× Capítulo 30: Seducción ×

Traducido por:

Publicado el:

Estado de Edición:

Editado

Editor/es responsable/s:

7 minutos

La unidad dio vacaciones de Año Nuevo, y Chi Cheng volvió a estar libre. Estos días frecuentaba más que nada los clubes nocturnos.

Ese día, se encontró por casualidad con un compañero de la preparatoria llamado Fang Xin. En aquel entonces habían tenido una buena relación, pero luego este amigo se fue al extranjero y llevaban años sin contacto. No fue hasta ese día que Chi Cheng supo que Fang Xin trabajaba en el departamento de tráfico. Dos viejos amigos que no se veían desde hace mucho, sentados juntos bebiendo, tenían mucho de qué hablar.

—¿Cómo es que tu padre te mandó a un departamento de bajo nivel? Es un trabajo duro y agotador, con horas extras de vez en cuando… —preguntó Fang Xin.

Chi Cheng respondió con indiferencia: 

—Está harto de mí.

—Eh… ¡Oye! ¿Dónde está Xiaoyu ahora? Escuché que ustedes dos siguen siendo uña y mugre.

Al mencionar a Guo Chengyu, el fondo de las pupilas de Chi Cheng repentinamente se oscureció. La luz en el compartimiento era un poco tenue, Fang Xin no percibió el cambio en el ambiente y siguió sumergido en sus recuerdos: 

—Recuerdo que el último año de la escuela, tú y Xiaoyu eran inseparables. Incluso persiguieron a un par de gemelas, intercambiándoselas sin distinguirlas. Luego, Wang Shuo se transfirió a nuestra escuela y también se unió a ustedes. Wang Shuo no hablaba mucho, solo le gustaba jugar con serpientes; a menudo las escondía en sus mangas y las llevaba a la escuela. Por cierto, ¿dónde está Wang Shuo? Creo que desde que nos graduamos no lo he vuelto a ver…

La mirada de Chi Cheng era tan oscura y siniestra que casi le arrancó un pedazo de carne de la cara a Fang Xin.

—¿Qué tal es ser oficial de tránsito? —preguntó Chi Cheng.

Fang Xin, sin razón aparente, sintió un nudo en la garganta. 

—Más o menos.

—Después del Año Nuevo, me uniré a ti.

Al terminar de hablar, Chi Cheng le apretó con fuerza la nuca a Fang Xin y salió del compartimiento con paso firme.

El cuello de Fang Xin parecía medio roto, y tardó un buen rato en levantar la cabeza.

Chi Cheng salió del club nocturno, su alta estatura erguida en la entrada. Sacó un cigarrillo, y la llama azul iluminó los contornos de su rostro, tallados al parecer a hachazos. El viento soplaba fuerte, y lo cubrió con su ancha palma. La punta del cigarrillo brilló con pequeñas chispas, sus pómulos se tensaron con fuerza, y una bocanada de humo se expandió lentamente alrededor de sus labios firmes.

Yue Yue, parada al otro lado, lo observaba fijamente. Una grosería explotó en su mente: ¡Esto sí es un verdadero hombre! Todos esos “hombres florales” y “jovencitos afeminados” no valían una mierda en comparación. A ella le encantaba ese corte de pelo corto y denso, esos músculos bien definidos, y ese atuendo gris inmutable…

Llevaba dos semanas obsesionada, pensando en él desde su cama de hospital hasta la puerta de su casa. Pensaba en él al comer, al dormir, en todo momento… Yue Yue sentía que se estaba volviendo loca. Nunca se había enamorado de un hombre a primera vista, y mucho menos hasta este punto. Esos días, había estado merodeando por esa calle, con solo unas medias negras cubriendo sus piernas, bebiendo el viento gélido del norte, esperando como una loca.

Hoy, por fin había logrado encontrar a este personaje.

Desde el momento en que Chi Cheng encendió el cigarrillo, había notado a Yue Yue.

Después de tantos años de vida libertina, podía distinguir de un vistazo quién quería seducirlo y quién quería acostarse con él.

Yue Yue se paró junto al auto de Chi Cheng. Su mano blanca como el jade se acercó a su oreja, tocando ligeramente el lóbulo con intención ambigua, mientras su mirada seductora recorría el cuerpo fornido de Chi Cheng.

—¿Ya te recuperaste de las heridas? —preguntó Chi Cheng.

