Para este encuentro, Yue Yue eligió una cafetería con el fin de evitar cualquier accidente. Además, llegó diez minutos antes que Wu Qiqiong para revisar minuciosamente el lugar y asegurarse de que no hubiera ni un solo ladrillo suelto.
A las ocho de la noche, Wu Qiqiong apareció. Mientras observaba su figura acercarse, Yue Yue sintió un fugaz momento de distracción. Ahora que había adelgazado, Wu Qiqiong resultaba menos irritante a la vista, pero esa aura de mezquindad que lo envolvía seguía ahuyentando cualquier afecto de su parte.
Al ver de nuevo a Yue Yue después de tanto tiempo, Wu Qiqiong experimentó una breve sacudida en el pecho que pronto se calmó.
—¿No te quedó cicatriz en la frente? —preguntó Yue Yue, en un raro instante de preocupación.
Wu Qiqiong se acarició la lustrosa frente y sonrió:
—El cielo no permitiría que un rostro tan guapo como el mío quedara marcado.
La misma vanidad, la misma broma. Si vinieran de un hombre alto, rico y apuesto, sonarían arrogantes y seductores, haciendo palpitar el corazón de una diosa. Pero en boca de Wu Qiqiong, ¿por qué daban tantas ganas de abofetearlo?
—Este es mi regalo para ti, es un collar de platino —anunció Wu Qiqiong.
Una persona con tacto diría “ábrelo y mira”, dejando espacio para la expectativa de su amada. Pero Wu Qiqiong no jugaba así; si compraba un collar de platino, lo anunciaba sin rodeos.
En el instante en que deslizó la joyería hacia Yue Yue, notó que ella ya llevaba otro collar en el cuello, uno de diamantes, que nunca había visto antes.
—¿Quién te regaló ese collar? —preguntó Wu Qiqiong.
Yue Yue lo tocó con sus dedos esbeltos como brotes de cebolla, con un gesto tan delicado que delataba lo mucho que lo valoraba.
—Un amigo.
La mano de Wu Qiqiong, que sostenía la caja de joyería, se detuvo en el aire. Preguntó con cautela:
—Entonces… ¿aceptarás este que te regalo yo?
Yue Yue sonrió con calma.
—Ya lo compraste. Sería muy cruel rechazarlo y hacerte quedar mal ¿No?
El corazón suspendido de Wu Qiqiong al fin se relajó, y una expresión de alegría asomó en la comisura de sus ojos. Se inclinó hacia adelante, listo para ponérselo a Yue Yue.
—Tendría que quitarme este primero. No te molestes, me lo pondré cuando regrese a casa.
El trasero de Wu Qiqiong, que ya se había levantado ligeramente, volvió a sentarse con firmeza en la silla.
—Señor, ¿qué le gustaría tomar?
Wu Qiqiong echó un vistazo al menú y, al ver que el café más barato costaba más de cuarenta yuanes por taza, respondió de inmediato:
—Gracias, no tomaré nada.
Fuera de la vista de Wu Qiqiong, Yue Yue puso los ojos en blanco.
—Ya aceptaste mi regalo… Entonces, ¿qué tal si volvemos a ser como antes y dejamos de lado lo de la ruptura?
De repente, las pupilas de Yue Yue se inyectaron de sangre, como si hubiera escuchado algo completamente inaceptable.
—Wu Qiqiong, ¿por quién me tomas? Si me reconciliara contigo solo por un collar de platino, ¿no sería demasiado superficial? Si ese era tu propósito al regalármelo, entonces lo siento, no lo quiero.
Dicho esto, sacó la caja de joyería de su bolso y, con un gesto forzado, la empujó hacia Wu Qiqiong.
Yue Yue había usado una gran determinación para devolver la joyería, como si hiciera una apuesta de vida o muerte, apostando que si Wu Qiqiong tenía algo de sensatez, definitivamente no la aceptaría de vuelta.
Sin embargo, perdió.
—Bueno, está bien.
