La expresión de asombro en el rostro de Fang Juexia se fue disipando poco a poco, como si el agua calmada de un lago recobrara su tranquilidad tras dispersarse las ondas.
“Nadie” respondió simplemente.
“¿Estás solo?” Pei Tingsong miró hacia adentro, dejando que el frío del exterior se colara con él. “La empresa de mudanzas está abajo. En un rato subirán las cosas.”
Fang Juexia, que aún mantenía la puerta abierta, finalmente aflojó la mano y dio medio paso hacia un lado.
“Oh…” Luego recordó que los demás aún no habían llegado y avanzó un paso más. “¿Son muchas?”
Quería preguntar si necesitaba ayuda, pero las palabras parecían atoradas en su garganta; no podía tragárselas ni pronunciarlas.
El calor de la casa fluía hacia fuera. Pei Tingsong se quitó el gorro.
“No son muchas.” Miró de reojo el pijama blanco y esponjoso que llevaba Fang Juexia, como si adivinara lo que pensaba. “Entra. Si bajas así te vas a congelar.”
No era un comentario especialmente amable, pero al menos no tendría que bajar. Fang Juexia se sintió satisfecho.
Al poco tiempo, se oyó el sonido del ascensor al abrirse. Los trabajadores de la mudanza subieron rápidamente con el equipaje de Pei Tingsong. Fang Juexia, mientras tanto, despejó la sala, que aún estaba desordenada por los juegos del día anterior con sus compañeros, para hacerles espacio.
Con una taza de té caliente en las manos, se apoyó en la pared observando. Trajeron en total cinco grandes cajas de cartón. Observó cómo las dejaban, estimando que cada una debía ser bastante pesada.
No pudo evitar sentir curiosidad por lo que Pei Tingsong había traído.
“Gracias por el esfuerzo” dijo Pei Tingsong, agradeciendo con cortesía.
Cuando estaba a punto de despedirlos, Fang Juexia los llamó de repente. Les sirvió a los tres trabajadores una taza de té caliente a cada uno sin decir palabra, simplemente entregándosela en la mano.
“¡Gracias, gracias!” respondieron apresuradamente los tres hombres. Soplaban el té mientras bebían, sintiendo cómo el calor les llenaba el pecho. Se fueron con una sonrisa.
El equipo de producción, que se suponía llegaría, no apareció. En el dormitorio solo quedaron él y Pei Tingsong. En dos años apenas habían tenido momentos a solas, y la situación se sentía algo incómoda. Fang Juexia fijó la mirada en las grandes cajas, como si estas también estuvieran observándolo.
“Te llevaré a ver tu habitación” Fang Juexia pareció finalmente encontrar algo que decir, mientras lo rodeaba con pasos suaves, las pantuflas haciendo poco ruido en el suelo. Al llegar a la puerta recordó que He Ziyan solía cerrarla con llave. Justo cuando estaba preocupado, decidió probar suerte, y para su sorpresa, se abrió.
¿Sabía He Ziyan que Pei Tingsong iba a venir?
“¿Voy a compartir habitación con Ziyan-ge?” preguntó Pei Tingsong, entrando con una caja en brazos.
“Sí” respondió Fang Juexia, dejándole paso. La habitación era bastante amplia; apenas entrar, una gran mesa de trabajo con varios monitores y un pad MIDI ocupaban un espacio prominente. Al lado, otro escritorio sostenía un set de DJ. Definitivamente era el cuarto de He Ziyan. La luz del sol llenaba la habitación, y la zona junto a la ventana estaba vacía, salvo por una cama de madera sin colchón. Pei Tingsong dejó la caja y tocó el estante que separaba los espacios.
“¿Con quién compartes tú?” preguntó de repente.
Fang Juexia se quedó en blanco durante dos segundos.
“Con Yiyi.”
Pensó que, si Miao-ge o Yiyi estuvieran allí, podrían haber llevado a Pei Tingsong a recorrer el lugar para que se familiarizara. Pero, casualmente, estaba solo. No tenía claro qué hacer: si enseñarle la casa, ayudarle a mover las cosas o simplemente ignorarlo y regresar a su habitación.
La última opción era demasiado fría, aunque Fang Juexia realmente quería hacerlo.
Optó por hacerlo.
Justo cuando iba a marcharse, Pei Tingsong habló de nuevo.
“Quiero ver las otras habitaciones.” Se había quitado el abrigo y lo había dejado sobre la cama vacía. Debajo llevaba un suéter gris que parecía muy suave.
