Capitulo 38

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Capítulo treinta y ocho

Mo Xiao tenía, sin duda, un gran talento para cocinar. En los días siguientes, siempre que tenía tiempo libre, arrastraba al tío Wang a la cocina. Aquello despertaba un poco de celos en Mu Tian, pero con el paso de los días, la habilidad culinaria del pequeño mejoraba a un ritmo perceptible, lo que hacía que el tío Wang se sintiera bastante satisfecho.

Ese mediodía, la villa recibió una visita inesperada.

“¿Qué? ¿Te vas a casar?” Mu Tian, sorprendido, abrió la invitación que Luo Shang le había entregado.

Luo Shang se alisó los mechones sueltos de su cabello. Ese día llevaba un vestido largo de flores, su cabello negro trenzado con elegancia; cada uno de sus gestos desprendía una gracia natural, con ese toque de delicadeza propio de las mujeres chinas.

“¿Qué pasa? ¿Tan sorprendido te deja la boda de esta señora?” Luo Shang le lanzó una mirada molesta.

Mu Tian asintió con sinceridad, encogiéndose de hombros.
“Pensé que eras una fiel creyente del individualismo y del rechazo al matrimonio”.

Ella sonrió levemente, pero sus palabras fueron de todo menos elegantes:
“¿Crees que quiero casarme? El matrimonio es la tumba del amor. No tenía intención de meterme en ello tan pronto, ¡pero no me queda de otra!”

“¿Alguien puede obligarte a ti?” Mu Tian se mostró aún más sorprendido. Conocía bien a Luo Shang: era la representación de la mujer moderna —libre, apasionada y con criterio propio.

“Claro que sí, porque estoy embarazada”.

Lo dijo con resignación, aunque en su rostro apareció una suavidad inesperada. Su mirada se posó tiernamente en su vientre ligeramente abultado, irradiando una luz maternal imposible de fingir.

En opinión de Mu Tian, el momento más hermoso para una mujer era precisamente ese: cuando llevaba una vida dentro de sí. Aquella luz que emanaba de su interior era la pura esencia de la maternidad.

“Felicidades”, le dijo sinceramente.

Luo Shang se limitó a asentir con elegancia, con la majestad de una reina:
“Gracias”.

Mu Tian volvió la vista hacia el hombre que la acompañaba.
“¿Y este caballero es el padre del bebé?”

El hombre, sentado con porte correcto, tenía el rostro serio y bien parecido, una expresión algo rígida que transmitía prudencia y sobriedad.

Al escuchar la pregunta, el hombre se sonrojó y sonrió tímidamente. Se rascó la cabeza antes de presentarse:
“Hola, soy Gao Qing, ‘qing’ como en la expresión ‘qing zhu nan shu’ (crímenes incontables)”.

Esa sonrisa, acompañada por dos adorables colmillos, borró de inmediato toda su aparente seriedad.

Mu Tian se llevó una mano a la frente. Aquello de “prudente” era, evidentemente, una ilusión. Este tipo, claramente, era un hombre tímido. Y ese nombre tan peculiar… En fin, el que podía domar a Luo Shang no podía ser alguien común.

Luo Shang alzó la barbilla con orgullo.
“¿Qué tal? ¿No elegí bien a mi hombre?”

Gao Qing, con una expresión solemne, le respondió:
“Cariño, no deberías hablar de forma tan vulgar, eso no es bueno para el bebé”.

Pero su rostro, cada vez más rojo, y su tono avergonzado, hacían que su regaño sonara más tierno que convincente.

Luo Shang puso los ojos en blanco.
“Sí, sí, ya lo sé”.

“Los bebés pueden sentir el mundo exterior, cariño. Debes ser un buen ejemplo,” insistió él con seriedad.

“¿Y estás diciendo que no lo soy?” Luo Shang se irritó. “Entonces busca otra que sí lo sea. ¿Por qué estás conmigo?”

“Cariño,” dijo Gao Qing con una sonrisa avergonzada, “ninguna otra mujer es mi esposa. Solo tú. Eres mi favorita”. Y apenas terminó de hablar, su cara ardía tanto que parecía que iba a incendiarse.

Luo Shang, que rara vez se sonrojaba, levantó el mentón tratando de disimular.
“Ajá… tienes buen gusto,” murmuró, con un tono mucho más suave.

El ambiente se llenó de dulzura, y Mu Tian no pudo evitar sentirse como una gigantesca bombilla de cien vatios interrumpiendo la escena.

“¡Tian Tian~!”

