Chi Cheng dedicaba sus días a holgazanear en una casa llena de serpientes mascotas que se hacían las lindas y mimosas, y por la noche se follaba a la amante de otro, viviendo como un emperador. Pero por desgracia este reinado duró poco, interrumpido por una llamada telefónica.
—Tu padre está en el hospital, vuelve a casa ahora.
Chi Cheng dejó el móvil, y entre sus cejas se marcó una línea dura como el filo de un cuchillo.
Xiao Long todavía tenía la mano acariciando la zona de maleza bajo el vientre de Chi Cheng. Al ver su expresión extraña, frunció ligeramente los labios y preguntó con cautela:
—¿Qué pasa?
Chi Cheng lo apartó.
—No es asunto tuyo— Hizo ademán de levantarse de la cama.
Pero Xiao Long enganchó rápidamente el brazo de Chi Cheng, abrió las piernas y se montó sobre su cadera, mirándolo provocativamente.
—Déjame ayudarte a sacarlo primero, si no será muy incómodo.
Chi Cheng lo miró un momento, luego de repente lo volteó y se sentó directamente sobre su cara, empujando su miembro gigante en la garganta de Xiao Long durante un momento, antes de terminar rápidamente, vestirse y salir de la cama.
Solo cuando Xiao Long vio que Chi Cheng había salido de la habitación, se atrevió a escupir la sangre mezclada con saliva que tenía en la boca.
—Cuiden bien a las serpientes— Chi Cheng advirtió a sus dos subordinados.
Ambos asintieron al unísono, mirando cómo Chi Cheng se alejaba en su auto.
Aunque había tomado medidas preventivas, Chi Cheng aún estaba inquieto por un tesoro en particular, una pitón verde que lo había acompañado durante seis años. Desde que Chi Cheng comenzó a criar serpientes, esta pitón siempre estuvo con él, y no importaba adónde fuera, siempre la llevaba consigo.
Incluso le había puesto un apodo cariñoso como Xiao Cu Bao.
Como su nombre indicaba, Xiao Cu Bao tenía un carácter bastante posesivo. Durante años, había monopolizado el edredón de Chi Cheng. Que otros se subieran a la cama no era problema, ni siquiera si ‘hacían ese tipo de cosas’, pero nadie podía meterse bajo las cobijas de Chi Cheng. Si alguien osaba invadir su territorio, esta ‘anciana serpiente’ se enroscaba al instante y lo estrangulaba hasta dejarlo medio muerto.
Vestido de gris, Chi Cheng llevaba a Xiao Cu Bao, de un verde esmeralda, enroscada alrededor de su erguido cuerpo, como si fuera un gran árbol. Su cabeza, bajo el movimiento de los dedos de Chi Cheng, se balanceaba de un lado a otro, y cuando Chi Cheng se distraía, aprovechaba para darle un mordisco en la cara.
—¡Jajaja…! —Chi Cheng se rio mientras acariciaba la cabeza de Xiao Cu Bao.
—No aprecio a nadie más, solo a ti.
La cola de Xiao Cu Bao se frotó halagadoramente contra el vientre de Chi Cheng.
Al llegar a casa, el conductor estacionó el auto y Chi Cheng bajó con Xiao Cu Bao en brazos.
Zhong Wenyu (la madre de Chi Cheng) apenas abrió la puerta cuando retrocedió de golpe, alejándose rápidamente.
—¡Ay! ¿Cómo es que otra vez traes esta cosa?
—Dejarlo allí solo no me deja tranquilo.
Mientras se cambiaba de zapatos y entraba, le preguntó a Zhong Wenyu:
—¿No estabas en el hospital con papá?
—Varios médicos lo atienden por turnos. No tenía nada que hacer ahí, así que volví a esperarte.
Zhong Wenyu le sirvió un vaso de agua y se lo acercó. Chi Cheng se lo bebió de un par de tragos, se levantó y dijo:
—Bueno, vámonos entonces.
—¿Adónde?
—Al hospital, a ver a papá.
Zhong Wenyu respondió con cierta incomodidad:
—No hay prisa, mejor mañana. Ahora tu ya está dormido. No es nada grave, no pasa nada.
