× Capítulo 22: Tan pronto llegó el castigo ×

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Chi Cheng estacionó su auto frente al exclusivo club nocturno de Sanlitun y entró con paso firme.

Dentro del salón privado, cinco o seis personas ya lo esperaban.

Al escuchar la puerta abrirse, un hombre de mediana edad con lentes se apresuró hacia la entrada y murmuró a Chi Cheng: 

—Señor Chi, interceptamos al tipo. Iba a huir del país.

Chi Cheng no respondió. Se dirigió directamente al sofá y se sentó, lanzando una mirada compleja hacia Xiaolong.

Xiaolong, presa del pánico, suplicó entre lágrimas el perdón de Chi Cheng.

—Chi-ge, no quise engañarte. Aquel día tu padre envió varios policías que llegaron de madrugada a las afueras. Me aterroricé. Cuando tu padre me interrogó, ¿cómo podía negarlo? Tenía a todos esos policías armados detrás de él.

—¿A quién carajos quieres engañar?— El hombre junto a Xiaolong se enfureció y le propinó una bofetada. 

—¡Fuiste tú quien armó este desastre! Rastreamos la llamada al comité municipal, ¡era un número del lado de Guo Chengyu! Cuando el viejo llegó a las afueras, ¡ya habías desaparecido!

Incapaz de defenderse, Xiaolong se liberó de quienes lo sujetaban y se arrojó sobre las piernas de Chi Cheng, llorando.

Chi Cheng le acarició la cabeza y habló con voz suavemente.

—Deja de llorar. Levántate y baila para mí.

Xiaolong lo miró con los ojos enrojecidos. 

—¿Ya no estás enojado?

Chi Cheng levantó la barbilla, indicándole que bailara primero.

Xiaolong se levantó en pánico, caminó hasta el centro de la pista y comenzó a moverse. La música vibrante y su cuerpo contoneándose con pasión eran una visión que hacía hervir la sangre de cualquiera. Al ver que Chi Cheng sonreía, Xiaolong relajó su tensión. Se desabrochó la camisa, dejándola colgar sugestivamente sobre los hombros, mientras sus caderas se movían con provocación.

—¿Creen que es lo suficientemente atrevido?— preguntó Chi Cheng a Gangzi.

—No está mal —, sonrió Gangzi con malicia.

Chi Cheng luego preguntó a los otros hombres en el salón: 

—¿Qué opinan ustedes?

Los hombres asintieron al unísono y aplaudieron, con risas burdas y lascivas.

—Entonces quédense a divertirse. Yo no los acompañaré.

Justo cuando Chi Cheng pisaba la salida, Xiaolong se dio cuenta de lo que estaba pasando y con un alarido desesperado, intentó lanzarse hacia él, pero varios hombres lo detuvieron.

—Chi-ge, Chi-ge, no hagas esto, ¿acaso no admití que me equivoqué?…

Gangzi siguió a Chi Cheng hacia afuera. Chi Cheng le lanzó una mirada de reojo y Gangzi inmediatamente acercó su oído.

—Vigílalo. Que no lo maten.

—Entendido.

Apenas Chi Cheng salió del club, antes incluso de poder respirar aire fresco, vio que su auto estaba siendo pateado frenéticamente por los pies descalzos de alguien. El tipo seguía pateando mientras gritaba: 

—¡Joder! ¿De quién es este auto? ¿No ves que estás bloqueando el camino? ¡Mueve esta mierda ahora mismo o la destrozo!

El que pateaba el auto y gritaba insultos era precisamente Wang Zhenlong, quien también frecuentaba este club. Las calles de Sanlitun eran estrechas, haciendo difícil estacionar. Al no encontrar lugar, Wang Zhenlong sintió que perdía la cara, y como el auto parecía valer poco, se desató con él.

Chi Cheng se acercó en silencio.

Wang Zhenlong le gritó a Chi Cheng: 

—¡Calvito! ¿Este auto es tuyo? ¡Muévelo de una vez!

Yue Yue alzó la mirada y observó a Chi Cheng, quedando completamente paralizada. El “calvito” mencionado por Wang Zhenlong vestía un pantalón de uniforme y una chaqueta gris extremadamente común. No llevaba relojes lujosos en sus muñecas, ni arrogancia en sus ojos al mirar a los demás. Sin embargo, el simple acto de abrir la puerta del auto hizo que Yue Yue percibiera un aura abrumadora.

Su corazón fue atraído violentamente hacia el auto como por algún tipo de magnetismo.

Chi Cheng no arrancó de inmediato, sino que miró a Wang Zhenlong a través de la ventana.

—¿Qué diablos esperas? ¡Lárgate ahora mismo!—  gritó Wang Zhenlong 

Chi Cheng dio media vuelta y se fue, sin pronunciar palabra de principio a fin.

 

[====×====]

 

Pasada la 1:00 am, Wang Zhenlong y Yue Yue salieron del club. Wang Zhenlong, completamente ebrio, comenzó a manosear a Yue Yue en plena calle. Yue Yue sintió un repentino asco y, apartando sus sucias garras, se metió primero en el coche.

Durante el trayecto, el rostro de Chi Cheng no dejaba de aparecer en la mente de Yue Yue.

¿Cómo describirlo? No era precisamente el hombre más guapo del mundo, pero irradiaba un magnetismo indescriptible. Sus arcos superciliares eran duros como roca, sus hombros, anchos como montañas. Con un simple movimiento de sus musculosos brazos, podría envolverla por completo. Aquellas palmas grandes que abrieron la puerta del coche seguramente serían capaces de aplastarla hasta hacerla polvo…

Un brusco giro cortó abruptamente sus fantasías.

—¿No puedes conducir con cuidado? —Yue Yue regañó a Wang Zhenlong con fastidio.

La mente de Wang Zhenlong estaba nublada. Un coche zigzagueante en su campo visual le provocaba náuseas. Con el rostro enrojecido y torpemente girando el volante, cuanto más le cerraba el paso el vehículo delantero, más se negaba a reducir la velocidad o frenar…

Cinco minutos después, un grito desgarrador rasgó el aire.

En un punto ciego de las cámaras de vigilancia vial, un automóvil chocó contra un pilar de piedra y volcó de costado. El parabrisas quedó hecho añicos y la parte delantera del vehículo severamente deformada.

Yue Yue se había abrochado el cinturón de seguridad antes de partir, por lo que sus heridas no eran graves y permanecía consciente. La situación de Wang Zhenlong era mucho peor, como siempre conducía sin cinturón, ahora tenía medio cuerpo empalado entre las planchas de acero deformadas, masacrado y ensangrentado, habiendo perdido el conocimiento en el acto.

Yue Yue apenas lanzó una mirada a Wang Zhenlong antes de apartar la vista horrorizada, desesperada por salir arrastrándose del vehículo.

Alguien abrió la puerta del coche. Apenas logró salir, Yue Yue colapsó en el suelo.

Ante sus ojos aparecieron un par de zapatos de cuero, con las perneras del pantalón de uniforme descansando casualmente sobre ellos. La mirada de Yue Yue ascendió con avidez hasta divisar la chaqueta gris y ese rostro enmarcado por una sonrisa fría.


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