Al final, eran del mismo grupo, después de todo.
“Está bien.” Fang Juexia respondió y se giró para salir. Pei Tingsong lo observó mientras caminaba. Su espalda, cubierta con el pijama de felpa blanco, hacía que su cuello largo y esbelto se viera aún más delicado. Desde esa perspectiva, parecía un cisne solitario. Era extraño; nunca había visto a Fang Juexia en casa, sin maquillaje y envuelto en ropa suave, sin la fría distancia que lo hacía sentir inaccesible.
“Esta es la habitación de Jiang Miao y Lu Yuan” dijo Fang Juexia, abriendo una puerta. Este cuarto era mucho más estrecho, con una pila de partituras sobre un estante cerca de la entrada. Junto a la ventana había un guzheng. El líder había elegido voluntariamente la habitación más pequeña, que tenía literas. Pero Lu Yuan también disfrutaba de las literas, decía que le gustaba lo alto de la cama superior.
Él no sabía muy bien cómo presentar el lugar, así que permaneció en silencio. Saco a Pei Tingsong de la habitación, lo guió mostrándole la sala y la cocina abierta, y algo seco, comentó:
“Eso es todo.”
Pero Pei Tingsong, apoyado en la encimera de la cocina, preguntó:
“¿Y la tuya?”
Fang Juexia parpadeó lentamente, y luego, como si lo aceptara por inercia, se dio la vuelta y lo condujo a su propia habitación.
Después de todo, iban a vivir juntos; si no lo veía hoy, lo vería mañana.
Pei Tingsong lo encontraba divertido. Había pensado que Fang Juexia se negaría, ya que siempre solía rechazar cualquier cosa, pero ahora, sorprendentemente, aceptaba sin problemas que él invadiera su espacio personal. Ese día, Fang Juexia parecía especialmente fácil de molestar.
Sin embargo, el chico del pijama esponjoso solo abrió la puerta y ni siquiera entró; se quedó fuera, haciendo una presentación rápida y cortés:
“Es esta.”
Pei Tingsong no iba a dejar pasar la oportunidad de invadir su territorio. Sin pensarlo dos veces, entró, dejando a Fang Juexia sin control de la situación. Este último no tuvo más remedio que seguirlo.
La habitación era más clara y delimitada de lo que Pei Tingsong había imaginado. Una fila de armarios dividía el espacio en dos. La parte que daba a la puerta estaba llena de adornos, y la cama tenía sábanas de Minions, junto con una fila de muñecos de Minions sobre ella. Ling Yi era un conocido fanático de los Minions.
Pei Tingsong avanzó hacia el otro lado, que era un contraste total. Era un espacio vacío, con muebles minimalistas: un escritorio de madera clara integrado con una estantería, dos o tres gabinetes bajos de color gris claro y una cama. Sobre esta última, una colcha azul oscuro estaba doblada en forma de cubo, impecablemente ordenada.
Buscó en su mente adjetivos para describir el lugar, pero el más adecuado era evidente: el cuarto era un reflejo exacto de Fang Juexia.
“En mi cuarto no hay mucho que ver.”
El tono de Fang Juexia tenía un ligero matiz de defensa, algo que Pei Tingsong no pudo evitar notar, lo que lo hizo sonreír mientras caminaba hacia el escritorio. Allí, su atención fue capturada por un enorme cuaderno de sudoku.
“¿Te gusta el sudoku?”
Fang Juexia se acercó, cerrando el libro con un bolígrafo marcando la página incompleta.
“Cuando estoy aburrido, juego un poco.”
Esto tomó a Pei Tingsong por sorpresa, pero al levantar la vista encontró algo aún más inesperado.
“The Unity of Mathematics” leyó, acercándose más para mirar los libros en el estante.
No solo estaba ese título, también había libros como Lectures on Riemann Surfaces, Functional Analysis y Morse Theory, entre muchas otras obras de matemáticas avanzadas.
Fang Juexia ya estaba al borde de su límite de incomodidad, aunque su tono seguía siendo tranquilo:
“Es evidente, estudio matemáticas.”
“Cierto, casi lo había olvidado” recordó Pei Tingsong, acordándose de que Ling Yi y los demás habían bromeado sobre cómo Fang Juexia tenía más tareas universitarias que en la secundaria. También había oído hablar de su talento para las matemáticas, aunque solo lo había mostrado brevemente en algún programa de variedades poco conocido.
