Aunque el plan fue modificado a última hora, tuvieron suerte: había caído una gran nevada la noche anterior. Lin Mo, siempre perfeccionista, insistió en grabar en un escenario real, lo que obligó al equipo de producción a buscar rápidamente una locación adecuada. Pei Tingsong comenzó grabando sus tomas individuales, mientras que Fang Juexia, en teoría, debía esperar en la sala de descanso. Sin embargo, algo le impedía dormir, y en cambio, miraba una y otra vez el pequeño papel que tenía en las manos.
[Puedes tranquilamente agasajarme con nieve.]
Era como si una voz en su interior repitiera constantemente este verso en su mente.
Siempre había sabido que no era particularmente sensible a los matices poéticos o románticos de las palabras, siendo prácticamente inmune a la literatura. Pero algo en esas palabras escritas por Pei Tingsong despertaba en él una sensación extraña y misteriosa.
Sin embargo, carecía de la capacidad para expresarlo, incapaz de encontrar las palabras correctas.
Las emociones y los pensamientos son complicado. Todo lo que no puede ser modelado con matemáticas o deducido lógicamente siempre es complicado.
Cheng Qiang le llevó leche caliente y un abrigo de plumas. Fang Juexia guardó el papelito en el bolsillo de su chaqueta y se puso un suéter negro que le había alcanzado el asistente. Aunque Cheng Qiang le sugirió que durmiera un poco más, sabiendo que la sesión de fotos sería agotadora, Fang Juexia optó por ir al set. Esta era una oportunidad rara, y él quería asegurarse de que las tomas fueran lo mejor posible.
El set estaba lleno de actividad. Todos rodeaban a Pei Tingsong, mientras el iluminador hacía todo lo posible para crear una luz cálida como de invernadero, bañando su figura con un resplandor primaveral.
“Xiao Pei realmente nació para este trabajo,” comentó Cheng Qiang. “Pero si no hubiera entrado en la industria, seguramente sería de esos herederos de conglomerados que se vuelven virales por su buen aspecto.”
Fang Juexia asintió, aunque no podía imaginarse esa escena. Para él, Pei Tingsong siempre estaba ligado al escenario.
Era cierto que Pei Tingsong, con su estatura alta y un rostro que podía ser tanto encantador como seductor, era el epítome de alguien a quien la vida le había dado una ventaja natural. Pero más allá de su físico, también tenía una presencia innata para la moda, algo característico de las personas con una personalidad fuerte.
Simplemente estando en medio del invernadero de cristal decorado con flores, ya parecía una obra de arte.
El equipo de grabación del reality show grupal también estaba presente. Cheng Qiang, notando que Fang Juexia no interactuaba con Pei Tingsong, le dio un empujón y le susurró: “Anda, échale un vistazo a Xiao Pei.”
Fang Juexia no estaba particularmente dispuesto, pero al haber sido empujado, no tuvo más remedio que acercarse con algo de incomodidad.
“La iluminación superior, ajústala para que sea frontal,” indicó Lin Mo, sin apartar los ojos de la cámara. “Probemos, Xiao Pei, muévete libremente mientras hago unos ajustes.”
El invernadero estaba decorado con una variedad de flores: racimos de rosas color caramelo, tulipanes rosados, clemátides, y un mar de hortensias azules mezcladas con pequeños jacintos de uva.
Cubierto con una chaqueta acolchada gris claro, Fang Juexia se acercó silenciosamente a Pei Tingsong por detrás. No sabía cómo iniciar una conversación con él, y de todos modos, no tenía muchas ganas de hablar. Pei Tingsong con maquillaje, parecía un silencioso espíritu de la nieve.
Pei Tingsong, de espaldas a él, miró los ramilletes de flores y notó un toque de blanco oculto entre ellas, casi aplastado por el resto. Con cuidado, apartó algunas flores para revelar un tallo verde delgado que temblaba ligeramente.
Estaba decidido a rescatar esa flor blanca.
“Muy bien,” comentó Lin Mo mientras tomaba unas fotos. Revisó las imágenes y estaba satisfecho con la sutil curvatura en la comisura de los labios de Pei Tingsong.
“¿Por qué elegiste esa flor?” preguntó de repente Fang Juexia, llamando la atención de Pei Tingsong, quien no se había dado cuenta de su presencia.
Como las flores del invernadero eran cortadas, Pei Tingsong no dudó en sacar la flor blanca. La giró entre sus dedos, llevándola a su nariz. No tenía el típico aroma floral, solo un leve olor a planta.
Con una sonrisa, respondió con otra pregunta: “¿Por qué crees que la elegí?”
Fang Juexia bajó la vista hacia la flor, un gesto que hizo temblar sus largas pestañas blancas como pétalos delicados.
Algo en su mente parecía percibir la respuesta.
“Si lo supiera, no te lo habría preguntado,” replicó, levantando de nuevo la mirada.
Pero Pei Tingsong arqueó las cejas y acercó la flor a su rostro, no para dársela, sino para alinearla con su cara, como si estuviera comparándolos.