Chi Cheng tensó su rostro varonil y frío:
—De haberlo sabido, hubiera venido mañana.
—¿Ni siquiera puedes pasar un rato más con mamá? Te pasas semanas enteras escondido en las afueras, tu padre y yo apenas te vemos. Si criaras otra cosa, estaría bien, pero ¿tiene que ser esta cosa? Si un día te muerde y no hay nadie cerca, ¿quién va a salvarte?
¿Una mordida?, Chi Cheng soltó una risa fría en su corazón. Ya me han mordido siete u ocho veces esas serpientes venenosas, ¿acaso no sigo bien?
—Basta, ya es tarde. Encierra a esta cosa y vuelve a tu habitación a dormir.
Como si no hubiera oído nada, Chi Cheng fue hacia su habitación con Xiao Cu Bao en brazos.
Zhong Wenyu lo siguió:
—¡El terrario está en esta habitación! ¿Para qué la llevas a la tuya?
¡BAM! La puerta se cerró de golpe frente a ella.
Zhong Wenyu se quedó parada frente a la puerta, preocupada. ¿Qué vamos a hacer con este niño? Es demasiado problemático.
[====✧×✧====]
A la mañana siguiente, Chi Cheng fue despertado por una llamada telefónica. Miró su teléfono, ya eran más de las diez. ¿Cómo es que nadie lo llamó para levantarse?
—Joven maestro Chi… ¡Hay problemas! ¡El nido de serpientes ha sido saqueado!
Chi Cheng se incorporó de golpe. Su mirada confusa se volvió abruptamente aguda.
—¿Si todo estaba bien, cómo carajos pudieron saquearlo?
—Sospecho que a Da Kun y a mí nos drogaron. Anoche dormimos profundamente y no escuchamos ningún ruido, cuando despertamos ya eran las nueve. Fuimos a revisar las habitaciones del este, pero ¡todos los terrarios estában vacíos! Hasta las serpientes de tu habitación desaparecieron.
—¿Dónde está Xiao Long? —preguntó Chi Cheng.
—No sabemos. No lo hemos visto desde que despertamos.
Los ojos de Chi Cheng se llenaron de hostilidad.
Chi Yuanduan (padre de Chi Cheng) salía del hospital, o mejor dicho nunca había estado hospitalizado. Cuando Chi Cheng, con cara sombría quiso salir, fue interceptado por Chi Yuanduan en la puerta.
—Ya tengo todo arreglado. En dos días empezarás a trabajar en la Oficina de Gestión Urbana.
Chi Cheng rodeó directamente a Chi Yuanduan.
—¡Atrévete a dar un paso más!— Chi Yuanduan pateó con un BANG la puerta tras él. —¡Mira tú aspecto descuidado! ¡Ya tienes veintiocho años y ni un trabajo decente! Mira a Xiaoyu, ¿qué tan perdido estaba antes? ¡Ahora es gerente! A él también le gusta jugar, ¡pero no descuida los asuntos serios!
Chi Cheng volvió a sentarse en el sofá, cogió un puñado de tomatitos cherry y se los fue echando a la boca uno a uno.
—Puede pedirle que le llame ‘papá’, no me opongo.
—¡Joder, ojalá pudiera cambiarte por otro hijo!— Chi Yuanduan le gritó a Chi Cheng con el rostro enrojecido por la ira.
—¡Las denuncias han llegado hasta mi oficina! Dicen que mi hijo es un pervertido sexual, que acosa a estudiantes varones… ¡con pruebas! ¿Dónde quieres que meta mi vieja cara?
Chi Cheng sabía que Xiao Long y Guo Chengyu habían jugado otra mala pasada.
—¿No podías jugar con otra cosa? ¡Tenías que ir a por chicos! ¿Es que eres impotente o tienes algún problema mental?
Chi Cheng se levantó, sacudiéndose la ropa, su figura imponente plantada frente a Chi Yuanduan.
—Tengo síndrome de mareos por vagina, ¿Contento?
Chi Yuanduan, furioso, estalló:
—¡Deja de decir estupideces! ¡He encerrado a todas tus serpientes! Si quieres que sigan vivas, ¡pórtate bien y ve a trabajar!
…