“Ya basta” dijo Fang Juexia, intentando apartarlo, como cuando Pei Tingsong le había sujetado la muñeca anteriormente.
Sus dedos eran largos, pero más suaves de lo que Pei Tingsong había imaginado. Estaban tibios, rodeando con delicadeza su fría muñeca.
“Ve a organizar tus cosas.”
Aunque el tono sonaba como una orden, Pei Tingsong lo percibió como una leve súplica.
Estaba tentado de quedarse allí, de seguir desafiándolo para ver qué reacción tendría Fang Juexia, pero podía sentir que su paciencia había llegado al límite. Incluso si quería jugar, tendría que hacerlo poco a poco.
Pei Tingsong no estaba seguro si esa frialdad y torpeza eran reales o parte de una imagen cuidadosamente diseñada. Tal vez Fang Juexia, como se rumoreaba, era alguien dispuesto a todo para avanzar, tan cargado de deseos que necesitaba ocultarlos bajo una apariencia de austeridad. Si era así, entonces su actuación era impecable. A Pei Tingsong le intrigaba tanto que se preguntaba por qué no había notado antes lo entretenido que podía ser enfrentarlo.
Pero el caparazón de Fang Juexia era frío y duro, casi como si estuviera fusionado con su piel. Arrancárselo de golpe sería demasiado cruel.
Así que Pei Tingsong dejó de insistir y permitió que Fang Juexia lo sacara de la habitación.
De vuelta frente a las cajas, Fang Juexia soltó su muñeca de forma natural y se remangó las mangas de su pijama, revelando un tramo de su pálido antebrazo. Levantó una de las cajas grandes y descubrió que era increíblemente pesada. Al mirar a Pei Tingsong abrirla, vio que estaba llena de libros.
Pei Tingsong no le dejó cargar más. En cambio, le pidió que lo ayudara a colocarlos en el estante. Fang Juexia tomó algunos libros y preguntó si debía ordenarlos por orden alfabético o por fecha. Pei Tingsong, con despreocupación, respondió:
“Como quieras.”
“Como quieras”. Fang Juexia repitió esas palabras en su mente mientras colocaba los libros uno por uno. No lo hizo por año ni por alfabeto, sino por tonos de color, desde los más claros hasta los más oscuros.
Pei Tingsong terminó de vaciar el resto de las cajas. Su equipaje consistía en cuatro grandes cajas, de las cuales solo una contenía artículos personales. Las demás estaban repletas de libros.
“¿No trajiste ropa?” preguntó Fang Juexia, bajándose de la silla tras colocar los libros en la fila superior.
“Vivo cerca, ya traeré después” respondió Pei Tingsong, sentado en el suelo con las piernas cruzadas mientras organizaba la fila inferior.
Ambos trabajaron en silencio, cada uno en su propia fila, hasta que llenaron completamente el estante vacío. Fang Juexia sintió una inexplicable satisfacción, aunque los libros no eran suyos ni el estante tampoco.
“¿Qué hacemos con los que sobran?” preguntó como un niño curioso.
Pei Tingsong recogió los últimos tomos de tapa dura y, subido en un banco, los apiló en lo más alto del estante. Al terminar, se sacudió las manos.
“Done.”
Habiendo crecido en Estados Unidos, aunque llevaba años de vuelta en China y hablaba perfectamente el idioma, de vez en cuando se le escapaban expresiones en inglés.
Fang Juexia miró el estante. El resultado final tenía un curioso contraste: una fila con los lomos ordenados de claro a oscuro, y otra con colores mezclados sin ningún patrón aparente.
“”Meditaciones metafísicas“, “Crítica de la razón pura“, “Ética“, “El mundo como voluntad y representación“…” Fang Juexia observaba los títulos en el estante y se dio cuenta de que todos estaban fuera de su campo de conocimiento.
Así que Pei Tingsong estudiaba filosofía.
Antes, Fang Juexia solo sabía que Pei Tingsong había estudiado en Estados Unidos, como muchos jóvenes ricos que algún día heredarían empresas familiares, y que había cursado administración. Sin embargo, luego abandonó sus estudios por decisión propia y solicitó ingreso a otra universidad de artes y ciencias, eligiendo una carrera que sus padres no aprobaban. Más tarde, lo habían descubierto participando en círculos de hip hop underground y, como resultado, sus mayores lo obligaron a regresar a China.