Sus ojos se entrecerraron un poco, como estudiándolo cuidadosamente.
Finalmente, no dio una respuesta directa. Cuando retiró la flor, el pétalo rozó la mandíbula de Fang Juexia.
“Creo que ya lo sabes,” afirmó con confianza, levantando las cejas mientras acariciaba suavemente los pétalos con la base de su mano.
La sensación dejó a Fang Juexia desconcertado. Este tipo de interacción, con su mezcla de indirectas y empuje, estaba completamente fuera de su experiencia. Pei Tingsong era su opuesto total: Podía ser directo al punto de desconcertar, y en otros momentos, enigmático.
Tuvo que admitir que este chico, dos años y medio menor que él, era un experto en el arte de la negociación.
“Muy bien, buen estado,” comentó Lin Mo desde un lado, revisando las fotos. “Ahora, más suavidad, que encaje con el concepto de primavera.”
La naturaleza escéptica de Pei Tingsong emergió nuevamente. Sin embargo, lo expresó con una sonrisa, una sonrisa que, irónicamente, encajaba perfectamente con el “concepto”.
“¿Por qué la primavera siempre tiene que ser suave?”
Su comentario dejó perplejo al equipo, quienes se quedaron en silencio por un momento.
Incluso Fang Juexia levantó la cabeza, intrigado por la pregunta. Admiraba esa habilidad de expresar sus opiniones libremente, algo que probablemente estaba relacionado con el entorno en el que había crecido.
Porque después de pasar demasiado tiempo en un ambiente que favorece la armonía y la uniformidad, incluso los escépticos pierden su filo.
“Siempre asociamos la primavera con suavidad: días cálidos, el invierno desapareciendo para dar paso al florecimiento. Es como un cliché arraigado. ¿No podría la primavera tener un concepto diferente?” Pei Tingsong dirigió una mirada a Fang Juexia y continuó:
“Por ejemplo, ¿Qué tal si el débil invierno fuera aprisionado por la primavera, condenado a no volver a ver la luz del día?”
Esa mirada fue muy significativa.
Lin Mo se enderezó, pero no dijo nada inmediatamente sobre la idea de Pei Tingsong. Los demás miembros del equipo no se atrevieron a pronunciar palabra, aunque los editores y escritores de la revista estaban encantados. Sabiendo que el equipo de Xingtu tenía fama de ser flexible con las propuestas y sin demasiadas restricciones, estaban aún más emocionados.
Después de unos momentos, Lin Mo comenzó a caminar en círculos por el lugar, deteniéndose de repente para mirar a Fang Juexia y preguntarle:
“¿Tú qué piensas?”
Un fotógrafo como este era inusual. La mayoría de los grandes fotógrafos de la industria solían ser autoritarios, y Lin Mo no era la excepción. Sin embargo, probablemente había sido “domado” un poco por Pei Tingsong en su último enfrentamiento, expandiendo su tolerancia.
“Una primavera agresiva” afirmó Fang Juexia. “Me gusta esa idea.”
No lo dijo solo por seguir la corriente; en realidad, estaba interesado. Además, en su opinión, Pei Tingsong no era precisamente una persona tranquila, así que una primavera suave y cálida no cuadraba con su carácter.
“¿Sabes algo?” Lin Mo se rió y le dijo a Pei Tingsong: “La última vez que alguien me desafió así y logró que cediera fue una actriz de alto nivel ganadora de premios a nivel internacional. Tenía un gusto exquisito, pero también un carácter altivo.”
El significado de esas palabras estaba claro para todos, y se sintieron aliviados.
Cheng Qiang, que ya estaba sudando, soltó un suspiro. Aunque Pei Tingsong tenía un respaldo sólido, trabajar con un chico que no temía a nada era como caminar sobre una cuerda floja.
El concepto fue modificado una y otra vez, y la versión final terminó siendo completamente diferente a la inicial. Sin embargo, nadie en el equipo pudo negar la impresionante capacidad de Pei Tingsong para interpretar las ideas con su presencia.
Cuando comenzó la sesión formal, Fang Juexia se apartó del set y se colocó junto al monitor para observar.
Pei Tingsong se sentó despreocupadamente en el suelo, una pierna flexionada y la otra estirada hacia adelante. Rodeado por ramilletes de flores, sostenía en la mano una solitaria flor blanca. La cámara lo capturó desde arriba. Su cabello, estilizado con un volumen casual, dejaba caer algunos mechones desordenados sobre su frente. Al levantar la mirada, sus ojos se afilaron ligeramente, proyectando una sombra en el rabillo de los ojos que casi conectaba con los pétalos rosados de una flor de cerezo.
Pero había una agresividad indiscutible en su mirada, como la de una bestia esperando cazar. Este peligroso aire contrastaba aún más con las suaves y fragantes flores que lo rodeaban, resaltando su desenfadada intensidad.
