× Capítulo 2: ¡Auxilio! ¡Alguien se ha suicidado! ×

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Yue Yue tenía una lengua venenosa, pero Wu Qiqiong ya estaba acostumbrado. Sin discutir con ella, se agachó para recoger el bolso y con una sonrisa conciliadora, se lo devolvió.

—Si no te gusta cómo estoy, puedo adelgazar por ti.

—No pierdas el tiempo. No se trata solo de unos kilos de más. La gordura tiene remedio, pero lo tacaño no. ¡Contigo solo compramos cosas en rebaja, solo vamos a supermercados con ofertas especiales y hasta reservamos habitaciones sin internet ni aire acondicionado! Mis amigas ya tienen un auto propio, ¡y yo sigo apretándome en el metro!

Wu Qiqiong, de buen temperamento, intentó consolarla diciendo. 

—Con el tráfico y la gasolina tan caros en Beijing, tener coche no es rentable.

Yue Yue estaba disgustada: 

—¡Claro, con tu sueldo de dos mil yuanes al mes, mantener una novia en Beijing tampoco es rentable! Para ahorrarte gastos, ¡mejor rompamos!

—No digas eso… —suplicó Wu Qiqiong, humildemente. —Gastar en ti no me duele.

—¿Dolerte? ¡Si apenas son dos mil miserables yuanes! Aunque te esfuerces, solo te daría para un tazón de douzhi y un par de Jiao quan. Eres un graduado universitario, trabajas de nueve a cinco ¡y ganas menos que un técnico! Mi amigo de la infancia ni siquiera terminó el instituto y ya tiene un BMW. Si no puedes permitirte un BMW, ¿al menos un Passat? ¿No?

Wu Qiqiong sacó un pañuelo y le enjugó el sudor con ternura:

—Tranquila, en unos años lo compraremos.

—¿Unos años? ¿Con tu miserable sueldo? ¡Y encima me traes a comer a esta trágica casa! Wu Qiqiong, y su pobreza infinita, ¿hasta qué punto puedes llegar? Solo por tu nombre, jamás prosperarías. ¡Basta! Entra y dile a tu madre que hemos roto.

Al girarse para irse, Wu Qiqiong la agarró. Forcejearon tanto que hasta el perro del patio vecino se unió empezando a ladrar.

—¿De verdad no hay vuelta atrás? —los ojos de Wu Qiqiong se enrojecieron.

Yue Yue, aunque tenía una lengua venenosa, no era tan cruel. De ser realmente cruel, no habría aguantado hasta ahora para romper. Al ver el patético aspecto de Wu Qiqiong, a ella también le costó soportarlo, pero los sentimientos ya se habían esfumado. Tarde o temprano debía dar este golpe cruel, ¿Hasta cuándo seguiría su indecisión?

—Wu Qiqiong, no es que te desprecie por ser pobre. Pero odio que no tengas ambición. En todos estos años, no has hecho ni una sola cosa transgresora. Aunque hubieras peleado conmigo o me hubieras gritado un par de frases, ¡al menos habría sido algo nuevo! En palabras bonitas eres estable y sensato; en crudo, ¡eres un cobarde! ¡Un poste inútil!

Tras ella, un ladrillo medio roto yacía bajo un poste de electricidad. Wu Qiqiong lo miró fijamente, recordando de repente el truco de una novela donde el protagonista masculino se golpeaba la cabeza con un ladrillo para recuperar a su amor.

—Moriría por ti — Wu Qiqiong murmuró de pronto.

Yue Yue ni pestañeó, riendo como si fuera una broma.

—No hace falta que mueras. ¡Córtate un brazo y te llamaré señor!

Wu Qiqiong, tembloroso e inseguro, caminó hacia el poste, se agachó y recogió el ladrillo con una esquina rota, sus dos manos temblando como cañas de bambú podridas en el viento. Tras un esfuerzo desesperado, logró sujetarlo con firmeza. Giró la cabeza para mirar a Yue Yue, sus labios temblando.

—Yo… yo de verdad lo haré. No te arrepientas.

Yue Yue lo miró con recelo, no lo tomo en serio y luego se alejó

«¡Bang!»

Yue Yue se detuvo en seco. Al volverse, palideció del horror.

Wu Qiqiong yacía en el suelo, convulsionando con la frente ensangrentada.

—¡Da Qiqiong! Da Qiong, ¡No puedes asustarme! ¡Auxilio! ¡Alguien se ha suicidado!


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