¿Por qué terminó en la industria del entretenimiento? ¿Y por qué en una compañía tan pequeña? Nadie sabía las respuestas con certeza; solo había rumores, ya que Pei Tingsong tenía una vida errática y misteriosa. Todos sabían que finalmente había ingresado a la Universidad P (universidad de Pekín) con su estatus de estudiante extranjero, usando sus estudios como excusa para evitar vivir en los dormitorios grupales. De todas formas, no tenían demasiados compromisos como grupo, y parecía que la mayoría del tiempo él lo dedicaba a estudiar.
Pensándolo bien, sus vidas no tenían ningún punto de intersección, salvo el trabajo.
“Creo que ya está.” Fang Juexia lo vio prepararse para mover el banco y quiso ayudar, pero al agacharse, accidentalmente golpeó el estante. Sintió que algo se tambaleaba, y antes de que pudiera reaccionar, una fuerza lo jaló hacia un lado, haciéndolo perder el equilibrio casi hasta caer.
Un estruendo resonó al golpear el suelo: varios libros gruesos cayeron abiertos, sus páginas esparcidas.
La mano que lo sujetaba firmemente por el brazo finalmente lo soltó. Fang Juexia se giró y vio que Pei Tingsong tenía una mano cubriéndose el ojo derecho. Reaccionó de inmediato:
“¿Estás bien? ¿Te golpeaste en el ojo?”
Pei Tingsong negó repetidamente con la cabeza, como un niño terco, y se dejó caer en el duro borde de la cama, escondiendo la cabeza entre las manos.
“Fue culpa mía, lo siento mucho” dijo Fang Juexia, abrumado por la culpa al recordar que había sido su movimiento descuidado el que había causado todo. Pei Tingsong debió haberlo jalado para salvarlo y por eso terminó golpeado.
“No te hagas ilusiones” dijo Pei Tingsong, apartándole la mano. “Yo estaba intentando colocar los libros arriba.”
Luego murmuró en voz baja:
“Lo siento, lo siento, siempre es lo siento…”
Fang Juexia ni siquiera escuchó sus palabras.
“Déjame ver.”
“No hace falta” respondió obstinadamente.
Después de un rato de discusión, Pei Tingsong pensó que Fang Juexia solo insistía por cortesía, pero no esperaba que fuera tan terco y terriblemente repetitivo, como un robot que decía lo mismo una y otra vez:
“Déjame ver.”
Pei Tingsong, con el orgullo ligeramente herido por no haber podido ser el héroe de la situación, cedió de mala gana:
“Entonces tráeme .” Y agregó con énfasis: “Solo .”
Pero Fang Juexia, como si tuviera los oídos tapados, regresó poco después con una caja de primeros auxilios entera, que dejó caer con un estruendo sobre la cama.
Pei Tingsong miró la caja, luego a Fang Juexia.
“Definitivamente no es un pequeño cisne; es un ganso torpe.”
★☆★ ♪ ★☆★ ~●~★☆★ ♪ ★☆★
Nota del autor:
¡En el próximo capítulo comenzará la transmisión en vivo del grupo!
Amigos, el perfil del personaje del “Gong” ya está escrito. Xiao Pei tiene una personalidad de chico travieso; tiene apenas diecinueve años y no es un hombre maduro y perfecto. Si no les gusta, no esperen un cambio milagroso; pueden dejar la historia ahora. Por favor, no insulten a los personajes.
Los dos no han tenido interacción en dos años debido a un malentendido. Fang Juexia elige ignorar la existencia de Pei Tingsong, mientras que Pei Tingsong lo molesta constantemente. ¿Por qué el malentendido? Porque Fang Juexia nunca habla de las reglas tacitas de la industria, y Pei Tingsong solo podía juzgarlo por lo que oía de los demás. Pero cuando lo conoció mejor, se dio cuenta de que Fang Juexia nunca haría algo así, y se disculpó sinceramente.
Cuando Fang Juexia realmente estuvo amenazado, Pei Tingsong fue el primero en resolver el problema debido a su relación como compañeros de grupo. Y cuando Pei Tingsong se lastimó, Fang Juexia fue el primero en ayudar a curarlo.
Si no fuera por este tipo de inicio, ambos nunca se habrían visto obligados a entenderse. Si hubieran estado destinados a estar juntos desde el principio, ya habría sucedido.
Personalmente, no puedo aceptar que insulten a los personajes. Les pido que, si no les gusta, abandonen la historia; no se obliguen a continuar.