“Perfecto, esa mirada está excelente,” dijo Lin Mo mientras acercaba más la cámara. Bajo el lente, las pequeñas marcas bajo los ojos de Pei Tingsong parecían agregar una sensación de deseo crudo y auténtico.
Pei Tingsong giró su rostro, llevando la flor a sus labios.
Fang Juexia lo observaba en silencio. Creyó que Pei Tingsong iba a besar la flor.
Pero no. Sus labios apenas rozaron los pétalos antes de abrirse para morderlos con suavidad. Luego, sus dientes se hundieron en la flor, rompiéndola. La sonrisa que se extendió por sus labios parecía la de una bestia que acababa de perforar la arteria de su presa: una mezcla de júbilo salvaje y triunfo burbujeando en su mirada y en su sangre.
El clic de la cámara era constante.
Fang Juexia se perdió en sus pensamientos. Por un momento, casi pudo sentir la presión de los dientes de Pei Tingsong sobre los pétalos, la misma punzada que la flor debía estar “sintiendo.”
De alguna manera inexplicable, se sintió conectado con esa flor.
Lin Mo estaba más que satisfecho, tan absorto que no dijo ni una palabra más mientras continuaba capturando cada movimiento de Pei Tingsong.
“Querido,” interrumpió Andy, regresando a escena con un polvo compacto en mano. “Te he estado buscando. Ah, ya veo que estabas aquí. Su relación como equipo parece increíble.”
En realidad, no lo era. Fang Juexia giró los ojos de manera sutil y forzó una pequeña sonrisa.
Andy le arregló el maquillaje. “Ya encontraron un paisaje nevado cerca, un parque que parece especialmente hermoso.” Después de unos toques finales, se alejó un poco para mirarlo. “Perfecto.”
Pero Andy había salido después de haberse puesto demasiado perfume. El olor era tan fuerte que parecía haber derramado medio frasco, irritando la nariz de Fang Juexia. Finalmente, después de intentar resistirlo, estornudó.
“¡Achú!”
El sonido fue leve, pero Pei Tingsong lo notó al instante, levantando la cabeza. Fang Juexia, que acababa de estornudar, giró para mirarlo, y sus miradas chocaron.
Pei Tingsong se rió.
Esa sonrisa fue capturada por la cámara, donde los pétalos destrozados cubrían su mandíbula y labios. Sus ojos sonrientes añadían un toque vivaz al cuadro.
“Esta quedó desenfocada, pero tiene vida,” dijo Lin Mo satisfecho.
Lin Mo, conocido por enfocarse en los detalles de sus modelos, ahora dirigía su atención a las manos de Pei Tingsong. Con un fondo borroso de flores de múltiples colores, la cámara captó cómo sus dedos acariciaban y jugaban con los pétalos hasta destrozarlos. Los pétalos blancos, arrancados con rudeza, quedaron separados de los sépalos, temblando solitarios como si fuesen víctimas de un acto de violencia.
Era un acto de destrucción, pero tanto bajo el lente como en los ojos de Fang Juexia, parecía una metáfora de un deseo consumado.
El clic de la cámara sonaba como una respiración acelerada. Los pétalos, presionados entre los dedos de Pei Tingsong, adquirían una textura translúcida, como si fueran hematomas. La luz resaltaba las fibras internas, los capilares de la flor, expuestos y brillantes.
“Suéltalos,” instruyó Lin Mo.
Pei Tingsong dejó que los pétalos cayeran, flotando como alas de mariposas rotas, completando su misión.
Luego le pasaron un cuenco pequeño de cerezas rojas. Era una pieza de utilería que también formaba parte del concepto. Fang Juexia vio cómo Pei Tingsong tomaba el cuenco de porcelana blanca con grietas esmaltadas, exquisitamente decorado.
“Es muy bonito,” comentó Fang Juexia.
Pei Tingsong se acercó y tomó el cuenco. “¿Esto? ¿Bonito?” Con una expresión traviesa, se sentó en el suelo y simuló que iba a estrellarlo contra el suelo.
“¡Oye!” Fang Juexia, alarmado, intentó detenerlo.
Logrando su travesura, Pei Tingsong rió como un niño que había logrado salirse con la suya. Luego hundió un dedo manchado con jugo de flores en las cerezas, revolviéndolas lentamente.
Lin Mo, que estaba revisando las tomas, levantó la vista. “¡Espera, sigue así!”
La cámara enfocó nuevamente.
Con movimientos deliberados, Pei Tingsong seleccionó una cereza, llevándola a sus labios. Mordió con precisión, haciendo que el jugo rojo brotara como sangre, goteando por la comisura de su boca.
“¡Excelente!” exclamó Lin Mo, satisfecho con el resultado.
En la pantalla del monitor, Pei Tingsong se limpiaba los labios con el dorso de la mano, sonriendo con un aire perverso. Involuntariamente, la manzana de Adán de Fang Juexia subió y bajó ligeramente.
La última toma quedó congelada en esa imagen: la mirada saciada de Pei Tingsong, atravesando la pantalla como si directamente fuera a morder su garganta.
