La lluvia afuera se hacía cada vez más pesada. Jiang Xiaoshuai no tuvo corazón para echar a Wu Qiqiong, así que lo dejó quedarse a dormir allí. Al amanecer, podría ir directo al trabajo y se ahorraría el viaje de ida y vuelta.
Los dos se apretujaron en una cama individual, tan pegados que, al acostarse boca arriba, solo podían poner los brazos sobre sus vientres. Jiang Xiaoshuai volvió la cabeza y miró de reojo a Wu Qiqiong. Este tipo ya no tenía nada que ver con el que había conocido al principio. Su rostro, difuminado en la oscuridad, tenía un contorno más definido, y el techo reflejado en sus ojos húmedos, parecía limpio y transparente.
—¿Qué día es hoy?
El tono despreocupado de su voz cortó de golpe los agradables pensamientos de Jiang Xiaoshuai.
—Treinta.
Wu Qiqiong se incorporó de repente, sacó su móvil del bolsillo y marcó el número de Yue Yue. Un momento después, una voz adormilada sonó al otro lado.
—¿Qué? ¿Qué quieres?
Wu Qiqiong dijo:
—Hoy es treinta. Todavía nos quedan 877 minutos en nuestro paquete de llamadas familiar. Deja el teléfono encendido y puedes seguir durmiendo tranquilamente, no vamos a regalarle dinero a China Mobile.
Del otro lado estallaron maldiciones furiosas, exasperadas, irritadas e histéricas.
—¡Idiota!
Su amiga que dormía a su lado, despertó de repente.
—¿Qué pasa?
La voz somnolienta de Yue Yue goteaba impaciencia.
—Mi ex novio. Es un caso perdido, enserio. Ya le he dicho tres veces que terminamos, y cada vez me amenaza con suicidarse.
La amiga preguntó:
—¿El collar de platino te lo regaló él?
—¡Joder! ¡No me lo recuerdes! Me compró un collar, me lo regaló, pero después, como le dije un par de cosas, me la pidió de vuelta. ¿Te das cuenta? ¿ Cómo puede existir alguien así?
—¿En serio?… ¿Es siquiera un hombre?
—Yo tampoco me anduve con rodeos. Mientras sacaba el ladrillo, le arrebate el collar.
—Bien hecho. Lo que no te lleves es pérdida. ¡Así hay que tratar a gente como él!
—Mañana mismo lo venderé en alguna tienda. Así no tendré que seguir viendo esta monstruosidad.
—…
Jiang Xiaoshuai no pudo seguir escuchando y cortó la llamada por Wu Qiqiong.
Wu Qiqiong murmuró para sí:
—En realidad ella ya canceló nuestro paquete familiar hace tiempo. Solo quería escuchar el sonido de su respiración…
Jiang Xiaoshuai respondió fríamente:
—¿Ya escuchaste suficiente?
—Sí— dijo Wu Qiqiong con expresión vacía.
—¿Crees que debería aceptar terminar?
—¡¡¡Maldita sea, deberías haberlo aceptado hace mucho tiempo!!!— gritó Jiang Xiaoshuai saltando de la cama y golpeando el colchón con los puños.
—¡Te lo dije desde el principio! ¡Esa mujer nunca te tomó en serio! ¡Solo desperdiciaste todos esos malditos ladrillos!
—Usé el mismo una y otra vez…
El pecho de Jiang Xiaoshuai se agitaba violentamente, su frente cubierta de sudor. Se reprochó internamente. ¿Por qué estás tan alterado? Esto ni siquiera es asunto tuyo.
—Xiaoshuai… ahora que lo pienso, tenías razón. Debería haber estudiado humanidades. Si hubiera sido estudiante de letras, ya habría saltado al Lago Weiming. Probablemente ya estarían celebrando mi quinto ritual conmemorativo.
Jiang Xiaoshuai soltó una risa fría.
—Sí, definitivamente iría a tu tumba a quemarte algunos tornillos.
—¿Por qué?
—¿No te das cuenta de que te hacen faltan?
Wu Qiqiong guardó silencio. Un frío glacial lo recorrió de pies a cabeza, como si la lluvia exterior se hubiera filtrado bajo su piel.
El teléfono sonó de nuevo. Wu Qiqiong lo agarró como ahogado que se aferra a un salvavidas, entrecerrando los ojos para enfocar la pantalla. Pero no era Yue Yue llamando para explicarse, sino su jefe de departamento.
—Te llamé antes… ¿por qué… tu línea estaba ocupada?—la voz llegó espesa por el alcohol.
—El teléfono está dañado, no tiene buena señal— dijo Wu Qiqiong.
—Ven ahora mismo. Se rompió la máquina y la necesitamos para mañana.
Al colgar, Wu Qiqiong se levantó mecánicamente y se puso los zapatos.
Jiang Xiaoshuai se incorporó en la cama y lo miró:
—¿Vas a salir a esta hora? —afuera seguía lloviendo—. ¿Tu jefe está borracho? Que llame a un electricista. Además —señaló la herida en su frente— ¿No ves que estás lesionado?
Wu Qiqiong no reaccionó. Se había convertido hacía mucho tiempo en el reparador multiusos de la oficina: lámparas, computadoras, máquinas… todo lo arreglaba él. En esa oficina de cuatro personas, solo él trabajaba. Los otros tres, con salarios más altos que el suyo, no hacían nada. Y él, ridículamente, se sentía orgulloso de eso.
—¡Oye! —Jiang Xiaoshuai lo siguió hasta la puerta—. ¿De verdad vas a ir?
—Aquí hace frío. Saldré a calentarme.
—…