Mo Xiao salió de la cocina con una sonrisa. Sostenía con ambas manos una humeante sopa de costillas con brotes de bambú, caminando con sumo cuidado para que no se derramara. Detrás de él, Chicken Soup movía la cola alegremente.

Mu Tian se apresuró a tomarle el cuenco y colocarlo sobre la mesa. Su expresión se endureció levemente.
“¿Y si te hubieras quemado? La próxima vez deja que yo lo lleve, ¿entendido?”

El niño no se enojó por el regaño. Hizo un puchero y se acurrucó en su pecho.
“Tian Tian, bebe la sopa”.

Mu Tian sintió un ligero dolor de cabeza. Últimamente, el pequeño parecía cada vez menos asustado de él… y él, en cambio, no podía hacer nada al respecto.

“Recuerda, no vuelvas a hacer cosas tan peligrosas,” le dijo, pellizcándole con cariño la nariz.

“¡Ah! ¡Qué cosa más linda~!”
Exclamó Luo Shang desde el sofá, completamente encantada.

Mo Xiao, curioso, se asomó desde el abrazo de Mu Tian. Sus grandes ojos negros brillaban, y sus mejillas estaban sonrosadas por el vapor de la cocina. Su piel era tan blanca como el jade; parecía una criatura sacada de un dibujo animado, tan adorable que derritió al instante a Luo Shang, una fanática de lo tierno. Sus ojos brillaron con intensidad, haciendo que el niño se escondiera rápidamente en el pecho de Mu Tian.

“Ven, pequeño tonto, te presentaré a dos personas,” dijo Mu Tian mientras lo sostenía. Señaló a Luo Shang:
“¿Recuerdas a esta hermana? Ya la has visto antes, ¿verdad?”

El niño ladeó la cabeza, pensó un momento y respondió alegremente:
“¡La hermana reina!”

“¿Hermana reina?” Mu Tian rió.
“¿Por qué la llamas así?”

Mo Xiao sonrió y lo delató sin dudar:
“¡Fue el hermano Xiao Wei quien lo dijo!”

Durante ese tiempo, su hostilidad hacia Gu Liwei había disminuido bastante, hasta el punto de llamarlo “hermano Xiao Wei”.

Mu Tian entendió de inmediato. Miró a la mujer de aspecto delicado, pero de temperamento dominante, y no pudo negar que Gu Liwei había descrito muy bien su esencia.

Conteniendo la risa, señaló al hombre a su lado.
“Y este es el esposo de tu hermana reina”.

“¿Esposo? ¿Qué es eso?” preguntó el niño, confundido.

Mu Tian lo pensó un momento antes de responder:
“El esposo es alguien que acompaña a tu hermana reina toda la vida, hasta envejecer juntos”.

El niño asintió con seriedad, luego se iluminó con una sonrisa.
“Entonces, Xiao Xiao quiere acompañar a Tian Tian toda la vida. ¡Xiao Xiao también es el esposo de Tian Tian!”

“¡Pff!” Luo Shang no pudo contener la risa, y Gao Qing también se mordía los labios para no hacerlo.

Mu Tian suspiró, pellizcándole suavemente la nariz al niño.

“¡Tian Tian, bebe la sopa!” dijo el pequeño con entusiasmo, colocando el cuenco sobre la mesa y observándolo con expectación.

Su mayor afición últimamente era cocinar para Mu Tian.

Mu Tian se sentó, lo tomó en brazos y, con una ternura que derretiría a cualquiera, comenzó a alimentarlo con cuidado.

Esa expresión de satisfacción plena en su rostro sorprendió a Luo Shang. Nunca lo había visto así: tan sereno, tan contento, como si el niño en su regazo fuera su mundo entero.

El tío Wang salió de la cocina con dos tazones más de sopa para los invitados. “Esta sopa la hizo especialmente el joven para el señor,” explicó con una sonrisa.

“¿La hizo Mo Xiao?” Luo Shang se mostró incrédula.

Era bien sabido quién era Mo Xiao y lo especial que era, así que su sorpresa era comprensible.

“Así es,” respondió Mu Tian con naturalidad, mientras alimentaba al niño.

Aunque hablaba como si fuera algo cotidiano, el orgullo en sus ojos era innegable. Besó la frente del pequeño con cariño.
“Mi pequeño tonto es el mejor”.

El niño, avergonzado, se escondió otra vez en su pecho.
Mu Tian lo abrazó y soltó una risa clara y cálida.

Luo Shang y Gao Qing, sentados a un lado, no pudieron evitar sonreír también.
La escena era tan cálida, tan feliz, que cualquiera podía sentirlo incluso desde fuera.

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