Episodio 003

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Duele.

Le dolió de verdad, hasta el punto de pensar por qué diablos se había golpeado con tanta fuerza. Como una sola vez no bastaba para convencerse, volvió a golpear el escritorio con el costado del puño. Lo único que regresó fue, una vez más, un dolor muy real.

El rostro de Junseong palideció en un instante.

Esto no era un sueño, era una clara realidad.

Por otro lado, esta situación tan absurda resultaba desconcertante. Pensando que quizá alguien estaba gastando una broma, revisó rápidamente otros programas de noticias en internet.

Todo estaba lleno de información sobre disturbios, exactamente iguales a las del sueño. Incluso el orden en que aparecían las noticias era el mismo.

Junseong, que miraba la lista de noticias con el rostro tenso, volvió a revisar su teléfono. Varias llamadas perdidas y mensajes preguntando si estaba bien, dejados por un amigo que vivía cerca de la ciudad de Inhan, y conversaciones sobre los disturbios en ese lugar apareciendo sin parar en distintos chats abiertos del mensajero móvil.

Ni siquiera eso era diferente del sueño.

Estaba confundido. El dolor vívido le decía que esto era la realidad, pero la situación era tan idéntica al sueño que no sabía cómo aceptarlo.

Pero lo sabía.

Que lo que debía hacer ahora no era en absoluto distinto de lo que había hecho en sus sueños.

Sin pensarlo demasiado, Junseong abrió la ventana de mensajes.

[Cuando termine la clase, escóndete en la oficina de asistentes.]

Era un mensaje enviado a su hermana menor, que en ese momento estaría asistiendo a clases en la universidad. Aunque estaba a cierta distancia de allí, la universidad se encontraba en la misma ciudad de Inhan, así que no pasaría mucho tiempo antes de que ese lugar también se llenara de zombis.

Aun así, no estaba demasiado preocupado.

Si esta “realidad” era igual que el sueño, su hermana estaría bien.

Porque, por más veces que se repitiera el ciclo, ella no había muerto ni una sola vez hasta ahora.

*** ** ***

Junseong, que periódicamente se golpeaba el muslo o se pellizcaba el brazo para comprobar el ‘dolor’, terminó por aceptar que esto era la realidad.

Al pensarlo así, su mente se volvió incluso más fría que en el sueño. Porque sabía instintivamente que solo así aumentaban las probabilidades de sobrevivir. 

Cuando habían pasado unos veinte minutos desde que aceptó la realidad, Junseong estaba realizando actividades al aire libre de forma activa, justo lo contrario de las instrucciones del mensaje de emergencia.

—Pronto un grupo del disturbio vendrá hacia aquí. Tienen que prepararse rápido y huir.

—¿Qué estupideces dices? ¿Estás loco?

Usó la palabra ‘disturbio’, que también aparecía en las noticias, en lugar de ‘zombis’, pero aun así nadie le prestó atención. Incluso la señora de al lado, que siempre lo trataba con cariño como si fuera su hijo, solo lo miraba como si tratara con un loco.

Este tipo de reacciones ya las había visto en el sueño, así que no le sorprendían. También sabía cómo actuarían después y el final que les esperaba.

Lo sabía, pero aun así no podía evitar detenerse a hablarles. Aunque el tiempo ya era justo incluso solo para prepararse a conciencia, al pensar que esto era la ‘realidad’, no podía simplemente pasar de largo.

Junseong abandonó el edificio de una sola habitación con una expresión amarga en su rostro, dejando atrás a las personas que lo trataban como a un loco.

Con una mochila que casi nunca usaba a la espalda, el primer lugar al que se dirigió fue una ferretería no muy lejos del edificio.

La vieja y deteriorada ferretería hacía que uno se preguntara si realmente seguía en funcionamiento, pero tal y como lo había visto en su sueño, era un verdadero tesoro.

Compró diversos artículos como linternas, cuerdas, martillos, alicates, pilas e incluso un machete ligero de camping. En especial, ese machete bien equilibrado era tan resistente y afilado que Junseong lo había usado continuamente en el sueño.

Sin siquiera preguntar el precio de los productos, Junseong entregó la cantidad exacta de dinero en efectivo al sorprendido dueño de la ferretería y revisó el reloj digital de su muñeca izquierda. Era un regalo que su hermana le había dado hacía un año, con motivo de su retiro como jugador profesional.

—Señor, dentro de 16 minutos vendrán los zombis…, no, unas personas muy raras y locas. Esta puerta es débil, así que, aunque la cierre, la romperán enseguida. Antes de eso, escápese al restaurante de al lado. Allí es seguro.

El dueño de la ferretería se rio, como si estuviera escuchando una tontería. Exactamente la misma reacción que en el sueño.

«Está bien, ya basta».

Confirmando la reacción del dueño, Junseong salió de la tienda.

Aunque en ese momento lo tomara como una broma, el dueño terminaría escapando a tiempo al restaurante de al lado siguiendo sus palabras y sobreviviría. En cambio, si no se lo decía, sería mordido hasta la muerte en esa ferretería y se convertiría en zombi. Sabiendo eso, para Junseong era algo que debía decir sin falta.

