—¡Pffu
Guo Chengyu escupió un chorro de agua contra el parabrisas, riendo hasta que los hombros le temblaban incontrolablemente.
Su coche estaba estacionado en la esquina, ansioso por ver cómo el joven maestro Chi ejercía la aplicación de la ley. Pero jamás imaginó presenciar tal escena; Chi Cheng, bañado en gachas, dejando escapar al vendedor ambulante. ¿Quién era Chi Cheng? Un hombre que consideraba una derrota cualquier situación donde no pudiera sacar ventaja. Por más arrogante que fuera Guo Chengyu, ni él se atrevería a enfrentarse directamente a Chi Cheng. Ese vendedor ambulante ciertamente le abrió los ojos.
—Ay, dios…— Guo Chengyu se masajeó el estómago, adolorido de tanto reír. —¿Seguro que no es algún tipo que contrataste?
Li Wang también rió.
—No lo conozco en absoluto.
Los dedos de Guo Chengyu golpeteaban ágiles el volante.
—Entonces vamos a rendirle homenaje a este semidiós callejero.
Así Guo Chengyu arrancó el coche persiguiendo a Wu Suowei.
Wu Suowei corrió hasta sentir sus pulmones a punto de salirles por la garganta. Frenó en seco frente a la clínica, se coló como un rayo en el consultorio y, bajo la mirada atónita de Jiang Xiaoshuai, se encerró en la habitación interior trabando la puerta.
—¿Qué pasa?— preguntó Jiang Xiaoshuai.
—Los agentes de gestión urbana me están siguiendo— jadeó Wu Suowei.
En ese momento, un coche se detuvo afuera.
—¡No les digas que estoy aquí!— Wu Suowei advirtió a Jiang Xiaoshuai con urgencia.
Jiang Xiaoshuai echó un vistazo al exterior y reprimió un gesto de sorpresa. ¿Los agentes urbanos tienen tan buenos beneficios? ¿Vienen a hacer cumplir la ley en un Mercedes-Benz…?
Guo Chengyu, antes de bajarse del coche, preguntó con énfasis:
—¿Estás seguro de que entró aquí?
—Lo vi entrar por esta puerta— asintió Li Wang
Guo Chengyu salió del vehículo y, bajo la mirada vigilante de Jiang Xiaoshuai, se acercó con paso casual hasta la entrada. La luz exterior era tenue, y Guo Chengyu no podía distinguir con claridad los rasgos de Jiang Xiaoshuai, pero percibió que su silueta era notablemente atractiva.
—¿Necesita algo?— preguntó Jiang Xiaoshuai.
Guo Chengyu sonrió amablemente.
—Consulta médica.
Jiang Xiaoshuai giró y entró en la clínica. Guo Chengyu lo siguió.
Una vez sentados frente a frente, Guo Chengyu finalmente pudo examinar con claridad el rostro de Jiang Xiaoshuai. Y al hacerlo, olvidó por completo porque había venido. Sus ojos escudriñaron a Jiang Xiaoshuai de la cabeza a los pies, con una mirada tan penetrante que parecía capaz de desgarrar la piel para descubrir qué había bajo su superficie.
Jiang Xiaoshuai, impasible ante aquella inspección deliberada, le devolvió una mirada seria y firme.
—¿Qué síntomas tiene?
Guo Chengyu se acercó hasta casi rozar la punta de la nariz de Jiang Xiaoshuai y susurró: —Adivina.
Jiang Xiaoshuai entreabrió sus delgados labios:
—Para ginecología, acuda al hospital de obstetricia. Salga y gire a la izquierda treinta metros, tome la línea 2 directa.
—Eres muy guapo —dijo Guo Chengyu con mirada lasciva.
Jiang Xiaoshuai respondió:
—Para problemas de vista, acuda al Hospital Tongren.
—¿Te gustan los hombres?
—Para enfermedades mentales, acuda al Hospital Anding.
Guo Chengyu retiró la hoja de historial médico que estaba bajo el codo de Jiang Xiaoshuai y preguntó con voz sibilina:
—¿Y si es una enfermedad del corazón?
Jiang Xiaoshuai replicó fríamente:
—Marque directamente el 110.
Guo Chengyu bajó los párpados y sonrió:
—Jiang… Xiao… Shuai… Lo recordaré.
[====✧×✧====]
Chi Cheng regresó a casa con la ropa cubierta de gachas ya solidificadas, pegadas como pegamento, provocándole náuseas con sólo mirarlas. Se quitó la ropa y fue a bañarse, decidido a eliminar primero las gachas de su cabello.
Sin embargo, tras media hora de lavado y múltiples métodos, las gachas de mijo simplemente no se desprendían.
¡Joder!… ¿Cuánta goma alimentaria le habrían echado?
Había visto comerciantes sin escrúpulos, pero ninguno tan desalmado. Si alguien ingería esas gachas, ¿no se le pegarían las vísceras?
Chi Cheng se puso una gorra, tomó a Xiao Cu Bao y fue a la peluquería del edificio.
—¡Aaah!
Las empleadas gritaron como si un burro las hubiera pateado, con alaridos tan desgarradores que atrajo la atención de la dueña. Afortunadamente, esta no temía a las serpientes e incluso acarició la cabeza de Xiao Cu Bao.
—¡Qué serpiente tan hermosa! Su color es precioso.
Chi Cheng pronunció únicamente dos palabras:
—Corte de pelo.
La dueña lo atendió personalmente. Cuando Chi Cheng se quitó la gorra, la comisura de sus labios no dejaba de sufrir espasmos. ¡Quería reírse! Pero al ver el rostro de Chi Cheng reflejado en el espejo, no se atrevió.
—¿Qué estilo desea? —preguntó tentativamente.
Chi Cheng lanzó una mirada fugaz al espejo.
—Haz lo que creas conveniente. Mientras elimines lo que tengo pegado en el pelo, corta como quieras.
La peluquera tironeó suavemente, luego raspó con fuerza y, finalmente, bajo una presión abrumadora, puso una expresión de pésame.
—Pues… solo puedo raparte.
