La noche siguiente, Wu Suowei salió a escondidas.
Para asegurarse de que nada saliera mal, incluso se disfrazó meticulosamente, cambió su chaqueta acolchada por un abrigo largo de plumas, más fácil para ocultar objetos. Los puntos clave de su transformación fueron los ojos y su cabeza rapada. Pegó sus párpados dobles para convertirlos en monolides, haciendo sus ojos más pequeños. Por suerte, Jiang Xiaoshuai tenía una peluca, así que Wu Suowei se la puso como pudo y la cubrió con un gorro de lana, quedando completamente tapado.
Wu Suowei subió a un autobús.
A esa hora ya casi no quedaban pasajeros, y casi todos iban sentados. Sus ojos escudriñaron el entorno con agilidad, buscando un objetivo adecuado. Uno tras otro, los pasajeros bajaban, y él aún no encontraba a nadie adecuado. O le parecían demasiado mayores, o le daba lástima alguien con piernas arqueadas. Cuando por fin vio a una mujer joven, vestida a la moda y contoneándose, no pudo evitar mirarla un par de veces más y perdió la oportunidad.
—Última parada. Por favor, pasajeros, pasen su tarjeta al bajar.
Mierda… ¿Ya llegamos? Wu Suowei se golpeó la frente con frustración. ¡No puedo perder el tiempo así! ¡Tengo que actuar rápido! Si no, amanecerá antes de que haga nada.
Vagando sin rumbo, Wu Suowei terminó en un puente peatonal.
Me quedaré aquí un rato.
Encendió un cigarrillo barato, lo chupó con fuerza un par de veces y, mientras observaba los coches pasar bajo el puente, un torrente de emociones lo invadió. Hubo un tiempo en que soñó con una vida así, no importaba trabajar mucho, no importaba ganar poco. Incluso si solo pudiera comprar un viejo Xiali de segunda mano, con tal de conducirlo a casa, donde una luz lo esperara encendida, habría sido suficiente.
¿Cómo terminé convertido en lo que soy ahora?
Wu Suowei respiró hondo, se dio unas palmadas en la cara y se animó a sí mismo sin parar.
—¡Ánimo! ¡Vamos, despierta! ¡Días gloriosos y brillantes te esperan! ¡No hay tiempo para lamentaciones! ¡Actúa ahora!
Justo en ese momento, un objetivo apareció en su campo visual.
Ese individuo no era otro que Chi Cheng, en su turno nocturno.
En realidad, no era tan diligente. Salía a pasear por puro aburrimiento. Atrapar ladrones no era un deber para él, sino entretenimiento.
Antes de salir, Chi Cheng también se había disfrazado. Sus compañeros siempre decían que emanaba un aura demasiado oscura, lo que ahuyentaba a los ladrones comunes. Así que se puso un abrigo de cachemira muy mundano, un gorro tejido a mano, un bolso de piel de lujo, y caminaba viendo una película en su iPad, proyectando una imagen relajada de un pequeño burgués urbano.
Aun así, Wu Suowei lo había elegido.
—¡Mierda! Desde lejos se parece a ese maldito agente calvo… —murmuró Wu Suowei—. Hasta camina igual, y esa actitud de presumido es idéntica. ¡Le robaré a él!
Nada más pisar el puente peatonal, Chi Cheng olió el rastro de un ladrón.
Wu Suowei ya había tendido su trampa con anticipación.
Chi Cheng seguía mirando la pantalla, como si no tuviera ninguna precaución. Wu Suowei lo seguía, sus ojos oscuros fijos en el teléfono dentro de su bolsillo. Finalmente, el pie de Chi Cheng tropezó con algo y cayó de rodillas violentamente.
Wu Suowei aprovechó para ayudar a Chi Cheng a levantarse, y en el proceso le robó el teléfono del bolsillo. Todo en menos de dos segundos.
—Gracias.
La mirada profunda y calculadora de Chi Cheng contrastaba violentamente con su disfraz de apariencia inofensiva.
Wu Suowei intentó mantener la calma.
—De nada.
Al darse la vuelta para irse, su hombro fue inmovilizado por una mano firme. Wu Suowei supo que estaba en problemas, ¡había caído en una trampa! Se giró para luchar con todas sus fuerzas, pero sus patéticos intentos de artes marciales apenas duraron unos segundos antes de que Chi Cheng lo dominara por completo.
—¿Así que fingiste tu caída?—Wu Suowei rechinó los dientes, indignado.
Chi Cheng se burló fríamente.
—Si tú puedes fingir que me ayudas, ¿por qué yo no puedo fingir una caída?
El crujido de los dientes de Wu Suowei se hizo audible. De pronto, su expresión se endureció y estrelló su frente contra la clavícula de Chi Cheng con toda su fuerza.
Un dolor sordo recorrió el cuerpo de Chi Cheng, quien instantáneamente agarró el cuello de la camisa de Wu Suowei y le levantó el rostro a la fuerza.
Tras tres segundos de silencio incómodo. Ambos se quedaron paralizados.
Chi Cheng fue el primero en hablar.
—¿Otra vez tú?
Wu Suowei también reconoció a Chi Cheng. En su mente, maldijo ¡Mierda! ¿Por qué estás en todas partes?
Rechinó los dientes con irritación y lanzó una mirada hostil a Chi Cheng:
—¿Los policías no se están pasando de la raya? ¿Ahora incluso les echan el trabajo de atrapar ladrones a los de la gestión urbana?
Chi Cheng sacó unas esposas y las golpeó suavemente contra sus nudillos, produciendo un sonido inquietante.
—Ahora soy policía.
Wu Suowei: —…
Chi Cheng arrancó los postizos que Wu Suowei tenía pegados en los párpados, dejando al descubierto sus ojos negros y brillantes. Le quitó el gorro y finalmente le arrebató la peluca, jugueteando con ella en sus manos.
—¿Autónomo? —preguntó con mirada burlona—. ¿Un poco de todo?
—¿Acaso nuestro país no promueve el desarrollo integral?—Wu Suowei mantuvo la espalda recta.
—La última vez te dejé ir porque parecías honesto. Si hoy te perdono otra vez, parecerá que te estoy menospreciando.
Wu Suowei apretó la mandíbula, con los labios tensos y el ceño fruncido en un gesto obstinado.
Chi Cheng sonrió con ambigüedad:
—Qué valiente.
¡Click! Las esposas se cerraron.
—Pues vamos.