El siguiente lugar al que se dirigió fue la tienda de conveniencia cercana.

En la caja había un joven de edad similar. Aunque en el pequeño monitor se transmitían continuamente anuncios de emergencia, él parecía completamente ajeno, jugando tranquilamente en su teléfono.

—Hola. ¿Va de viaje? —le habló con una sonrisa al reconocerlo.

Junseong asintió apenas con la cabeza hacia el joven de sonrisa afable y, sin responder, se dirigió al interior. Era alguien que, si uno le respondía una sola vez, no dejaba de hablar, y en una situación como esta, en la que no podía desperdiciar ni un segundo, no tenía margen para entretenerlo.

Teniendo en cuenta el poco espacio libre que quedaba en la mochila ya pesada, tomó cuatro botellas de agua de 500 ml y una bebida isotónica. Pensando en lo que vendría, que definitivamente no terminaría en poco tiempo, lo correcto sería llevar más, pero no podía permitirse perder movilidad por el peso, así que eso era suficiente.

En su lugar, tomó todas las barritas calóricas que vendía la tienda. No importaba si eran las baratas, hechas solo de harina y queso, o los productos caros llenos de cereales variados. También tomó dos puñados de barras de chocolate altas en calorías. Además, reunió algunos otros artículos útiles y los colocó en el mostrador.

—¿Va a comprar todo esto?

Como normalmente solo compraba cosas como comidas preparadas o café en lata, no era extraño que el joven de la caja se sorprendiera.

Mientras el joven escaneaba los códigos de barras y miraba de reojo, Junseong señaló los encendedores de colores colocados en el mostrador. Eligió los de botón, más caros y fáciles de usar, en lugar de los baratos que había que presionar mientras se giraba la rueda de pedernal.

—Deme también diez de estos. No, mejor unos veinte.

—¿Veinte? ¿Para qué los va a usar? Usted no fuma.

—Solo los necesito para algo.

La expresión del joven se volvió cada vez más desconcertada Aun así, no podía negarse a vender un producto que claramente estaba en stock. No solo reunió todos los encendedores del mostrador, sino que abrió una caja nueva para completar la cantidad. Mientras el joven le preguntaba de nuevo a dónde iba, Junseong, ajustándose la pesada mochila, le dijo antes de salir de la tienda.

—Sé que de todos modos no me va a hacer caso, pero aun así se lo diré.

Junseong sabía muy bien qué le había ocurrido a ese joven de la tienda de conveniencia en el sueño que se había repetido igual durante dos meses. Sabiéndolo, como siempre, le dijo las mismas palabras.

—Dentro de 8 minutos entrará un señor sangrando por los ojos. Aunque le suplique que lo salve, sáquelo de la tienda sin falta y cierre la puerta de inmediato. Si puede, escóndase en la habitación que hay detrás del mostrador. Dentro de la tienda, ese es el lugar más seguro.

El joven, tras mirar una vez la puerta detrás del mostrador a la que Junseong se refería, inclinó la cabeza.

—¿Sangrando por los ojos? ¿De qué está hablando? —preguntó.

—…Será mejor que lo recuerde bien. Sí quiere vivir.

Sintiendo la mirada del joven transformarse en la de alguien que observa a una persona extraña, Junseong salió de la tienda de conveniencia. Deseando, al menos esta vez, que siguiera sus palabras.

«Más o menos ya terminé de preparar las herramientas y la comida».

Solo tomó lo estrictamente necesario para repetir exactamente la ruta más óptima y el ciclo en el que había sobrevivido más tiempo. Sabía bien lo que sucedería después, así que, si lograba manejar la situación sin dejarse abrumar por el hecho de que esto era la ‘realidad’, podría llegar nuevamente al momento en que había encontrado la solución a aquella tragedia. El objetivo de Junseong era sobrevivir como fuera hasta ese día.

Levantó el teléfono para comprobar la hora.

[11:54 AM]

«Seis minutos…».

Era mucho más tarde que el primer comienzo del último sueño, que había ido tan bien. No solo había advertido a la gente del edificio, sino que también había perdido demasiado tiempo diciendo a todos los que encontraba que huyeran.

Se sentía como si estuviera mirando el temporizador de una bomba de tiempo. En el sueño no se había puesto tan nervioso, pero quizá porque esto era la realidad, el corazón le latía con violencia.

Expulsó un largo suspiro, sacudiéndose la ansiedad y la tensión. Sintió como si su cuerpo, rígido sin darse cuenta, se relajara, aunque fuera un poco.

«Lo siguiente, la farmacia».

Durante los seis minutos restantes, esta vez tenía que abastecerse bien de lo necesario en la farmacia cercana.

[12:00 PM]

A partir del mediodía, la ciudad de Inhan se convirtió literalmente en el mundo de los zombis.

Como si estuviera recreando exactamente el sueño que Junseong había tenido.

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