarlos en casa…
Ignorándolo, Ling Yiran eligió veinte calzoncillos normales:
—Dibuja talismanes anti espíritus en estos.
Mientras Ling Qin pintaba los símbolos con cinabrio, Ling Yiran reforzó los hilos con magia para que no se deslavaran. Luego dividió los calzoncillos en dos cajas.
—Lleva esta a la casa de la abuela de Xing Han. Inventa una excusa para que reemplace toda su ropa interior.
Ling Qin parpadeó:
—El Coronel está allí ahora. ¿Por qué no se los das tú?
Ling Yiran lo miró fijamente:
—Porque podría aterrorizar a su abuela hasta la muerte.
Ling Qin: —…
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