Wu Qiqiong retiró la caja de joyas desolado. En el instante en que sus manos se rozaron al intercambiarla, Yue Yue las tiró ligeramente hacia atrás de forma deliberada, pero él no lo notó.
—¿O sea que sigues queriendo terminar conmigo?— preguntó Wu Qiqiong.
¡Por supuesto! ¿Cómo no iban a terminar? Yue Yue estaba tan furiosa que sentía nudos en las entrañas.
—¡Sí, hay que terminar!— dijo Yue Yue.
Era la tercera vez que escuchaba esas palabras, y aunque a Wu Qiqiong aún le dolían, ya no lo hacían tanto como antes. Por pura costumbre, volvió a preguntarle el motivo.
—Dejemos de dar vueltas. Aparte de estar gordo, ser un poco testarudo y un tacaño, ¿qué otros defectos tengo?”
Yue Yue que seguía resentida por el collar de platino. ¿Qué cosas buenas iba a decirle en ese momento?
—Simplemente no soporto a los hombres que solo viven de un sueldo miserable. Si tienes agallas, renuncia. ¡A ver si un graduado de universidad prestigiosa como tú es capaz de ganarse la vida sin depender de ese mísero salario público!
Esta vez, Wu Qiqiong respondió con firmeza:
—No renunciaré a mi trabajo. Pero sí estoy dispuesto a morir por ti.
Yue Yue sintió ganas de gritar al cielo. ¡¡Joder, qué desastre!! ¿De toda China, cómo me tocó justo a mi este espécimen único?
—Escúchame bien, Wu Qiqiong, en varios kilómetros a la redonda no podrás encontrar ni un solo ladrillo. Tu truco de autotortura no tiene ninguna posibilidad de usarse aquí.
—¿Quién lo dice? Aquí mismo hay uno— respondió Wu Qiqiong.
Yue Yue escaneó el entorno con una mirada aguda. Imposible, revisé cada rincón.
Wu Qiqiong tomó tranquilamente su bolso, pero Yue Yue, con manos veloces como relámpago, se lo arrebató. Al abrirlo, justo como esperaba, dentro yacía un ladrillo. Afortunadamente reaccionó a tiempo, o de otra forma la tragedia se repetiría.
¡Maldición! ¡¡Venía preparado con un ladrillo!! Wu Qiqiong, ¡eres realmente capaz!!
Pero lo mejor estaba por venir.
De pronto, Wu Qiqiong se desabrochó la chaqueta, sacó un ladrillo de su amplio bolsillo interno y, sin dudarlo, se lo estampó en la cabeza.
Los clientes alrededor gritaron aterrorizados, alejándose rápidamente y mirándolo con horror.
Los ojos de Yue Yue se ensombrecieron por la ira, y apretó los dientes mientras lo fulminaba con la mirada.
—¡De verdad que no dejas de sorprenderme!
Wu Qiqiong se levantó, sosteniendo su herida con la mano. Su mirada era serena, y en sus labios se dibujaba una sonrisa de determinación.
—Si con esto gano tu admiración, ¡habrá valido la pena el golpe!
Esta vez, Wu Qiqiong no necesitó que nadie lo ayudara. Él solo se dirigió a la clínica.
A las nueve de la noche, muchos negocios ya habían cerrado. Normalmente, Jiang Xiaoshuai cerraba al anochecer, pero hoy las dos puertas estaban abiertas de par en par. Él permanecía en la entrada, sus hermosos ojos observando a los transeúntes.
Finalmente, su objetivo apareció.
—Eh, ¿aún no has cerrado?— preguntó Wu Qiqiong, un poco sorprendido.
Jiang Xiaoshuai resopló y soltó una risa. —Sabía que terminarías volviendo, maldito. Por eso dejé la puerta abierta.
Wu Qiqiong se sintió incómodo.
Jiang Xiaoshuai levantó la barbilla.
—¿Qué esperas? ¡Entra ya!
Y así, uno tras otro, los dos entraron en la clínica.