Yue Yue sintió una oleada de euforia, pero contuvo su expresión, esbozando una sonrisa llena de coquetería.

—¿Todavía te acuerdas de mí?

La mirada profunda de Chi Cheng se fijó en ella por un instante, lo que bastó como respuesta.

Yue Yue metió la mano por el amplio escote de su propio vestido, ajustando lentamente la tira de su sostén.

—¿No tienes frío, vestida con tan poca ropa? —preguntó Chi Cheng.

Yue Yue agarró su muñeca, y sus dedos helados se deslizaron sobre las marcadas venas del dorso de su mano.

—Afuera, claro que hace frío.

Chi Cheng le dijo a Yue Yue sin rodeos: 

—En mi auto hay una serpiente pitón.

Yue Yue sintió un escalofrío instantáneo, pero pensó que después de aguantar el frío durante días, huir por una pitón sería demasiado patético. No lo dudó ni tres segundos antes de agarrar la mano de Chi Cheng y decir: 

—A mí también me gustan las serpientes.

Chi Cheng abrió la puerta trasera y la arrojó dentro.

Yue Yue asumió que la supuesta pitón estaría en un terrario, pero estaba enroscada directamente en el asiento trasero. En el instante en que cayó, algo frío y grueso se deslizó sobre su piel desnuda, y su rostro se distorsionó de horror.

Chi Cheng condujo con calma en el asiento delantero, completamente indiferente.

Con manos cubiertas de piel de gallina, Yue Yue tocó el cuerpo sinuoso de Xiao Cu Bao y forzó una sonrisa: 

—¡Qué adorable! ¡Me encanta!

 

[====×====]

 

En la clínica, Wu Suowei salió de la ducha completamente desnudo, pasando justo donde Jiang Xiaoshuai estaba sentado cerca.

—Perdón, se me olvidó que te gustan los hombres.

Tras decir esto, regresó apresuradamente al baño, sus firmes y bien formadas nalgas sacudiéndose con cada movimiento de sus caderas.

Jiang Xiaoshuai se llevó la mano a la frente, ¿Estás evitando sospechas o deliberadamente tratando de seducirme?

Cuando salió nuevamente, Wu Suowei y Jiang Xiaoshuai comenzaron a hablar sobre sus planes futuros. Los caminos turbios quedaban definitivamente atrás, después de pasar unos días en casa con su madre, Wu Suowei había recuperado su conciencia. Planeaba ser realista, empezar desde lo básico y trabajar diligentemente durante un par de años, incluso si eso significaba hacer trabajos físicos duros. Una vez que tuviera suficiente experiencia y ahorros, consideraría iniciar un negocio.

—Ah, por cierto, ¿sabes conducir? —preguntó Jiang Xiaoshuai, arrepintiéndose inmediatamente después de decirlo. Wu Suowei era daltónico, ¿cómo iba a tener licencia de conducir?

Inesperadamente, Wu Suowei respondió con entusiasmo: 

—¡Claro que sé! ¿Podrías recomendarme para algún trabajo de conductor? Taxista, transporte de mercancías, lo que sea.

—Bueno, hay una oportunidad inmediata. A la fábrica de electrodomésticos de mi primo le falta un conductor de reparto. Me llamó hace unos días para que le ayudara a buscar a alguien…

—¿Qué hay que buscar? —Wu Suowei golpeó la mesa—. ¡Aquí me tienes!

Jiang Xiaoshuai parecía incómodo: 

—¿Tienes licencia de conducir?

—Aunque no tenga licencia, conduzco de maravilla. En la preparatoria ayudaba a mi tío a vender sandías con su camión.

—¿Y si te atrapan? —Jiang Xiaoshuai no estaba convencido.

—Recientemente has tenido mala suerte. Te aconsejo que no te arriesgues.

—¡Si he tenido mala suerte es por culpa de ese calvo muerto! Sin él, ¿habrían pasado todas esas cosas? ¡No lo creo! Además, ¿de verdad piensas que, después de pasar de agente de la oficina de gestión urbana a policía, se rebajaría a ser oficial de tránsito solo por atrapar a un tipo sin licencia? ¡Como si el sistema judicial fuera suyo y pudiera transferirse a donde le diera la gana!…

Las palabras de Wu Suowei rebosaban pasión y audacia. Jiang Xiaoshuai, sin ganas de desanimarlo, finalmente asintió y aceptó ayudarle.


← Volver a la novela

Proudly powered by WordPress